29 marzo 2009

El problema


Lo había preparado concienzudamente en ratos libres apurados, pero he perdido el trocito de papel donde había escrito el post de esta semana, o quizás sólo he olvidado dónde lo he guardado. En conversación privada conmigo misma, de la que ahora os hago partícipes, resuelvo que para una vez que llego al viernes con algo escrito, lo extravío por no ser lo suficientemente cuidadosa con el “trabajo” realizado, e inmediatamente después me introduzco una vez más en la vorágine que me supone no tener NADA, a pocas horas de la publicación (establecidas únicamente por mí y con el objeto de restaurar y prolongar la perseverancia en mi humilde paso por la vida).

Con el firme convencimiento de que nada ocurre por casualidad sino por causalidad, la pérdida en sí (el descuido de la que arrebuja demasiado, en poco tiempo) ha dado lugar a una sustitución (un acto desesperado por cumplir con mis auto-obligaciones bloggeras) derivada de una rápida asociación de conceptos (que no detallaré por el surrealismo imperante de una mente descoordinada en situación límite) y cuyo resultado es la letra de esta canción que la providencia ha tenido a bien mostraros.

El problema, no es que haya perdido el dichoso (él, por no hallarse en mi poder) papelito, sino que le creyera mi salvavidas de esta semana. El problema no son los demás o las circunstacias, es mi actitud ante ello.



El problema no fue hallarte,
el problema es olvidarte.
E
l problema no es tu ausencia,
el problema es que te espero.
El problema no es problema,
el problema es que me duele.
El problema no es que mientas,
el problema es que te creo.

El problema no es que juegues,
el problema es que es conmigo,
Si me gustaste por ser libre,
quien soy yo para cambiarte.
Si me quedé queriendo solo,
cómo hacer para obligarte.
El problema no es quererte,
es que tu no sientas lo mismo.

Y cómo deshacerme de ti, si no te tengo,
cómo alejarme de ti si estas tan lejos.
Cómo encontrarle una pestaña,
a lo que nunca tuvo ojos.
Cómo encontrarle plataformas,
a lo que siempre fue un barranco.
Cómo encontrar en la alacena
los besos que no me diste.

Y cómo deshacerme de ti, si no te tengo.
Cómo alejarme de ti si estas tan lejos.

El problema no es cambiarte.
el problema es que no quiero.
El problema no es que duela,
el problema es que gusta.
El problema no es el daño,
el problema son las huellas.
El problema no es lo que haces,
el problema es que lo olvido.
El problema no es que digas,
el problema es lo que callas.


22 marzo 2009

Nacimiento

Eligió un viernes para nacer, o un viernes la eligió a ella para que naciera, poco antes de que los aperitiveros, en algunas regiones de sol ardiente, salieran a tomarse la de rigor del último día labora de la semana (los que los sábados tienen por costumbre descansar), con otros compañeros de trabajo o amigos; los solitarios en la búsqueda del momento único de su existencia, acompañados por unas aceitunas, unos cacahuetes o unas patatas chips y la mirada perdida en la nada; entretanto que las columnas vertebrales de cualquier familia (ya sean formadas por frutas de gran diversidad exótica, o por frutas iguales), empezaran a preparar el sustento de estómagos vacíos.


A las doce y cuarenta y cuatro minutos llegó al mundo la niña (no la apadrinada por líder político, cuyo cariño por la misma le hace hablar de ella sin perder ocasión, ni la niña de los ojos de ningún director de cine creador de una bella época) más bonita jamás subjetivizada. Rolliza, de rubia pelusilla, ojos claros y rostro sonrosado, rie la criaturita a carcajadas, feliz de haber abandonado el anonimato de nueve meses en la penumbra.


Insatisfecha por su suerte afortunada, se agitará, llorará, berreará hasta que las amígdalas le enrojezcan, como bebé inconformista acostumbrándose a la vida, descubriéndonos cada día algo más que la hará distinta, bajo cielos ocultos por nubes desteñidas.


Cada vez que sonría desdentada, todo habrá merecido sacrifico inmenso: un llanto, un berrinche; noches agitadas… por verla brillar con el esplendor de una primavera más.


15 marzo 2009

En un lugar de Asia...


En un lugar de Asia, de cuyo nombre no quiero acordarme… tres años de cárcel cuesta tirarle dos zapatos del 43 al hombre que ha invadido el lugar, desencadenando atentados diarios (muertes, dolor, sufrimiento), creyéndose el “elegido” por la divinidad para salvar a parte del mundo (la otra parte no nos dejamos) a lo Robin Hood de los bosques de Sherwood y Barnsdale, en posesión de un desinterés profundo y con el único objeto de hacer el bien, y si en tan altruista acción, los esfuerzos realizados son recompensados con un poquito de líquido negro, de ese que les sobra a los que padecen la transcendencia de sus decisiones salvadoras, que nadie dude que Dios existe.


