27 abril 2008

A ti

Mis noches no son tan solitarias como lo son mis días, porque en ellas me acompañan los sueños y la soledad no existe.

De día me sobra la gente, los lugares donde estuvimos juntos; sobras tú en mi mente, acaparando cada pensamiento sin darme más opción que la dispersión de la concentración en el trabajo; sobra lo que eras en la vida y lo que eres ahora, un pedazo de mí ausente, perdida en la nada.
Dueles más en la distancia que cuando me hacías sufrir cercana y aún así, te quiero lejos, en el mundo particular dónde te encaprichaste habitar.

Vivir contigo se parecía demasiado a vivir sólo, pero entonces sabía que estabás ahí, y que en tu silencio calmado podrías rebelarte contra mí, que siempre estuve contigo, desatando tu desenfrenada ira cuando te aburrieras bajo mi cobijo. Ahora sé que no habrá más tú y que la paz de la que aún guardo recuerdo me amparará, cuando el tiempo cure este imperioso vacio; la herida que me legaste como gran tesoro; el hueco que has dejado para rellenar otro en el espacio con destino incierto.
Tú, singular y plural, irritada, hinchada por tu vehemencia; húmeda; resbaladiza; ardiente; manifestándote como la gran señora de los últimos tiempos, en tu gran palacio que era yo.
No vuelvas nunca. Quédate allí donde decidiste retirarte. No te echo de menos. Ya no me haces falta porque sé que podré vivir sin ti cuando el dolor se haya ido... Mi querida Adgmídalas.

20 abril 2008

Poema XV

Me hubiera gustado escribirlo a mí, pero me faltó una época, unas circunstancias, un sentimiento o varios de ellos… me faltó inspiración, “muso” capaz de extraer lo mejor y peor en unos versos.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma.
Emerges de la cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio .
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda “Veinte poemas de amor y una canción de amor desesperada.

13 abril 2008

Libre albedrío

Razones (excusas) para no asistir a un evento social:

1.- Preparar el informe mensual de departamento para la reunión de empresa fijada para la semana próxima. Ya, es raro, pero una buena cara de circunstancia y mostrarse abatido/a por no poder ir puede hacerlo creíble. Utilizar expresiones como: “Me cachis en la mar”, “Con lo que me apetecía ir…”, “Siempre que tengo pensado hacer algo, al final me sale mal…”, para dar más realismo al alegato.

2.-Ese fin de semana tienes programado un viaje desde hace dos meses… Y tienes los billetes comprados y todo… Tanta coincidencia puede levantar sospechas, pero hay que ser resolutivo: “Veré si puedo cambiar los billetes por otros… (no, no puedes, ¡Qué lástima!). De vuelta del viaje, explicar detalladamente como transcurrió.
3.-Confirmar la asistencia con entusiasmo y un día antes llamar con voz apagada y moribunda para decir que tienes gastroenteritis desde la noche anterior con vómitos y diarrea. Es muy frecuente que el estómago se afloje, pero para que no quepa duda alguna de ello, los días posteriores es aconsejable adoptar una actitud pasiva. Caminar despacio con la mirada perdida y el rostro desencajado e interesarse por lo acontecido añadiendo de vez en cuando: “Lo mucho que me hubiera gustado estar allí”.
4.-Una amistad te necesita por algo que no puedes explicar, y te sientes en el deber de estar con esa persona por todo lo que ha hecho por ti. Conviene hacer saber esta circunstancia con dos o tres días de antelación… “No puedo dejarle/a solo/a en un momento como este”.
5.-Has recibido una extraña carta de Hacienda en la que te citan para tratar contigo un asunto sin especificar delicado y estás preocupado/a… “Desde que recibí la notificación ni como, ni duermo”. Trataran de convencerte de que yendo te distraerás, pero es compresible que una preocupación disipe el ánimo.
6.- ¡Visita sorpresa! Alguien a quien no veías desde hacía mucho tiempo se ha presentado en tu casa para pasar unos días y sería descortés por tu parte no atenderla. En el pasado erais inseparables…
La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Confesión: No me gusta ese tipo de eventos e ir a uno de ellos sería atentar contra mis principios y faltar a los valores con los que he sido educado/a. No exagerar demasiado.
Honestidad: Sólo te he visto dos veces en mi vida, no tengo trato contigo… ¿seguro que quieres que vaya? Es absurdo.
Radicalismo: Tírate escaleras abajo y magúllate un poco. Es dolorosos, pero muy eficaz.
Interés: Sólo quieres que vaya para sacarme dinero, pero el resto de los días también lo tengo y no me lo pides… A buen entendedor pocas palabras.
Previsión: Ir supondría un gasto extra con el que no había contado este mes y no me conviene.
Hagas lo que se hagas, que sea porque quieres y no porque te lo impongan.

