24 enero 2016

Casas reales: ¿de quién es quién?




España, siglo V.

 
               
Isabel I de Castilla, "La católica", hija de Juan II de Castilla y de su segunda esposa, Isabel de Portugal, casa con Fernando II de Aragón, "el católico", hijo de  Juan II de Aragón y de Juana Enríquez, rompiendo de esta forma el pacto firmado con su hermano, Enrique IV, “El impotente”, Rey de Castilla en aquellos tiempos, en el que se comprometía en el “Tratado de los Toros de Guisado” entre otras cosas, a dejar que éste eligiera a su futuro marido, a cambio de heredar el título de reina, habiendo muerto el hermano de ambos, el infante Alfonso de Castilla, primero en la línea de sucesión, en detrimento de su hija Juana “la Beltraneja”, nacida durante su matrimonio con Juana de Portugal, de la que los pocos afines al rey, sospechaban tenía amoríos con el preferido de de Enrique IV, “El impotente”, Beltrán de la Cueva.

Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, tuvieron cinco hijos:

Isabel de Aragón, reina de Portugal, que casó con Alfonso de Portugal, y al morir éste cayéndose del caballo que montaba y sin demasiadas ganas, pues la pérdida de su esposo le supuso dolor tan inmenso que abrazar la religión era lo que deseaba, aconsejada por sus padres, que nietos querían a la vista, unió su efímera existencia a la de Manuel I de Portugal, primo del padre del primer marido de Isabel. Tuvieron un hijo que murió al poco de nacer.

Juan de Aragón, príncipe de Asturias, contrajo matrimonio con Margarita de Austria, hermana de Felipe I "El hermoso". Heredero de la corona de Castilla y Aragón, le relevó en el derecho sucesorio, la antes mencionada Isabel de Aragón, reina de Portugal, al sucumbir éste a una viruela sin haber cumplido los veinte años, dejando a viuda embarazada. El bebé no sobrevivió al parto.

María de Aragón, reina de Portugal, al enviudar su cuñado, Manuel I de Portugal, casó con él. De la unión entre ambos nacieron ocho hijos. Su hija Isabel de Portugal, casaría con su primo Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, padres de Felipe II de España, “El prudente”.

Catalina de Aragón, reina de Inglaterra. Su matrimonio con Enrique VIII, de la casa de los Tudor, responsable de que dos de sus seis esposas perdieran la cabeza por su causa, nunca fue dichoso. La aparición de una ambiciosa Ana Bolena, a la que su marido convirtió en su segunda esposa, le hizo sufrir lo indecible, pues enamorada estaba del rey inglés. María I de Inglaterra, fue la única hija habida en el matrimonio. Esta sería una de las esposas de Felipe II, “El prudente”, nieto de los Reyes Católicos y primos entre sí.

Juana de Aragón, reina de Castilla y Aragón, “La loca”. Una mujer enamorada puede hacer locuras. Este fue el caso de Juana, casada con Felipe I, “El hermoso”, del que se enamoró hasta perder el sentido. Entre los continuos deslices de Felipe I, “El hermoso”, lo que exaltaba la ira de Juana, fueron padres de seis hijos: Leonor de Austria, casada con el marido de dos de sus tías, Isabel y María de Aragón y Portugal, Manuel I de Portugal, y habiendo enviudado de éste, con Francisco I de Francia; Isabel de Austria; Fernando I, María de Hungría, Catalina de Austria y Carlos I y V del Sacro Imperio Romano Germánico.

               Fruto del amor y la admiración habida entre de Carlos I e Isabel de Portugal, nacieron sus hijos:  María de Austria, Juana de Austria, Juan y Felipe II de España, “El prudente”, éste último sería el sucesor de su padre en el reino de España, no así el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que recaería sobre los hombros de su tío y hermano de su padre Fernando I.

