Cuando escribo tengo la costumbre de tararear, sin darme cuenta, la melodía de una serie de televisión que emitieron hace varias décadas (más de dos).
“Anillos de oro” era el reflejo de una sociedad que empezaba a adaptarse a lo que entonces se consideró un paso importante (grande y muy necesario) en España y que hoy sin duda lo es: la ley del divorcio.
Con siete u ocho años, pensaba que hombres y mujeres estaban en el mundo para casarse y tener hijos (ley de vida); que cuando alguien contraía matrimonio, era imposible que uno de los dos cónyuges se enamorase de otra persona, porque vincularse a alguien con un anillo, suponía la aniquilación de cualquier tipo de sentimiento amoroso hacia un tercero; que separarse (el divorcio era un término empleado en círculos reducidos, preferentemente con poder adquisitivo medio – alto) era una modernidad que pasaría de moda, como ocurre con las tendencias de todas las temporadas; y que dedicarse tiempo a uno mismo era un brote de egoísmo insultante por la exclusión de otras personas en esos ratos de ocio.
A esa edad me hubiera encadenado a la misma persona hasta la eternidad, porque esa era mi función en la vida, además de la de cuidar de los hijos que tuviera y dedicarme enteramente a la familia, sin momentos para mi propio regocijo, porque mi satisfacción debía ser la de hacer bien mi papel de esposa y madre.
Mujer que ha cuidado de sus hijos, renunciado a su profesión, cuando estos ya se valen por si mismos, abre un bufete con el mejor amigo de su marido, en la casa de dos hermanas mayores, devotas de todos los santos habidos y por haber, que no transigen con el divorcio. Entre la mujer casada y el mejor amigo de su marido, nace una complicidad (que a veces se confunde con cierto sentimiento prohíbo entre dos que no están casados), poco habitual en los inicios de los años 80.
Esa serie varió mi corta visión de la vida, y me amplió las miras.
Lo establecido no siempre es lo más conveniente, solo lo que se suele hacer.
Esta es la música que acompaña mis palabras. La que me insta a pensar que las cosas pueden ser distintas y que puedo elegir como quiero que sean.
“Anillos de oro” era el reflejo de una sociedad que empezaba a adaptarse a lo que entonces se consideró un paso importante (grande y muy necesario) en España y que hoy sin duda lo es: la ley del divorcio.
Con siete u ocho años, pensaba que hombres y mujeres estaban en el mundo para casarse y tener hijos (ley de vida); que cuando alguien contraía matrimonio, era imposible que uno de los dos cónyuges se enamorase de otra persona, porque vincularse a alguien con un anillo, suponía la aniquilación de cualquier tipo de sentimiento amoroso hacia un tercero; que separarse (el divorcio era un término empleado en círculos reducidos, preferentemente con poder adquisitivo medio – alto) era una modernidad que pasaría de moda, como ocurre con las tendencias de todas las temporadas; y que dedicarse tiempo a uno mismo era un brote de egoísmo insultante por la exclusión de otras personas en esos ratos de ocio.
A esa edad me hubiera encadenado a la misma persona hasta la eternidad, porque esa era mi función en la vida, además de la de cuidar de los hijos que tuviera y dedicarme enteramente a la familia, sin momentos para mi propio regocijo, porque mi satisfacción debía ser la de hacer bien mi papel de esposa y madre.
Mujer que ha cuidado de sus hijos, renunciado a su profesión, cuando estos ya se valen por si mismos, abre un bufete con el mejor amigo de su marido, en la casa de dos hermanas mayores, devotas de todos los santos habidos y por haber, que no transigen con el divorcio. Entre la mujer casada y el mejor amigo de su marido, nace una complicidad (que a veces se confunde con cierto sentimiento prohíbo entre dos que no están casados), poco habitual en los inicios de los años 80.
Esa serie varió mi corta visión de la vida, y me amplió las miras.
Lo establecido no siempre es lo más conveniente, solo lo que se suele hacer.
Esta es la música que acompaña mis palabras. La que me insta a pensar que las cosas pueden ser distintas y que puedo elegir como quiero que sean.
