Me encuentro con una conocida desconocida que me saluda con el entusiasmo propio de quien se alegra de volver a reencontrarse con alguien a quien no ha visto en mucho tiempo, a la salida de la oficina de correos.
La miro -fingiendo que sé quién es, aunque no tengo ni idea- y la remiro con todos mis sentidos alertas, para acordarme antes de ella y hacer desaparecer la extraña sensación de estar charlando con alguien con conocimiento de causa, cuando la causa anda despistadilla.
La miro -fingiendo que sé quién es, aunque no tengo ni idea- y la remiro con todos mis sentidos alertas, para acordarme antes de ella y hacer desaparecer la extraña sensación de estar charlando con alguien con conocimiento de causa, cuando la causa anda despistadilla.
Mi mente trabaja a marchas forzadas tratando de evitar que el desconcierto interior se refleje en mi rostro. Si la conozco no sé de qué y si no la recuerdo es que, o bien hace tiempo que no nos vemos (tengo buena memoria, casi deshecho esa idea), o bien pasó por mi vida con distinta importancia que yo por la suya.
Elijo improvisar, a evidenciar mi confusión. Hay preguntas muy recurrentes que sirven de tanteo: ¿Qué tal la familia? Esperaba respuesta corta, pero me habla de sus padres jubilados de viaje en Cantabria con el Imserso, a los que no les ha dejado de llover ni un solo día; de que su hijo ya va al colegio (lo que me induce a pensar que al menos hace tres años que la conozco en caso de que sea así, pista); del nacimiento de su hija hace tres meses y de su marido…
¿Cómo va el trabajo? Se tenga o no, siempre hay algo que decir acerca de él. Me explica que pronto se reincorporará tras la baja maternal, pero no especifica a dónde (sus palabras no son nada esclarecedoras).
Continúo lejos del recuerdo de aquella extraña que no me suena nada, inmiscuida en una conversación de besugos a la que cada vez le encuentro menos sentido.
“¿Sigues allí?” Quiere saber. Deduzco que se refiere al trabajo. “Allí” tiene cierta connotación cómplice, como si ella supiera que estoy en alguna parte determinada o cree que lo estoy pensando que soy alguien que no soy. Me arriesgo… “Si, sigo allí”. "¿Y cómo va?" “Muy bien, todo va muy bien”. Nada va bien, oírla hablar de su vida era fácil, pero contestar a sus preguntas me hacen sentir ridícula porque no sé a lo que estoy contestando ni lo que espera que diga, y si descubre que no recuerdo o sé quién es, el ridículo se hará una gran bola de fuego que nos atrapará a las dos.
“¿Y los niños?” ¿¡Los niños!? Creciendo, creciendo en algún lugar lejos de mí. Tan lejos de mí que hace mucho tiempo que no los veo. De hecho, nunca los he visto porque no los he tenido, pero seguro que están en algún lugar, solo hay que buscarlos y traerlos… de allí.
“Bien, muy bien”. Miento. Tengo claro que no la he visto en la vida y que la desconocida conocida, me ha confundido con otra persona. No la saco del error. Se ha alegrado de verme. Le he alegrado el día a alguien sin proponérmelo. Las probabilidades de que nos volvamos a ver son escasas, espero.
Nos despedimos afectuosamente: “Tengo tú móvil, te llamo y nos tomamos algo” me dice empezando a andar en dirección contraria a la mía. Ya, tiene mi móvil… No sé como habrá conseguido el número, teniendo en cuenta que no se lo doy a nadie, porque no tengo. Sonrío. “Cuando tú quieras”.
Elijo improvisar, a evidenciar mi confusión. Hay preguntas muy recurrentes que sirven de tanteo: ¿Qué tal la familia? Esperaba respuesta corta, pero me habla de sus padres jubilados de viaje en Cantabria con el Imserso, a los que no les ha dejado de llover ni un solo día; de que su hijo ya va al colegio (lo que me induce a pensar que al menos hace tres años que la conozco en caso de que sea así, pista); del nacimiento de su hija hace tres meses y de su marido…
¿Cómo va el trabajo? Se tenga o no, siempre hay algo que decir acerca de él. Me explica que pronto se reincorporará tras la baja maternal, pero no especifica a dónde (sus palabras no son nada esclarecedoras).
Continúo lejos del recuerdo de aquella extraña que no me suena nada, inmiscuida en una conversación de besugos a la que cada vez le encuentro menos sentido.
“¿Sigues allí?” Quiere saber. Deduzco que se refiere al trabajo. “Allí” tiene cierta connotación cómplice, como si ella supiera que estoy en alguna parte determinada o cree que lo estoy pensando que soy alguien que no soy. Me arriesgo… “Si, sigo allí”. "¿Y cómo va?" “Muy bien, todo va muy bien”. Nada va bien, oírla hablar de su vida era fácil, pero contestar a sus preguntas me hacen sentir ridícula porque no sé a lo que estoy contestando ni lo que espera que diga, y si descubre que no recuerdo o sé quién es, el ridículo se hará una gran bola de fuego que nos atrapará a las dos.