                Felipe II, “El prudente”, biznieto de los Reyes Católicos, en primeras nupcias se casó con María Manuela de Portugal, enlace del que nació Carlos de Austria; su segunda esposa fue la prima hermana de su padre Carlos I y por lo tanto nieta de sus abuelos, los Reyes Católicos, María I de Inglaterra, no hubo descendencia; reincidente, su tercer matrimonio se celebró con Isabel de Valois, naciendo de esta unión dos niñas; en cuartas nupcias, Ana de Austria, su sobrina e hija de su hermana María de Austria, le dio cuatro hijos: Fernando, príncipe de Asturias, Carlos Lorenzo, Diego Félix, María y su sucesor, Felipe III, “el piadoso”, que casóse con Margarita de Austria, hija del hermano de su abuelo Carlos I, Fernando I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y nacería el siguiente rey, Carlos IV, “El grande”.

 Los enlaces interesados entre primos y sobrinos para mantener la hegemonía y añadir más posesiones a la Corona, continuaron. Las transacciones matrimoniales garantizaba el reparto de territorios que fueron pasando de manos en manos, cambiando la supremacía de los mismos de Casa Real. Hoy en día aún existen matrimonios reales concertados.

 Dinastias: Trastámara, Aragón, Austria (Habsburgo), Avís, Tudor, Capeta, Valois.

02 enero 2016

Cannam auream




Castilla, Siglo XV.

 
           
            Enrique IV de Castilla se casa en segundas nupcias con Juana de Portugal, hermana del rey Alfonso V, habiéndose declarado nulo su primer matrimonio con su prima Blanca de Navarra, después de tres años sin descendencia. Para finiquitar dicha unión y con los ojos puestos en la prima lusa, Enrique alegó no haber consumado el matrimonio, debido a que un encantamiento del que era víctima le producía impotencia y era del todo imposible concebir heredero con Blanca.

Transcurrieron siete años antes de que Juana de Portugal quedara encinta. Los rumores de la época tildaban a Enrique de impotente, como luego sería denominado y pasaría a la historia y le acusaban de dejadez conyugal, ya que sus preferencias íntimas distaban mucho de la fisonomía de una mujer.

Juana quería un sucesor para la corona de la que era regente y puso todo de su parte para engendrar una vida, incluso, instigada por su marido habría tenido amantes, pero una de las fábulas que corren acerca de la concepción de su hija Juana, y que sería sin lugar a dudas un avance para la época, fue la supuesta inseminación artificial a la que fue sometida, ayudándose su médico de una cánula de oro.

Esta práctica habría coincido con el acercamiento de la reina a Beltrán de la Cueva, privado del rey y su favorito (teniendo en cuenta cuales podrían haber sido los gustos de Enrique, Beltrán estaría autorizado a visitar su alcoba con frecuencia).

             Nacida Juana, parte de la nobleza que se oponía a Enrique IV, creyendo incapaz al rey de tal hazaña, por las habladurías que ellos mismos se habían encargado de difundir, y dando por hecho que la pequeña solo podía ser hija de su fiel amigo Beltrán, le presionaron hasta tal extremo, que Enrique IV se comprometió a que su hermana Isabel I heredera la corona, después de que el infante Alfonso, hermano menor de ambos, el primero en la línea sucesora, muriera comiéndose unas sardinas. A cambio de asignarle oficialmente la corona, Isabel I adquiriría el compromiso de dejar que su hermano eligiera a su futuro marido. Todo ello quedó reflejado en el Tratado de los Toros de Guisado que ambos firmaron voluntariosos.

Isabel I, la Católica (incasable se pasaba las horas rezando en su capilla privada) casó con Fernando de Aragón, al que amó y le convino para extender su poderío allende de sus territorios.

                Enrique IV, consideró que su hermana Isabel I, había incumplido el acuerdo firmado y liberándose de presiones ajenas decidió nombrar a su hija Juana, a la que sus detractores apodaban “la Beltraneja”, heredera de la corona, además de reconocerla públicamente como su hija legítima para regocijo de la madre de la criatura, que padeció lo indecible con el futuro incierto del único motivo de su existencia.

                Esto daría lugar a la Guerra de sucesión, en la que Isabel I, la Católica y Fernando de Aragón contarían con más apoyos, destronando a Juana, la reina que nunca lo fue, pero que siempre se lo consideró y así lo hizo constar en las cartas que escribía, firmando como “Juana, la reina”.
 
 

26 diciembre 2015

Rennes le château




Rennes le château, Languedoc, Siglo XIX.

