Me caí de un guindo, seamos honestos, y tan fuerte fue el golpe que recibí en la cabeza, que perdí el juicio inevitablemente.
No sé lo que me entró en el cuerpo, por lo pronto, un calor ascendente que culminó en mi rostro, retratándose en las mejillas.
Precisar que me puse colorada, definiría sutilmente el rojo pimiento adoptado en pocos segundos, los que tardé en enamorarme locamente de él.
He borrado los recuerdos irrelevantes de aquel encuentro, nada era ni tan ni más importante que él. Solo puedo afirmar que fue mirarnos y toda yo me encendí. No exagero un ápice si confieso que hasta lugares estratégicos, comprendí con la práctica después, empezaron a palpitarme.
Me enamoré, me enamoré y me enamoré. Fue al instante, sin elección, y a él le gustó tanto mi evidencia, que se sirvió de ella para substraerme el jugo, y bebérselo hasta la última gota.
Las locuras que hacemos abanderadas por el amor, se reconocen como tales cuando el amor ya no existe, entretanto son muestras de “cuanto te quiero”, y le quise tanto, pero tanto, tanto, que me dejó seca.
Cuando acabó conmigo continuaba siendo un memo, ni siquiera nuestro romance planeado, le procuró un poco de desparpajo intelectual, acostumbrado a solucionarlo todo con su encanto. Ese año me eligió a mí y gracias a su acierto, aprobó la secundaria y ahora es ingeniero, igual que yo, aunque sé, que para asegurarse resultados en la facultad y no depender exclusivamente de mis excelentes conexiones neuronales, ocupó camas ajenas a las que improvisábamos, cuando estábamos solos.
Me arrastró a una relación inexistente, a una profesión que cada día me gusta más, y me dejó sin salvavidas ni analgésicos para el dolor.
El que alterna el blanco y el rojo es él ahora.
Se encontró conmigo sabiendo que lugar iba a ocupar en su vida y trató de ponerme de su parte, utilizando las mismas armas seductoras del ayer, pero ya no me caigo de guindos. Aprendí a sujetarme a las ramas la primera vez, aunque no fuera exactamente lo que hiciera.
Soy su jefa, es mi subordinado y creo con la honradez que cabe en mi cuerpo, que “todo” mereció la pena, por verle a mis pies.
24 abril 2011
17 abril 2011
Moon river
Mi escena cinematográfica legendaria. Quiero asomarme a la ventana mientras escribo sobre mi vecino de abajo, cuando oíga la voz melancólica de un hombre entonando un fado y descubrir que sentado en el aféizar, está él con su bandolina. Él, que descompone mis noches de sueño y que desde que le conozco me tiene desconcertada su bohemia vida. Él, que no sabe que yo soy lo que quiere y que conmigo dejará de ser ambulante porque en mí hallará su lugar. Despertará mi ternura y sonreiré y cuando él mire hacia arriba distraido, se encontrará con mi mirada Hepburniana (la más bonita del mundo). Ninguno de los dos los sabemos aún (nos tienen que pasar muchas cosas por separado), pero la lluvia nos unirá para los restos.
