28 febrero 2010

Aquellas pequeñas cosas


Xynthia llegó, nos despeinó (en el mejor de los casos) y se fue con aire de señoritiña, a ejercer su despotismo a otra parte. La “tormenta perfecta” nos dejó algo desperfectos, pero tras su marcha, he vuelto a ver el sol, al que creía desterrado desde principios de diciembre.
Cuando lo habitual se torna poco probable, es el momento de las pequeñas cosas, esas que todos tenemos y a las que no les prestamos atención, porque están demasiado cerca.
Después de la tormenta, siempre sale el sol (aunque no sepamos cuanto tiempo tarde en hacerlo).


21 febrero 2010

Deseo compartido

Anoche me cautivó una película que desconocía, con que el azar distrajo mi desvelo.

No creo en el destino, pero esa película se hizo para que yo también la viera y una tarde cualquiera escribiera sobre ella.

Vivir lejos de casa hace que queramos estar más cerca de ella, de la forma en que sea, y a veces no nos damos cuenta de que lo que deseamos está a nuestro lado, aunque no sea como lo pensamos.

La nostalgia no se sufre, se siente; los sueños, no se tienen, se crean; las historias no empiezan cuando se viven, sino cuando se inventan.

Perseguir ilusiones es intentar llegar a algún lugar, y si ese lugar no existe, convencernos de que no se está tan mal donde estamos.



14 febrero 2010

Cualquier día, cualquier hora

Nació en Roma (1), hijo de la gerente de una agencia matrimonial (2) y de un militar experto en conflictos bélicos (3), que pasaba más tiempo lejos que cerca de casa, para ahorrarse batallitas internas.

Incomprendido se sentía por no “ser” como los “demás”, aproximándose a la identidad propia a temprana edad. Su madre le recriminaba continuamente que pasara tanto tiempo revoleteando entre las nubes, en lugar de caminar por la acera como hacían todos los niños y siempre le repetía lo mismo: “A ver cuando dejas de hacer el indio y creces un poco”.

El tiro con arco era su especialidad, y menos cuando se equivocaba (hecho que ocurría con bastante frecuencia) daba en blanco…

Fue alumbrado en Grecia (4), de padres desconocidos, le criaron una “madame” que regentaba una empresa de citas a ciegas a la carta (5) y un intendente del ejército (6). Se sospechaba que sus padres podrían haber sido una mendiga (7) y un millonario (8) que se conocieron en la casa de la madame; una sereno (9) y un mulato (10), arrecíos de frío en un portal; la cartero (11) y un meteorólogo (12) (esa es historia para otro momento); o incluso la madame y el intendente, que aun habiéndose hecho cargo de su educación y manutención, la coquetería de la señora, no le permitía confesar su maternidad al mundo y discreción pidió al intendente, a cambio de proporcionarle las mejores citas.

Joven empezó a trabajar para su madre postiza (o real), en el departamento de recursos humanos (selección de personal) , y desarrollando su labor oyó hablar por vez primera de una psicóloga (13), que le estaba quitando la clientela a su madre, porque la belleza de sus palabras hacían que los señores que demandaban sus servicios, prefirieran escuchar los consejos de la muchacha, a pagar por efímera compañía.

Preocupada (envidiosa) la madame por el devenir de la empresa, le encargó al hijo que contratara a un gigoló para que sedujera a la facultativa, haciéndola perder así toda credibilidad delante de sus pacientes, pero cuando el putativo la vio, se enamoró de ella, y ese mismo día empezaron a vivir juntos.

Las hermanas de ella, celosas por haberse conseguido al chico por el que todas las mujeres suspiraban y algunas de ellas hasta más de tres veces seguidas, malmetieron en su relación hasta que él empezó a desconfiar de la chica, y la abandonó.

Ella no ha dejado de sufrir y luchar por su amor, pues el amor hizo que naciera su hija (14) ... Si el enano romano ese que se dedica a tirar flechas envenenadas, cuyo efecto sobre las hormonas es letal, no se hubiera equivocado de presa ese día, ella no padecería tanto... Y es que el amor duele.

A tener en cuenta:
(1) Cupido: Dios del amor, indio de las flechas (Mit.Romana).