 

La marquesa d’Hautpoul Blanchefort, última señora de la villa de Rennes le Château, pues descendencia no tenía y su linaje desaparecía con ella, al ver acercarse la hora y desde el lecho, le desvela a su confesor y párroco de la iglesia de María Magdalena, Antonie Bigou, un secreto que habría permanecido silenciado en su familia durante siglos, y que aún, hoy en día, sigue siendo un misterio sobre el que se han hecho cientos de conjeturas, a cual más interesante (o descabellada).

Antoine Bigou, consciente del revuelo que causaría que tal secreto saliera a luz por la importancia del mismo, lo encriptó en dos pergaminos que escondió en la iglesia.

 
             Casi un siglo después, el nuevo párroco de la villa, Bérenger Sauniére, en las obras de remodelación de la iglesia que rendía culto a María Magdalena, encuentra en uno de los pilares que soportaba el altar, dos pergaminos cifrados.

Con ellos viajará a París para que un criptógrafo los descifre y así se desvelase lo que  la tinta con tino ocultaba. A su vuelta a Rennes le château, Sauniére podría haber descubierto el tesoro, en caso de que este haya existido, relacionado con el contenido de uno de los pergaminos, donde aparecía el árbol genealógico de la dinastía de los Merovingia, cuyo antecesores podrían haber sido Jesús de Nazaret y María Magdalena.

 
Aún tratándose de hechos no probados, lo que sí está constatado es que Sauniére de la noche a la mañana, empezó a gozar de cierto prestigio entre la alta sociedad y mandó edificar Villa Betanea, y en ella la Torre Magdala. Sus riquezas podrían deberse a supuestas  actividades corruptas (desvío de fondos para uso propio), por lo que habría sido juzgado y destituido de su cargo, lo que no le supuso un inconveniente para seguir dando misa en su capilla privada, a la que los aldeanos acudían con la misma devoción.

 
Como poco es curioso que la iglesia de Rennes le château, lleve el nombre de María Magdalena; que a la torre de Villa Betanea, se la denominase Magdala y que los pergaminos de Bigou tuvieran que ver, supuestamente con María Magdalena, según el secreto familiar de  la marquesa… ¿será el enigma de Sauniére la clave para desvelar un enigma aún mayor que cambiaría la historia que conocemos?

12 diciembre 2015

Dos amigos enemigos



Arles, Francia, Siglo XIX.

       Un holandés y un francés, amantes de la pintura, se van a vivir juntos durante un periodo, instigados por el hermano del holandés, para poner en común sus conocimientos e inquietudes artísticas, su forma de ver y capturar la vida en un lienzo, a una casa amarilla.

        El primero, siente verdadera admiración por el segundo, por lo que habiendo llegado antes a Arles, pinta y pinta sin desenfreno como el loco considerado por sus coetáneos que era, para decorar las paredes  y así sorprender a su colega (y amigo) con su arte.

        No sabemos si el segundo se sintió halagado o le entraron ganas de salir corriendo, lo que ha transcendido es que ese tiempo de intercambio pictórico y conexión de almas se volvió un calvario para ambos tras no llegar ni  a entendimiento artístico ni personal. Pintar, pintaron sin cesar en un diálogo de pinceles en que los dos eran sordos.

         Se aborrecieron tanto, tanto, tanto, que al final de la convivencia solo quedaron dos platos y el francés, llegó incluso a temer por su vida, pues el carácter del pelirrojo cada vez era más rudo probablemente porque no aprobaba que, el que debería estar dormido, pasara gran parte del día bebiendo en compañía femenina de alquiler, y le inquietaba que por la noche se colase en su dormitorio para verle dormir.

         Vincent al cerciorarse de que para Paul, Arles solo era un parada más antes de llegar a su ansiada Tahití y de que para él su estancia allí no tenía el mismo significado  y por lo tanto menor importancia, rabioso se cortó la oreja (solo un trocito), y se la envió envuelta en un papel a su admirado, que al verla tan impregnada en rojo, se fue despavorido.

         El holandés era Van Gogh, el francés Gauguin. En vida nunca congeniaron, a pesar de sus intentos, pero si hay algo que les une, es que las obras de ambos fueron valoradas por la crítica cuando ellos ya no podían rivalizar sobre su éxito.

