Unos cuantos cientifiquillos e historiadorcillos italianos, pretenden exhumar los restos de Leonardo Da Vinci, para satisfacer su curiosidad científico-histórica (que es como les gusta denominarlo. “Cotilleo” de camilla, es poco categórico para el rango obtenido por sus pestañas quemadas delante de libros bien aprovechados) y desvelarle al mundo (enriquecerse) ocupado con sus quehaceres, si la sospecha sobre la Gioconda son ciertas y La Mona Lisa es el propio Nardo Da Vin, en una exaltación de sí mismo, demostrando así su gusto por los hombres.
Las otras dos opciones barajadas es que se trate de un retrato de su madre, explicando de esta forma el parecido con el artista todoterreno, o de la esposa de un comerciante, a la que también deben haberle visto airecillo a Leo, o de lo contrario la primera posibilidad carece de sentido. El aire está o no está, no lo manejamos según nos convenga (caigo en la soez, de algunos vientecillos si tenemos el control, otros se nos escapan).
Los apoderados del Castillo de Amboise -donde se presume que se encuentra Nardo, pese a la reyertas religiosas entre hugonotes y católicos, en las que esparcieron sus restos por quién recuerda dónde-, y las autoridades francesas están en conversaciones con los profanadores oficiales en potencia de la tumba del GENIO, con el fin de llegar a puerto (más bueno que malo), como si los dormidos permanentes, fueran propiedad de nadie y a falta de descendencia conocida o reconocida a quien solicitar permiso, tuvieran licencia para decidir desenterrar a los idos. ¡Ni muertos somos libres! Siempre habrá alguien que crea poder poseernos.
El Carbono 14, y el cotejo del ADN de los dientes del que, por suerte para ellos, no se quedó molejo, con el de algún descendiente masculino, más muerto que vivo, será clave para descubrir la verdad o liarse aún más.
Si los huesos pertenecen a quien creen que existe dónde lo encontraron (y no a otro somnoliento sin capacidad suficiente para demandarles por perturbar su sueño eterno), con su cráneo reconstruirán el rostro del divo y nos mostraran que, o bien tenían razón en sus credos de sobremesa, o bien que Garci les entusiasma en “Volver a empezar” y “Asignatura pendiente”, reflejo de su sino.
No me sorprendería que Da Vinci hubiera pensado en su trascendencia y la repercusión de su buen hacer hasta llegar a la mesa de un laboratorio y les tuviera algo preparado a los fisgones de la bota.
Podrán toquetear sus huesos, pero nunca nadie podrá descifrar la mente de Leonardo, y el misterio permanecerá como un halo oscurecido sobre nuestras cabezas (mientras aguanten sobre nuestros hombros).