15 agosto 2015

Felipe IV de Francia VS Orden del Temple



Francia, Siglo XIV.


Alrededor del año 1119, nueve caballeros franceses, encabezados por Hugo de Payns, que habían formado parte de la Primera Cruzada (expansión militar en Oriente Próximo) fundan en Jerusalén la Orden del Temple con la intención de proteger a los cristianos que peregrinasen a Tierra Santa, tras su conquista.

Con el tiempo la orden fue ampliándose y adquiriendo poder, llegando a tener una sólida infraestructura económica, que a muchos coetáneos hizo temblar.

Año 1309, Felipe IV de Francia, receloso por las riquezas que la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón -con los que alguna que otra deuda había contraído, pues buena cabeza no tenía- amasaban en dos siglos de existencia y con la pretensión de adjudicárselas a si mismo, ordena a arrestar a todos sus miembros en Francia, acusándolos de "malas praxis" entre otros muchas cosas como, adorar a los gatos, colgarse al cuello a sus ídolos, o besarse de forma obscena.

El Papa Clemente V -al que el dinero y el poder no disgustaba en absoluto- máximo representante eclesiástico de la época, al principio se mostró poco solícito con quienes se dirigieron a él para que le parara lo pies rey, pero sus propios intereses hicieron que se posicionara de su parte. No le convenía enemistarse con el monarca francés, por lo que disolvió la Orden del Temple.

Sus miembros fueron torturados, obligados a confesar injurias que no habían cometido y quemados en la hoguera.

Se dice que Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden, que corrió la misma suerte que el resto de sus hermanos, maldijo Clemente y a Felipe desde la pira, y por esta razón, el primero murió a los pocos días, y el segundo a los pocos meses.









01 agosto 2015

Princesa de Eboli VS Teresa de Avila





Siglo XVI, reinado de Felipe II.


Ana de Mendoza, princesa de Eboli, recordada por llevar un parche en el ojo para oculta un defecto ocular, o como consecuencia de la pérdida del mismo mientras practicaba esgrima con uno de sus pajes -no hay certeza alguna sobre ello-, solicitó los servicios de Teresa de Avila, al serle concedido a su marido Ruy Gómez de Silva, al fiel servicio de Felipe II, el señorío de Pastrana, para que supervisara la edificación de dos conventos de carmelitas.

Teresa de Avila, -Santa Teresa de Jesús, tras su beatificación- dudó en atender el requerimiento de doña Ana de Mendoza, pues de su carácter fuerte y caprichoso era conocedora, pero accedió a participar en el proyecto,  augurando lo beneficioso que sería para el futuro estar cerca de un hombre de confianza del rey, Ruy Gómez de Silva.

Los enfrentamientos entre ambas mujeres llegaron.
La princesa de Eboli se empeñó en intervenir en el diseño de los conventos, distribuyendo los espacios y las dimensiones según sus gustos arquitectónicos. Teresa de Avila, que no toleraba imposiciones en las tareas para las que había sido demandada, pues entendida era en estos vericuetos, protestó hasta conseguir el objetivo por el que estaba en aquellas tierras.

Transcurridos cinco años, al enviudar doña Ana, ésta decidió recluirse en el convento de Pastrana imponiendo sus normas de "princesa-monja". La madre superiora puso el grito en el cielo, y el cielo la oyó. Teresa de Jesús se llevó a las carmelitas a Segovia desairando a la princesa, que desde ese instante empezó a divagar sobre como vengarse de la religiosa, pues dada era a las conspiraciones, sobre todo si un hombre, Antonio Pérez, Secretario de Consejo de Estado de Felipe II, compartía su lecho y horas de silencio que había que llenar de palabras.

El "Libro de la vida", primer texto escrito por la hermana Teresa, fue la herramienta de la que se sirvió la princesa-viuda -y del que la monja le había hecho partícipe antes de que sus discrepancias se agravaran- para llevar a cabo su venganza, denunciando el escrito ante la Santa Inquisición, que tras evaluarlo, prohibió su publicación. En él Teresa de Avila hablaba sobre su infancia y sus experiencias espirituales (levitaciones).
El libro se publicaría diez años más tarde. Teresa de Jesus no vivió este momento.