04 octubre 2015

Leonor de Aquitania, una mujer de hoy en el ayer.



Francia, siglo XII.

               

Leonor de Aquitania, poseedora de belleza, inteligencia y cultura era además una mujer segura de sí misma, lo que probablemente hizo que las piernas de muchos hombres temblaran con tan solo pensar en su nombre.

               
            Heredera de Condado de Poitiers y del Condado de Gascuña y Aquitania, tras la muerte de su padre, Guillermo X, duque de Aquitania, contrae matrimonio a los dieciséis años con el futuro rey de Francia, Luis VII, rodeándose en una corte fría, triste y austera de trovadores que recogía en palacio, quienes con sus versos la deleitaban y con los que ejerció de mecenas. Se le atribuye el origen de la corte del amor en el que se habría ensalzado el amor cortés, pero se desconoce que esta corte existiera realmente.


            La joven pareja acusa las primeras tensiones en su relación, cuando Leonor apoya el matrimonio de su hermana Petronila, con Raúl de Vermandois, primo del Rey, -mientras éste manda a su hermano Roberto a invadir el dominio de Vermandois, por bígamo-, llegándose incluso a enfrentar al Papa, por lo que su liberalismo sería criticado por el clero e incluso se sospecha que también por su suegra Adelaida de Saboya, quien habría  persuadido a su hijo de las intenciones de su nuera. Luis VII hizo oídos sordos, priorizando el amor a las habladurías.


             El rey participó en la Segunda Cruzada acompañado de Leonor, a la que no pudo convencer de que esperara su regreso en la corte,  pues era mujer de armas tomar, y montada sobre su caballo, vio las lanzas pasar por delante de su hermoso rostro y escudos desviando su fatal trayectoria.

                La cercana relación que Leonor mantenía con su tío Raimundo de Poitiers, durante su estancia en Antioquía (Tierra Santa), del que era gobernador, fue objeto de rumores que a Luís VII no gustaron un ápice, tomando la determinación de volver a Francia. Esto unido al hecho de que Leonor alumbrara por segunda vez a una niña, provocó que el matrimonio se rompiera definitivamente. El parentesco entre ambos fue el pretexto que pusieron para obtener la anulación.

                A los pocos meses Leonor de Aquitania, quien aún conservaba los dominios heredados de su padre, casa con Enrique II (Enrique de Plantagenet), que pronto se convertiría en rey de Inglaterra, dando lugar la unión de las posesiones de ambos al Imperio angevino, mucho mayor que los territorios controlados por Luis VII, para fastidio de este.

Al descubrir la de Aquitania que su marido tenía una amante y no gustándose nada en el papel de mujer engañada, se marchó con los ochos hijos habidos en el  matrimonio a Poitiers, e instó a Enrique II a que entregara a su hijo Ricardo Corazón de León los dominios de Gascuña, Poitou y Aquitania, propiedad suya.

            Tal era la inquina que Leonor le tenía a Enrique II, por la deshonestidad con la que se había conducido en su relación, que le pidió a Luis VII, su anterior marido, que apoyara a tres de sus hijos en contra de su padre, a lo que el rey de Francia no se negó, pensando que esto podría ser beneficioso si resultaban los vencedores para la obtención de la primacía europea.

La rebelión entre hijos y padre fue reprimida por el progenitor  y Leonor encarcelada acusada de traición.

Quince años después, a la muerte de Enrique II y  Ricardo Corazón de León habiendo tomado el relevo de su padre, Leonor no solo recupera la libertad sino también la regencia del Imperio angevino durante la ausencia de Ricardo, al partir éste a la Tercera Cruzada.

           Sintiéndose fuerte, pero sobre todo con un sentido del deber muy desarrollado, con ochenta años Leonor de Aquitania, que aún conservaba su belleza, viajó a Castilla desde Poitiers para elegir entre sus nietas, las Infantas de Castilla, a la que sería esposa de Luis III. Blanca de Castilla ocuparía el lugar, destacando por el asesoramiento que le daría a su marido derivado de su buena destreza política.

05 septiembre 2015

Affair des poisons




Francia, siglo XVII, reinado de Louis XIV.

