Al terminar conversación con chico sobre “aspectos laborales”, una madre (soltera de cuarenta años con noches locas fructíferas) se me acerca y me dice con cara lastimera:
-Ay hija que lástima, con lo mono que es y está con un tío.-La repruebo con la mirada.- Aunque eso no importa, que se acueste con quien quiera… Ey, que yo también me he acostado con una tía, era una muy amiga mía… Yo acaba de dejarlo con mi ex y estaba deprimida, nos emborrachamos una noche y nos enrollamos. Cada vez que nos acordamos de esa noche nos partimos el culo… Con lo que a mí me gustan los tíos.
Una de las cosas que me molestan de los “seres respirantes” es la vehemencia con que reafirman su sexualidad. Me repatean los hombres que afirman ofendidos “yo soy muy macho” si se les insinúan que podrían gustarle otros hombres, y las mujeres que ante la misma observación aseguran “a mí solo me gustan los hombres” con prepotencia.
Mi teoría al respecto es que todos (sí, ya sé que abarco a mucha gente, pero lo creo ciegamente) somos bisexuales y que tendemos a desarrollar una sola tendencia, aunque sería más satisfactorio utilizar las dos.
Nos enamoramos de personas (por una vez no destriparé el amor a través del proceso bioquímico del mismo, aunque también sea otra de las cosas en las que creo), de lo que hay dentro de ellas, no del aspecto que tienen o de lo que adorna sus bajos… UTOPIA.
Sobreestimamos nuestra capacidad amatoria y damos por sentado que solo nos gusta lo que conocemos, sin concebir que nos nazcan sentimientos por personas que utilicen las misma ropa interior que nosotros. En la alternancia está el gusto y no es deshonroso mostrar las amplias miras que tenemos.
En definitiva, que cada cual haga o sienta lo que le parezca pero que no desprecie lo que hay dentro de sí mismo y se crea más por ser tan poco.
29 enero 2012
22 enero 2012
Miradas
08 enero 2012
Maneras
Las féminas que trabajan (trabajamos) en oficinas (recepcionistas, secretarias, administrativas…) y hasta las que lo hacen de cara al público (yo misma toda la vida), son pasto de seductores potenciales, que mientras esperan a que el mandamás de turno se digne a atenderlos, se distraen contando la parte de su vida más amable, y ensalzando las cualidades de la bendita que soporta el soliloquio con paciencia, aunque los susodichos no las conozcan en absoluto y no tengan criterio suficiente para emitir un juicio sobre las mismas.
La intervención del manifestante acaba con una invitación fuera del ámbito laboral a las que a esas alturas han sido beatificadas en el Vaticano.
En situaciones como estas soy cortante y delimito los espacios vitales, “mi espacio es este, el tuyo búscalo si no lo encuentras… lejos de mí”.
Me incomoda hasta la extenuación las personas que se acercan tanto para hablar que no dejan correr el aire entre las narices y las que rodean los hombros en la búsqueda de una complicidad inexistente e inapropiada, otorgándose licencia para ello.
Cuando invaden mi espacio vital, se me remueven las entrañas y salto como un resorte.
Una combinación de ambas cosas (seductor potencial venido a menos + acercamientos improcedentes) se reúne en una persona a la que tengo que ver más de lo que quisiera.
El sujeto aparece con la que debe considerar su mejor sonrisa (siempre la misma); entabla conversación (acribilla a preguntas personales que no obtienen respuestas); se topa con un muro bastante más alto que él (y no me refiero a la distancia que nos separa del suelo a ninguno de los dos) e infranqueable. Se insinúa; me aburro…
-…yo era independiente hasta que me cazaron –El tono que emplea es despectivo. Vomitivo- pero si quieres me dejo cazar otra vez.
En sus ojos aparece un halo de libertinaje y lujuria. Muestro indiferencia. Habitualmente no estoy para tonterías.
-¿Seguimos con esto?-“Esto” son las cuentas entre proveedor y cliente.
Censuro ciertos comportamientos inadecuados (desde mi perspectiva), producto de la imprudencia y de un complejo donjuanerotenorio asumido. Tirarle los trastos a un tercero/a teniendo en casa espacio para guardarlos nada más que por que sí, me hace dudar de la caridad humana y pensar en “sentimientos” plastificados.
En estas divagaciones estaba cuando me juzgo injusta por deleznar la libertad con la que algunos se conducen en la vida… Muy a su manera, sin tener en cuenta las maneras de los demás y mucho menos de quien duerme a su lado, en caso de que los ronquidos le dejen pegar ojo. ¿Qué más me da a mí?
El “elemento” objeto de mención, no me gusta, no me atrae, razón por la que me pregunto si me mostraría indulgente y empática si se tratara de uno de mis “adonis” particulares (esos que no se pueden tocar porque pertenecen al mundo de la ficción y que solo existen para que la baba se caiga), para no herir sentimientos (en donde sea que residan, si es que residen en alguna parte de su constitución).
No caigo en tentaciones ligadas a otras vidas, aunque se revistan de chocolate negro 100% puro cacao. En este caso, lo dejamos en chocolate blanco, para a quienes gusten de vez en cuando tomar un trocito.
Respuesta a mi retórica inicial con observación práctica: si al menos hiciera uso de la modestia consideraría mi crudeza (no así mi “saber hacer”) y hasta dejaría de fulminarle con la mirada (para lo que me sirve).
Los prepotentes me superan.
