
He tenido un error en el trabajo, subsanable (pero que no debería haberse producido) y sin consecuencias negativas o graves. Errar agudiza los sentidos y hace que actuemos con rapidez y sin ofuscamientos para resolver con la poca eficacia empleada en la consecución del error, el mismo.
Esto me ha hecho volver al día de “actos” y analizar lo ocurrido: hice lo que hice mal sin pensar lo que estaba haciendo, de forma mecánica. Mecanizarse en el trabajo es síntoma de cansancio y tedio, y yo pecaba de ambos… Probablemente volverá a ocurrir (cansancio y tedio), pero ahora estaré más atenta.
Recuerdo que en mi tierra natal (esa que el Mediterráneo bordea), tenía un compañero de trabajo (repartidor de pastelería) que se dejó la puerta de la camioneta abierta y al arrancar a la velocidad a la que solía hacerlo todo (de lo que yo era consciente, “todo” es demasiado de mucho) roció el asfalto de barras de pan y algún que otro dulce que estomago no conocería. Fue un trayecto corto, casi al minuto, por el retrovisor vio que la carretera cambiado el gris por el crujiente.
Los errores no tendrían sentido sin no sucumbieramos a ellos.
Os cedo el testigo.
¿Sois perfectos o tan imperfectos como yo?