 El escándalo llegó al resplandeciente Versalles del Rey Sol, afectando a varios miembros de la corte con los que el rey mantenía o había mantenido algún tipo de relación afectiva.

Aristócratas y burgueses fueron acusados de utilizar los servicios de adivinadores, clarividentes, hechiceros y magos (entre otros profesionales del culto oculto) a los que compraban venenos, pócimas, bebistrajos, brebajes y afrodisiacos, para acabar con la vida de sus enemigos o atraer la atención de ajenos por los que estos sentían una inclinación creciente.

Entre los nombres que de la boca de “La Voison” (pitonisa con cierta popularidad en el París de la época) -denunciada a su vez por otra gran pitonisa Magdelaine de la Grange, que creyó que confesando quienes formaban parte de la red de amigos del más allá se libraría de la horca- salieron, se encontraba el de la favorita del rey –y madre de siete de sus hijos- Madame de Montespan, a la que la bruja le atribuyó la práctica de sortilegios y la adquisición de substancias ilegales para cautivar a Louis, además de la participación en ceremonias endiabladas y la tentativa de envenenar a una de sus rivales más fuerte -la última en sumarse a al lista de amantes- en la alcoba del rey, la joven y bella Madmoiselle de Fontanges.

Louis XIV, temeroso de los rumores que corrían acerca del complot que había para acabar con su vida y que según “La Voison” encabezaba Madame de Montespan, empleó a catavenenos para no correr riesgos. Otras fuentes apuntan como instigadora del complot a Madmoiselle des Oellets, dama de Madame de Montespan y amante del rey durante unos meses, que tan breves debieron parecerle a la susodicha que decidió darle vida divina al monarca por no ser tan esplendido con ella como con la favorita.

La intervención de Madame de Montespan en el Asunto de los venenos, no está clara, ya que nunca se pudieron probar las acusaciones que “La Voison” vertió sobre ella ni el Rey Astro creyó en las declaraciones de la pitonisa, lo que sin duda fue decisivo para que Madame de Montespan no fuera arrestada.

La relación entre Louis XIV y  su favorita hasta entonces no sobrevivió al escándalo. Para limpiar la imagen de la monarquía era necesario alejar a Madame de Montespan de la corte. La que antaño se beneficiara del favor del rey, fue recluida en un convento, haciéndose cargo de la educación y cuidado de los cinco hijos que sobrevivieron de la pareja, Madame de Maintenon, quien con el tiempo ocuparía el lecho del monarca y su corazón (se casaron en secreto).






15 agosto 2015

Felipe IV de Francia VS Orden del Temple



Francia, Siglo XIV.


Alrededor del año 1119, nueve caballeros franceses, encabezados por Hugo de Payns, que habían formado parte de la Primera Cruzada (expansión militar en Oriente Próximo) fundan en Jerusalén la Orden del Temple con la intención de proteger a los cristianos que peregrinasen a Tierra Santa, tras su conquista.

Con el tiempo la orden fue ampliándose y adquiriendo poder, llegando a tener una sólida infraestructura económica, que a muchos coetáneos hizo temblar.

Año 1309, Felipe IV de Francia, receloso por las riquezas que la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón -con los que alguna que otra deuda había contraído, pues buena cabeza no tenía- amasaban en dos siglos de existencia y con la pretensión de adjudicárselas a si mismo, ordena a arrestar a todos sus miembros en Francia, acusándolos de "malas praxis" entre otros muchas cosas como, adorar a los gatos, colgarse al cuello a sus ídolos, o besarse de forma obscena.

El Papa Clemente V -al que el dinero y el poder no disgustaba en absoluto- máximo representante eclesiástico de la época, al principio se mostró poco solícito con quienes se dirigieron a él para que le parara lo pies rey, pero sus propios intereses hicieron que se posicionara de su parte. No le convenía enemistarse con el monarca francés, por lo que disolvió la Orden del Temple.

Sus miembros fueron torturados, obligados a confesar injurias que no habían cometido y quemados en la hoguera.

Se dice que Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden, que corrió la misma suerte que el resto de sus hermanos, maldijo Clemente y a Felipe desde la pira, y por esta razón, el primero murió a los pocos días, y el segundo a los pocos meses.