Afortunada ha sido la condena teniendo en cuenta que don arBUSto, tuvo el tino de esquivar los dos misiles envenenados de incomprensión y cólera y que a su eterno agradecido (actual presidente del territorio) por haberle quitado de encima a su antecesor (eliminado del mundo), podrían haberle parecido poco 1.095 días de encierro y haberlos aumentado o incluso arrebatarle la posibilidad al osado idealista, de volver a lanzar objetos a nadie con la efectividad de una muerte obligada.


Lanzar un zapato en tierras de cultura ancestrales, se contempla como una afrenta aun mayor que golpear a un semejante. Puestos a elegir, le hubiera salido más a cuenta al impetuoso periodista colorear los mofletes del sujeto en cuestión, a arriesgarse y no dar en el blanco. Al menos el sentenciado se consuela convenciéndose a si mismo de que esos tres años no serán en balde porque hizo lo que creía o creía lo que hacía.


Un halo de romanticismo ronda por mi mente (ese viejo pensamiento mío que de vez en cuando reaparece entre las tinieblas de la noche más oscura) y echo de menos que los compañeros del periodista inconformista con la realidad que cubrían la rueda de prensa, no emularan la mítica escena de la emblematiquísima película (obsérvese la importancia de la misma en la existencia de la escribiente, en la ligera exageración descriptiva) “El club de los poetas muertos”, y cada uno de ellos se hubiera subido sobre sus sillas dejando caer sus zapatos al suelo, en un acto solemne y en señal de solidaridad para con el valiente que expresó con un gesto, lo que muchos callaran siempre.


“Oh, capitán, mi capitán”

08 marzo 2009

Silencio

Callé por miedo a no gustar, asumiendo que la situación se me había escapado de las manos y sintiéndome manipulada por quienes conocían mi condescendencia. La desazón me quema el esófago como el vómito lo irrita cuando es frecuente.

Desolada me siento, responsable de mi falta de autonomía “Debería hacer más”, me decía mientras ocurría y mi cobardía me gobernaba. “Ahora podría decir algo, aunque no les guste, aunque me los ponga en contra”, pero no lo hice. Callé.

Desde la distancia de lo acontecido, aún se apodera de mí una profunda tristeza cada vez que pienso en ello. Aplomada por ocultar mis pensamientos, y que otra persona en mi lugar fuera señalada por el dedo inquisidor, injustamente.

“Si, a veces tengo la necesidad de liberarme y el modo en que lo hago me satisface, pese a que los demás no lo compartan conmigo”. No me atreví a decir. Callé.

Cuando aplauden mi aparente saber hacer, dirigen mis pasos hacia caminos que no quiero recorrer y que desembocan en la perfección. Soy imperfecta. Lo demuestro todos los días. Humana.

“Ved en mí, aquello que no imaginaríais, y que en otras personas resultaría obvio”.
Desalentada viví los siguientes segundos después de producirse el hecho. Impotente porque todas las miradas de reojo recaían sobre una chica con la cara llena de piercings y ropa rasgadas con intención, convirtiéndola en la autora de la circunstancia que nos envolvía, siendo yo la única culpable. Un profundo olor a alubias condimentadas con mucho ajo y unas gotitas de limón agrio planeaba en el interior de nuestras fosas nasales. Silencio.

A mi izquierda, mi jefe y un cliente de la empresa; detrás de nosotros una señora con su hija, y a mi derecha, la chica del reproductor MP3, ajena al estruendo seco que había invadido el ambiente.

El ascensor se detuvo en nuestra planta. Respiré aliviada, no porque el olor de mis flatulencias me moleste, pues fiel consumidora soy de ellas, si no por estar más cerca de zambullirme de cabeza en el olvido de mi nula solidaridad.

No sabrán que he sido yo, ni mucho menos que me encanta dejar correr el aire que almaceno, aunque a veces no pueda controlarlo y se me dispare el muy traicionero.

01 marzo 2009

Sueño

Mientras duermo el mundo sigue su curso sin mí.
Me adentro en los sueños y vivo la vida de otra manera, condensándose todo a lo que me he expuesto a lo largo del día, en historias surrealistas inconexas entre ellas. A veces, las que más, soy espectadora de secuencias en blanco y negro de todos los géneros; otras, la protagonista involuntaria de las majaderías de mi cerebro.

Imágenes sordas; personas que hablan sin mover la boca. Oigo sus voces, las recuerdo, en caso de que las conozca; o las imagino, si se tratan de personajes creados por mi mente que tal vez existan en algún lugar o que olvidé.

Cataratas de emociones confluyen y la vida inconsciente empieza y acaba en varios segundos, intensa; sembrando la simiente de la que surgirán interpretaciones, acertadas o desacertadas. La teoría infundada de lo soñado; la explicación de la incoherencia; su significado.

Al despertar, todo permanece igual aparentemente. He perdido varias horas vividas del modo convencional; he vivido varias horas en la tierra donde las tinieblas cubren el espacio y la luz se abre paso, en tanto que mi cuerpo va notando la influencia de los sueños.