La sencillez me ablanda y cautiva.
Las circunstancias me detienen o me dan alas.
A veces vuelo.
La intervención del manifestante acaba con una invitación fuera del ámbito laboral a las que a esas alturas han sido beatificadas en el Vaticano.
En situaciones como estas soy cortante y delimito los espacios vitales, “mi espacio es este, el tuyo búscalo si no lo encuentras… lejos de mí”.
Me incomoda hasta la extenuación las personas que se acercan tanto para hablar que no dejan correr el aire entre las narices y las que rodean los hombros en la búsqueda de una complicidad inexistente e inapropiada, otorgándose licencia para ello.
Cuando invaden mi espacio vital, se me remueven las entrañas y salto como un resorte.
Una combinación de ambas cosas (seductor potencial venido a menos + acercamientos improcedentes) se reúne en una persona a la que tengo que ver más de lo que quisiera.
El sujeto aparece con la que debe considerar su mejor sonrisa (siempre la misma); entabla conversación (acribilla a preguntas personales que no obtienen respuestas); se topa con un muro bastante más alto que él (y no me refiero a la distancia que nos separa del suelo a ninguno de los dos) e infranqueable. Se insinúa; me aburro…
-…yo era independiente hasta que me cazaron –El tono que emplea es despectivo. Vomitivo- pero si quieres me dejo cazar otra vez.
En sus ojos aparece un halo de libertinaje y lujuria. Muestro indiferencia. Habitualmente no estoy para tonterías.
-¿Seguimos con esto?-“Esto” son las cuentas entre proveedor y cliente.
Censuro ciertos comportamientos inadecuados (desde mi perspectiva), producto de la imprudencia y de un complejo donjuanerotenorio asumido. Tirarle los trastos a un tercero/a teniendo en casa espacio para guardarlos nada más que por que sí, me hace dudar de la caridad humana y pensar en “sentimientos” plastificados.
En estas divagaciones estaba cuando me juzgo injusta por deleznar la libertad con la que algunos se conducen en la vida… Muy a su manera, sin tener en cuenta las maneras de los demás y mucho menos de quien duerme a su lado, en caso de que los ronquidos le dejen pegar ojo. ¿Qué más me da a mí?
El “elemento” objeto de mención, no me gusta, no me atrae, razón por la que me pregunto si me mostraría indulgente y empática si se tratara de uno de mis “adonis” particulares (esos que no se pueden tocar porque pertenecen al mundo de la ficción y que solo existen para que la baba se caiga), para no herir sentimientos (en donde sea que residan, si es que residen en alguna parte de su constitución).
No caigo en tentaciones ligadas a otras vidas, aunque se revistan de chocolate negro 100% puro cacao. En este caso, lo dejamos en chocolate blanco, para a quienes gusten de vez en cuando tomar un trocito.
Respuesta a mi retórica inicial con observación práctica: si al menos hiciera uso de la modestia consideraría mi crudeza (no así mi “saber hacer”) y hasta dejaría de fulminarle con la mirada (para lo que me sirve).
Los prepotentes me superan.
La sencillez me ablanda y cautiva.
Las circunstancias me detienen o me dan alas.
A veces vuelo.
01 enero 2012
Decepciones
Hay pequeñas grandes decepciones en la vida; pequeñas desde la perspectiva de la distancia en el tiempo, la importancia desaparece cuando muchas lluvias han regado los campos; grandes por el fervor con que tambalean nuestro mundo, desorganizando lo que años hemos tardado en clasificar y etiquetar en nuestra cabeza.
Una decepción (los más apropiado sería considerarlo chasco) se suma a las que se quedaron atrás, y buscando entre ellas la que más “trastorno” me pudo ocasionar para apaciguar la nefasta sensación de la más reciente, reparo en que el impacto de la misma hizo que me creciera ante la adversidad hasta hacerme tan grande que me sentía cómoda en mi nuevo tamaño.
Expectativas incumplidas, ilusiones rotas sobre alguien o algo que queríamos que ocurriese. Las decepciones no son nada más que eso (simplificándolo a la mínima expresión, por supuesto) y si no esperáramos más de lo que somos capaces de ver que puede llegar, los chascos serían menos. Aun así, he abierto los ojos y a partir del “día de autos” voy con cautela.
Empiezo el año avispada, pero no a consecuencia de substancias químicas en el cuerpo (tengo complejo de manzana… sana) sino por encontrarme en máxima alerta.
Feliz Año Nuevo a todos.
Una decepción (los más apropiado sería considerarlo chasco) se suma a las que se quedaron atrás, y buscando entre ellas la que más “trastorno” me pudo ocasionar para apaciguar la nefasta sensación de la más reciente, reparo en que el impacto de la misma hizo que me creciera ante la adversidad hasta hacerme tan grande que me sentía cómoda en mi nuevo tamaño.
Expectativas incumplidas, ilusiones rotas sobre alguien o algo que queríamos que ocurriese. Las decepciones no son nada más que eso (simplificándolo a la mínima expresión, por supuesto) y si no esperáramos más de lo que somos capaces de ver que puede llegar, los chascos serían menos. Aun así, he abierto los ojos y a partir del “día de autos” voy con cautela.
Empiezo el año avispada, pero no a consecuencia de substancias químicas en el cuerpo (tengo complejo de manzana… sana) sino por encontrarme en máxima alerta.
Feliz Año Nuevo a todos.
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