15 marzo 2009

En un lugar de Asia...


En un lugar de Asia, de cuyo nombre no quiero acordarme… tres años de cárcel cuesta tirarle dos zapatos del 43 al hombre que ha invadido el lugar, desencadenando atentados diarios (muertes, dolor, sufrimiento), creyéndose el “elegido” por la divinidad para salvar a parte del mundo (la otra parte no nos dejamos) a lo Robin Hood de los bosques de Sherwood y Barnsdale, en posesión de un desinterés profundo y con el único objeto de hacer el bien, y si en tan altruista acción, los esfuerzos realizados son recompensados con un poquito de líquido negro, de ese que les sobra a los que padecen la transcendencia de sus decisiones salvadoras, que nadie dude que Dios existe.


Afortunada ha sido la condena teniendo en cuenta que don arBUSto, tuvo el tino de esquivar los dos misiles envenenados de incomprensión y cólera y que a su eterno agradecido (actual presidente del territorio) por haberle quitado de encima a su antecesor (eliminado del mundo), podrían haberle parecido poco 1.095 días de encierro y haberlos aumentado o incluso arrebatarle la posibilidad al osado idealista, de volver a lanzar objetos a nadie con la efectividad de una muerte obligada.


Lanzar un zapato en tierras de cultura ancestrales, se contempla como una afrenta aun mayor que golpear a un semejante. Puestos a elegir, le hubiera salido más a cuenta al impetuoso periodista colorear los mofletes del sujeto en cuestión, a arriesgarse y no dar en el blanco. Al menos el sentenciado se consuela convenciéndose a si mismo de que esos tres años no serán en balde porque hizo lo que creía o creía lo que hacía.


Un halo de romanticismo ronda por mi mente (ese viejo pensamiento mío que de vez en cuando reaparece entre las tinieblas de la noche más oscura) y echo de menos que los compañeros del periodista inconformista con la realidad que cubrían la rueda de prensa, no emularan la mítica escena de la emblematiquísima película (obsérvese la importancia de la misma en la existencia de la escribiente, en la ligera exageración descriptiva) “El club de los poetas muertos”, y cada uno de ellos se hubiera subido sobre sus sillas dejando caer sus zapatos al suelo, en un acto solemne y en señal de solidaridad para con el valiente que expresó con un gesto, lo que muchos callaran siempre.


“Oh, capitán, mi capitán”

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No estaría de más, que el verdor de los bosques (alias Bush), intercediera por el periodista y los "zapatos" voladores se hubieran quedada en anécdota.

Claro, que cuando la guerra se convierte en hobby, una víctima más hace que el juego continue.

Un beso.

Uno dijo...

El mayor pecado de ese periodista fue fallar.

Breuil dijo...

Lo importante es el gesto. Algo hubiera pasado si todos tiráramos zapatos a esos políticos de profesión asentados en un escaño. Propongo una revolución zapateril (de zapato, no del otro). :P

Anónimo dijo...

Afortunadamente hay paises en los que si le tiras un pastel a un ministro, no pasa nada, y te dejan salir por la puerta sin perjucio alguno, y otros, como el caso de Irak, en el que dos zapatos mal apuntados, son tres años sin libertad... Tampoco es que fuera de la cárcel, les sobre el libro albedrío.

Más que una protesta, fue un pronto colérico, aunque bien es cierto, que si los demás hubieran hecho algo con sus zapatos, el periodista se encontraría menos solo en prisión.

Un beso.

Anónimo dijo...

Excelente la referencia cinematográfica, aunque hay que ver lo que ha cambiado el chiquito que me enamoró entonces, en House.

Los años no pasan en balde para nadie pero hay cosas que permenecen invariables en nosotros y en Bush es esa sonrisilla que asoma a su cara y que da la impresión que se está mofando de todo el que le mira. Tampoco su conducta ha variado demasiado, y es que el que nace guerroso, guerroso muere y entre que sucede lo uno y se desencadena lo otro, "paramales", nos lluevan.

Un beso.

Anónimo dijo...

La responsable directa del acto del periodista es la Madre Tierra y los demás son víctimas. Si la naturaleza no "fabricara" petróleo, el ex-presi, no lo querría para sí, ni para obtenerlo declararía guerras, ni las consecuencias de las mismas las sufrirían periodistas que indignados tiraran objetos identificados...

Opto por el pastel, para la dulcificación de la vida.

Un beso.

Daniela Haydee dijo...

CARLOSIDEAL: El serñor Bush, es muy respetuoso con las leyes de paises ajenos, y por eso ha dejado hacer a la justicia iraquí... ;).

Aunque ni tu y yo nos lo creamos, quizás algún día se fragüe el milagro.

Un beso.

UNO: Dejate tú, que si le llega a dar, no lo cuenta al día siguiente :)

Saludos primaverales.

BREUIL: Yo me apunto a tirar pollos de goma en plena sesión, que con la comida no se juega :)

Un abrazo.

SOFÍA SAAVEDRA: Cierto, entre cárcel y perifería no debe hacer demasiad existencia, pero al menos fuera, eliges el patio en el que quieres estar ;)

No es mala idea, ¡todos a la cárcel!

Besos.

LA FRUFRÚ: Ahora que lo mencionas, nunca le he visto serio... Es el hombre de la felicidad perenne.

Un beso.

ZIMBAGÜE: En realidad el origen real de todo, se está reproduciendo con el Accelerador de partículas y cuando sepamos exactamente lo que ocurrió, ya tendremos al culpable del zapatazo ;)

Un beso.