06 abril 2008

Toca para mí

Orfeo y Eurídice en la partitura de Christophe Willibald Gluck es interpretada cuando uno de los violinistas abre los ojos y me mira con la cabeza ligeramente ladeada sobre el hombre, justo cuando todos los músicos tocan al mismo tiempo la tan particular versión del director, y la música inunda los sentidos, provocando que los asistentes alcancemos el cénit con la serenidad de que es el principio del camino hacia el placer... Degustándolo despacio para que se dehaga lo más tarde posible su exquisitez.

Agrede mi vulnerabilidad con su mirada fija mientras las notas van saliendo para bailar en mis oídos, agarradas las unas a las otras para no alejarse demasiado.

Desliza el arco por la barra armónica con suavidad, descendiendo, cada vez que lo hace, sus dedos desde el homoplato hasta la palma de mi mano, con movimientos lentos que me estremecen y erizan mi piel. Me remuevo en la butaca culpable por un segundo, volviendo al teatro en el que me encuentro; sentada al lado del hombre con el que me caso en dos meses; traicionándole cómplice de su ignorancia; ajeno a lo que me ocurre con el violinista; excluido del lazo que nos envuelve a la vez que Orfeo busca a Eurídice en Hades para devolverla al mundo de los mortales y allí amarla.

En las relaciones no se puede contar todo.
Hay cosas que no debe saber; cosas que no quiero saber. Sólo en el desconocimiento se haya el equilibrio y alguna parcelas son de coto privado.

No deja de asediarme con los ojos, recorriéndome aún con el arco.No puedo apartar la vista de él. Cada colisión de las cuerdas casi duele, pero es un dolor gratificante.

Me incomoda la gente; el espacio que nos separa… Me violenta que hayan tantas personas en este trocito de intimidad nuestro, pero me dejo llevar, trasladándome a otro lugar, dónde él sólo toca para mí como hace ahora… En el mundo no existen más manos que las suyas y mis oídos.

Nos fugaremos. Sé que hay un tiempo para ambos que durará lo que sus sonidos tarden en desaparecer de mi mente. Instantes que nos pertenecen y que haremos nuestros.

Gran parte del público se levanta para aplaudir durante varios minutos seguidos, en los que comparto su atención con el resto de los allí presentes con recelo.
El hombre al que creía amar hasta entonces me susurra algo al oído:
-Voy al baño. Nos encontramos a la salida.

Orfeo nunca se habría separado de Eurídice. Le hubiera dado la mano después de pedirle que lo acompañse. El lugar es lo de menos, la intención lo importante... Pero prefiero que me devuelva esta libertad que necesito para marcharme, a tenerle que mentir y dejarle esperando.

Salgo por la puerta que hay en uno de los laterales cerca del escenario, con acceso al pasillo que conduce a los camerinos. Conozco bien el teatro. Aquí conocí al hombre al que renuncio, en un concierto muy distinto a éste. Nos tropezamos en las escaleras y nuestro amor por la música nos unió… El mismo que ahora nos desune.

En el pasillo hay mucha gente felicitando a los miembros de la orquesta. En una esquina le encuentro aguardando mi llegada, rodeado de personas que le sonríen y atosigan con palabras repetitivas. Me abro paso como puedo. Aún no me ha visto, por eso no acude a mi encuentro para irnos de allí juntos. Huir.

Mi prometido llega desde otro pasillo. Le estrecha la mano con decisión, mirándole con una complicidad que me pertenece. Me paro en picado entendiendo; espectadora de una escena cuyos protagonistas han variado. Aprieta ligeramente la mano sobre el hombro en el que minutos antes descansaba el violín, y en ese instante es cuando mi mundo de fantasía desaparece dejando una verdad cruel.

Le he perdido.
Que el violinista no tocara para mí, es más hiriente que descubrir que mi futuro marido no escuchaba sólo el sonido de mi voz.

Me doy la vuelta y me dirijo al vestíbulo para esperar que llegue mi realidad.
Otras músicas sonaran, y esta vez, lo harán sólo para mí.