10 abril 2011
Altos vuelos
Estoy tan protestona como los eurodiputados que durante esta semana, les he oído decir de todo menos coherencias, respecto a la propuesta de que para rebajar costes (estamos en época de cambios), en lugar de viajar en “Clase Business”, lo hagan en “Clase Turista”, como la plebe (orgullosa de serlo). Los de derechas expresan su malestar manifestando que, por su trabajo, hacen tantos viajes a lo largo del año, que las condiciones en la que tienen que hacerlo han de ser óptimas (lujosas), para poder desempeñar bien su tarea (sentarse en la eurocámara a dormir la siesta, en caso de no haber decidido ese día hacer turismo por la ciudad). Si ellos no valoran el trabajo de los demás, el suyo deja mucho que desear. Quienes levantan paises son los de a pie, no los que se pasan media vida en aviones. Los de izquierdas (y alguna de derechas) argumentan que no tendrían incoveniente en viajar en “Clase Turista” en vuelos cortos (de media hora), pero que para viajes largos (de una hora en adelante) la “Clase Busisness”, es la más adeucada. Adecuado sería que todo aquel al que le guste viajar, entre los que no me encuentro, pudiera hacerlo subvencionados por el resto del pais, aunque los fines no fueran los mismos. Igualdad social. Opino yo (que para eso tengo este espacio), si el problema es que la “Clase Turista” no es tan cómoda, ¿por qué no solucionamos “eso”, beneficiándonos a todos y empezamos a viajar como señores y señoras, aunque algunos los seamos más que los que se lo consideran? Estoy a punto de ponerme malvada. Propongo que los eurodiputados, diputados y políticos en general, que quieran complacerse de cava y caviar en sus desplazamientos, paguen la diferencia entre “Turista” y “Business”. El objetivo de nuestro trabajo no es que unos trajeados disfruten en sus viajes, sino vivir, y si los plebeyos nos adaptamos a las circunstancias, los amigos de las nubes deberían hacer lo mismo. Solidalidad.
03 abril 2011
Solo pienso en ti
Si el enamoramiento es un proceso bioquímico (por …isima vez insisto en que no se trata de otra cosa) en el que intervienen neuroconectores, hormonas y segregaciones, precursores de que nuestro cuerpo reaccione al estímulo, entendiendo por estímulo, la persona que nos ha flechado, el olvido es un proceso mental que va desactivando (deshaciendo) todo lo que la bioquímica ha provocado en nuestro organismo, hasta que éste vuelve a la normalidad y retoma el estado en que se encontraba antes del enamoramiento.
Difícil es olvidar o atenuar lo que se siente hacia alguien cuando el proceso bioquímico se ha completado, porque somos vulnerables al dolor, y porque tenemos que hacer algo que no queremos: sacar de nuestra vida al “elemento”. Acordándome de una película “Olvídate de mí”, en la que los protagonistas ponen en práctica un sistema de borrado revolucionario, para olvidarse el uno del otro (su relación sentimental), se me ocurren “ejercicios prácticos” a tener en cuenta, para que el olvido se produzca, y sin percatarnos, no recordemos con tanta insistencia a quien tanta importancia tiene para nosotros:
1.- Si no podemos dejar de pensar en alguien, sustituir este pensamiento perpetuo en otro que verse sobre algo que nos entusiasme o nos pueda entusiasmar (como organizar un viaje; una excursión o redecorar la casa cambiando los muebles de sitio).
2.- Evitar pasar por calles por las que sabemos que nos podríamos encontrar al “sujeto objeto de nuestras intenciones” (su casa, su trabajo, sus lugares de ocio, su barrio...) o nos puedan traer el recuerdo que no necesitamos en nuestra vida.
3.- Mantenernos ocupados con actividades que requieran de nuestra atención (restaurar muebles, trabajar la arcilla; hacer crucigramas; cuidar de una planta; tirarse en parapente...).
4.- Si vamos en coche, elegir programas donde no haya música y en ningún caso, poner emisoras musicales en las que pueda sonar la canción que cuente nuestra vida.
5.- Caminar con la cabeza en alto, mirando al frente. Contemplar escaparates o la arquitectura de la ciudad, fijándonos en pequeños detalles sin importancia (como el tejado de una casa, una farola rota...)
6.- No auto-comparecernos ni sentirnos desgraciados porque nuestra suerte no es la que queremos. Esto es lo que nos ha tocado vivir en este momento y es lo que tenemos que asimilar ahora. Llegaran otros momentos a su debido tiempo.
7.- Desplazar la tristeza con nuevos proyectos. La vida no termina cuando tenemos que olvidar, se renueva sin cargas ni pesos innecesarios.
Me habré dejado en el camino unos cuantos “ejercicios prácticos” y sugerencias, pero doy fe de que las expuestas funcionan si se utilizan con disciplina y constancia. Al final, dejamos de pensar en quien no debemos si queremos estar bien emocionalmente, casi sin percibirlo.
Cuando los pensamientos no nos conducen a ningún sitio, ¿para qué tenerlos?
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