10 comentarios:
Este es el mayor avance que ha dado la sociedad española. Si me apuras mejor que la invención de la lavadora
:P
No me puedo imaginar lo desgraciada que sería yo ahora mismo si persistieran los cánones y reglas sociales que inspiraron la serie, de la que fui ferviente seguidora, por cierto.
Un besazo Dani.
La ley de divorcio me cogió a tu edad más o menos, pero no fui consciente de tu importancia ni beneficios hasta mucho después.
Para mí divorciarse era un capricho y odia decir a los demás que los jóvenes de entonces no tenían aguante y se separaban enseguida. Sobre todo, se nos acusaba a nosotras de no ser mujeres como dios manda.
Menos mal que vivimos en otros tiempo :P
Nos han tocado vivir tiempos mejores, pero los de nuestra quinta no tenemos el esperitu revolucionario de antes, y no te creas qeu en esotos tiempos cómdoos hay tanto que arreglar que nos convienen hasta cierto punto.
El divorcio es muy buena medida, epro con tantas facilidades, nos tomamos la vida muy a la ligera.
La serie muy buena, como Turno de oficio o Segunda enseñanza :)
Un beso.
La mayoria de venenos tiene antídoto y el divorcio lo es del matrimonio. Las mordeduras de serpiene son peligrosas y no va con segundas :)
Un abrazo
No me aceurdo demasiado de la serie y no sé si la vi entera o a trozos desde luego, no me marcó como a ti.
El hombre llevaba el pan a casa y reñia a losniños cuando se portaban mal. Ellos si disponian de ocio porque después de tanto trabajar lo necesitaban y si se iban con otra mujer, es que la suya no era buena. Mentes cerradas.
Qué tiempos aquellos :)
Un beso.
FIEBRE: Voy a acabar pensando que el matrimonio es bueno solo porque existe el divorcio.
La semana pasada, mientra escribía, recuperé por internet el primer capítulo de la serie. Cambia la estética (creo que afortundamente) pero los diálogos no son nada anticuado, me parecen verdades monumentales que aún persiten hoy.
Un besazo para tí :P
SOFÍA SAAVEDRA: Ignoro como Dios manda que seamos, pero seguro que no les gustaríamos tontas :P
Un beso.
LA FRUFRÚ: Generalizar está muy mal, pero me atrevo a decir que vivimos la vida que queremos, los que podemos, y aún así a veces no estamos contentos, porque pensamos que podría ser mejor. Es tan bueno lo que tenemos, que no lo valoramos suficientemente.
En la libertad de cada uno está tomarse su exisencia como quiera.
Un beso.
ZIMBAGÜE: Somos menos teatrales. Improvisamos más con tendencia a vivirlo todo sobre la marcha.
Esto ocurre con la mayoría. Los arraigados en la "educación antigua" me producen cierta tristeza, porque no alcazan a ver qe hay más que lo que tienen y mejor que a lo que aspiran.
Un abrazo.
CARLOSIDEAL: Has dado en el clavo. Tomarnos las mismas libertades que los hombres nos hacia malas mujeres... unas frescas sin sentimientos ni padecimiento.
Lo "moderno", nos siempre está bien visto. Los cambios asustan.
Un beso.
Pd: que serio te pones a veces.
La música suena un poco vieja :-P
La serie sin duda despertó al muchos de su letargo y mostró que otras versiones del mundo, que habían concebido hasta ese momento, eran posibles.
Fue una serie que me gustó. Yo no pienso en el divorcio, tampoco pienso en el matrimonio.
Saludos desde tu pueblo
Te pego la canción de otra serie algo posterior en el tiempo a "Anillos de oro" que a mi me gustaba mucho.
Tristeza de amor
UNO: Fue el reflejo adelantado de la sociedad que tenemos ahora.
Pensar en nada, no produce quebraderos de cabeza :P
"Tristeza de amor", también me gustó mucho, pero no me impactó tanto como "Anillos de Oro".
La canción es muy buena. Los cantautores actuales no sintetizan tanto "lo profundo".
Saludos desde tu pueblo, ocureciendo.
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