(2) Venus: Diosa del amor, de la belleza y de la fertilidad. Narcisista total (Mit.Romana).
(3) Marte: Dios de la guerra. Convicciones acérrimas (Mit. Romana).
(4) Eros: Dios del amor y del sexo. Creador del popurrí sentimental (Mit.Griga).
(5) Afrodita: Diosa del amor, la lujuria, belleza, prostitución y reproducción… La más madame entre madames.
(6) Ares: Dios olímpico de la guerra y la violencia… Lo deportivo no hace daño (Mit.Griega).
(7) Penia: Personificación de la pobreza y la necesidad, que junto a Amekhania (desamparo) y Potkhenia (mediocridad), son como el trío La, La, La.
(8) Poros: personificación de la oportunidad, la conveniencia, y la utilidad… El fin justifica los medios (Mit.Griega).
(9) Nix: Diosa de la noche… Mundo de los dormidos (Mit.Griega).
(10) Érebo: Dios de la oscuridad y de la sombra, la buena y la mala (Mit.Griega).
(11) Iris: Mensajera de los dioses… Mi predilecta 1 (Mit.Griega).
(12) Céfiro: Dios del viento del Oeste… Mi predilecto 2 (Mit.Griega).
(13) Psique: Personificación del alma, mujer, mujer, mujer (Mit.Griega).
(14) Hedoné: Personificación del deseo sexual… Fuera botica (Mit.Griega).


07 febrero 2010

Carnaval


El poco interés que muestro por algunas celebraciones (entre otras cosas), ha hecho que no sepa de donde proceden (aunque me lo pueda imaginar, pues casi todo tiene origen en el cristianismo… casi todo lo que tengo en mente), como es el caso del carnaval.

Probablemente me lo explicaron alguna vez (años ha…), pero como no suelo prestar atención a lo que me aburre, lo único que sé es que en el colegio, durante una semana (a finales de febrero) nos hacían cada día dar la nota de una forma distinta, ya fuera con calcetines de diferentes colores; con un bigote pintado en la cara; con sombrero vaquero; o con un pañuelo de un determinado color al cuello, complementos, que a quienes éramos tímidos y teníamos el sentido del ridículo muy desarrollado, nos apabullaba… La finalidad era hacer que la semana transcurriera distendida y menos sosa de lo acostumbrado, con las pintas que llevábamos y contagiarnos de un espíritu que a veces no existía en nosotros, hasta la culminación en una fiesta al aire libre, en que podíamos elegir el disfraz que quisiéramos.

Reconozco que el día de la fiesta al aire libre con orquesta infantil (y canciones – juegos de lo más ridículos, hasta para mí siendo niña) no me disgustaba, aunque como todas la fiestas me aburría solemnemente al cabo de dos minutos, pero lo que me gustaba era la idea de ser “otra persona”, durante tres horas.

En años consecutivos he sido bailarina (con un tutú que me daba un aspecto de repollo); china o japonesa (tengo una edad para diferenciar los trajes propios de cada país, pero tampoco me interesa, el caso es que por mis ojos rasgados, podía pasar por lo uno o por lo otro); reinita (sí, como casi todas las niñas, yo también quise serlo); reinita otra vez (los disfraces eran caros, y cuando no te los prestaban, se repetían. Fui con el mismo vestido dos años seguidos, solo que el segundo año era una reinita atípica, porque el vestido me llegaba por los tobillos (mala cosa eso de crecer) y se me veían las “bambas”); sevillana (así se llamaba en mi época al vestidito de lunares, complementado con pulseras de plástico y un clavel en la cabeza).

Recuerdo especialmente la vez que fui vestida de catalana, con el traje típico de mi tierra, y el pelo recogido en una redecilla. Esa vez fui de mi misma pero en bonito, y no pasé frío con las enaguas, faldones, chaleco y chal por encima de los hombros. Además como llevaba las “espardenyes” de esparto, con calcetines de lana, no se me enfriaron los pies como en otras ocasiones.

Es carnaval en algunas partes, del latín “carnelevare”, abandonar o quitar la carne, o lo que viene a ser lo mismo pero actualizado a nuestros tiempos, no probar la carne durante la Cuaresma (también debería conocer el origen, pero aún no me interesa, lo dejo para otro momento). Para mí no es ningún suplicio la “no ingesta” de carne, no la como nunca.

Celebración pagana (¿cómo no?), con un alto grado de permisividad, en la que el disfrute se puede llevar al límite que un quiera así como los excesos. Es decir, el carnaval es un fin de semana cualquiera pero disfrazado de lo que no se es o de lo que se es pero no se dice… A saber.