“¿Y los niños?” ¿¡Los niños!? Creciendo, creciendo en algún lugar lejos de mí. Tan lejos de mí que hace mucho tiempo que no los veo. De hecho, nunca los he visto porque no los he tenido, pero seguro que están en algún lugar, solo hay que buscarlos y traerlos… de allí.
“Bien, muy bien”. Miento. Tengo claro que no la he visto en la vida y que la desconocida conocida, me ha confundido con otra persona. No la saco del error. Se ha alegrado de verme. Le he alegrado el día a alguien sin proponérmelo. Las probabilidades de que nos volvamos a ver son escasas, espero.
Nos despedimos afectuosamente: “Tengo tú móvil, te llamo y nos tomamos algo” me dice empezando a andar en dirección contraria a la mía. Ya, tiene mi móvil… No sé como habrá conseguido el número, teniendo en cuenta que no se lo doy a nadie, porque no tengo. Sonrío. “Cuando tú quieras”.
Respiro sosegada. Mi memoria sigue siendo infalible.
8 comentarios:
¡Santo aguante el tuyo, criatura!
La parte de los niños, de los tuyos no de los suyos, me ha divertido mucho, vamos que a mi lo que me has alegrado es el rato con eso de buscarlos y traerlos :)
Pd: a ver si ella disimula tan bien como tu.
¡Ay dios!
Pues según te leía parecía que describías alguno de mis encuentros por las calles de Málaga.
Te cuento. Algún íntimo amigo y yo paseando y de repente:
- ¡Hola Fiebre, qué alegría!
- Hola ...niñ@, es muy socorrido.
- Bla, bla...¿sigues allí? Allí debe ser el aeropuerto (miles de trabajadores), alguno de mis puriempleos poniendo copas (miles de clientes) etc.
- Sí, con el mismo uniforme (si cuela, que cuele).
- Bla, bla, bla...adios.
Mi amigo escojonao. ¿No tienes ni pajolera idea de quién es, verdad?
- Pues no...
Y no lo cuento en plan coña. Me j*** lo que no está en los escritos.
Muy bueno, lección aprendida, uno nunca debe dudar de su memoria, no tiene otra.
Un beso
Danieluski, soy como la amiga esa tuya a la que no recuerdas (porque seguro que la equivocada eres tú) paro a la gente por la calle y las saludo amistosamente aunque me pongan caras raras y no me aguantan el tipo como tu :)
Hay que tener cabeza para todo y todos :)
Un beso, hermosa.
Pues de vez en cuando saludo a no sé quien y doy cuenta por la cara rara que ponen. Demasiadas copias de la misma persona. Alguna vez acertaré :)
¿todavía sin móvil? ¡Tozuda!
Yo hubiese sido muy directo con "no te recuerdo" o "creo que te confundes".
Podríais tú y Fiebre crear una ONG, tipo "Desconocidos sin fronteras" para simular el conicimiento de todo ser falto de cariño, arraigo o problemas de visión :P
Como Zimbagüe, a veces saludo a desconocidos confundiéndolos con conocidos y creo que las veces que me ha ocurrido con chicos, ellos han pensado otra cosa y se han sentido halagados :)
En tu caso, yo no llego tan lejos, le pregunto directamente de qué nos conocemos, que el tiempo es precioso :)
LA FRUFRÚ: cuando se piensa rápido, por la mente pasan incongruencias que no hay que tener en cuenta :P
Pd: al menos alguien se lo pasa bien.
FIEBRE: Lo tuyo es más arriesgado que lo mío (uniformes), de heroina aunténtica.
Mis preguntas y respuestas eran automatizadas, como si tuvieran que echarme una moneda para continuar, y si además le añadimos que lo de "echarse pa´lante" se lo dejo a otras, la combinación es de lo peor.
Si es que no se puede dejar la memoria en casa (solo la vergüenza):P
BABILONIO: ¡Cierto! En la memoria confianza ciega :P
CARLOSIDEAL: me confienso, seguí con la comedia, al principio, por no delatarme y después por no delatarla... Y tan amigas.
Un beso.
ZIMBAGÜE: No hay como ser educado y ver las caras desconcertadas del contrario... un poema alejandrino :P
Pd: sobre el móvil (sin comentarios)
UNO: cuando te saludan efusivamente retrasas el momento del recuerdo y el error.
Pd: lo de la ONG es para pensárselo. Se aceptan miembros.
SOFÍA SAAVEDRA: Las malas interpretaciones se prestan siempre, pero para insuflar confianza es efectivo.
La próxima (si existe) no me cogerá desprevenida :P
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