La primera vez que oí hablar de Gilbert, fue de pasada. Quien lo mencionó, resultó esclarecedor, pero yo no podía creerlo, porque hay cosas que no pueden ocurrirme a mí (sobre todo si son buenas), por ser yo (insensatilla de mí):
“Entre tú y Gilbert existe una conexión que podemos establecer en una exhaustiva investigación”.
La investigación exhaustiva no llegó hasta tres años más tarde, cuando mentes inquietas trataron de descubrir porque mi piel no era amarilla (será que entre las lenguas que domino, no se encuentra el mandarín), teniendo los índices de bilirrubina rebasando el doble de lo recomendado (a Juan Luis Guerra, le subía y bajaba, dependiendo de si a quien él miraba, no le miraba).
Cuan conejillo de Indias (o de Cuenca, que también los hay), me sentí observada por cuatro ojos doctorados que se susurraban entre sí.
“Es curioso… no presenta un aspecto amarillento (insisto, para eso debería haber nacido en la parte del mundo correspondiente); esos dos faros que alumbran a los barcos el camino de regreso a casa, son tan blancos como la luna lo fue alguna vez (a la naturaleza gracias. Con las córneas canario y el color de mis pupilas, los faros iban a lucir la bandera brasileña a la inversa, y hasta donde mi entendimiento rinde, que es bien poco para la actividad que puede llegar a alcanzar si el tiempo me lo permite, no se me da bien la samba); su rostro es rosado como el de una manzana (sí, la que envenenó a Blancanieves… Deteniendo el pensamiento, mejor que acabando comiendo perdices con un príncipe soso, quietecita hubiera ofrecido un buen servicio social a los enanitos en sus pequeñas fantasías); y sus manos no tiene el color de los pollos… (se admite el cambio de género al gusto del consumidor).
Esta semana he sabido que Gilbert lleva conmigo cuatro años (como en aquel tiempo insinuó a quien no hice mucho caso, pues Gilbert me sonaba a película de Dicaprio (mi adorado Leo, a pesar de la fuerza de la gravedad, ¿“A quién ama Gilbert Grape?”), y estaremos juntos siempre. Nunca volveré a estar sola. Somos inseparables.
Gilbert es un síndrome sin importancia, de carácter crónico, que produce fatiga (atroz agotamiento); se detecta entre los 20 y 30 años (que nadie haga cábalas sobre mi edad porque la cambio cada año) y es muy común entre personas judias y extremeñas en un 5% o 10%... Siendo catalana, es como si me hubiera tocado la lotería sin haber vivido en Sort… Es hereditario (ahí la explicación).
Desde que tiene nombre, le he tomado cierto cariño (aunque sea prematuro) y me estoy acostumbrando a él paulatinamente, pese a que cuando se hace notar, acaba con todas mis reservas vitamínicas, y el suelo me parezca un buen elemento por el que arrastrarme. Pero incluso en esos momentos, me siento un ratito con él, y cuando se desvanece su ira, soy yo quien domina a mi querido Gilbert.
7 comentarios:
Dani, mi florecilla del jardín favorita, eso de que Gilbert esté todo el día contigo, no sé si me gusta, porque tan ocupada te tiene, que a lo mejor nos haces a un lado, pero tranquilo quedo, pues raices de esas tierras que habitas no tengo, y las otras tierras me caen lejos.
Los síndromes suelen producirme respecto, pero este tuyo me parece divertido, aunque no te divierta que se enfade :)
Un beso, florecilla de lis.
Soy a veces (aunque no lo parezca), tan disciplinada, y funcionaria of course...que ya espero los domingos para leer a Daniela "como parte de la pauta".
Este domingo venía "chisposa". Y hay cosas que con dos copas, mejor no "meneallas".
Hoy te retomo, y aún así, con calma, no te podría decir nada. Tengo la manía de leer.
Dios coja confesao al Gilbert eselosgüitos.
Voy a reventar el google, la wikipedia y lo que sea menester... y volveré Dani. Como la Scalett esa, hago un juramento je!
Tus médicos me encantan. A mi el mío no me habla de faros ni de alumbramientos en la noche. Eso sí, lo del pollo me ha parecido excesivo.
Si Gilbert no es malo, la bienvenida el doy a tu vida, ahora, que a la mía ni se acerque, bastante tengo con estos calores, para que además el susodicho me ataque ;)
Un beso.
Menos mal que Gilbert no es peligroso, porque en tres años, te hubiera hecho un despropósito.
Además de cansino, se sabe enconder bien en los recónditos del cuerpo.
Un beso.
Será tus apostillamientos, o tu forma de entender al síndrome, pero como por ahí han comentado, tu querido Gilbert, a los ojos de los demás, es un niño travieso, cuyas travesurillas, son divertidas.
Me alegra que te lo tomes así (eso del casancio excesivo, no me ha gustado tanto), y que hayas encontrado esa manera tan elocuaz (a la que por otra parte, nos tienes acostumbrados) de explicárnoslo.
Un beso :)
Pd: ¿DiCaprio? Bufff.
Jo, ¿ahora te quieres hacer china?
Ays, qué cosas tienes.
Paciencia con el amigo Gilberto. Parece que es un incomodo polizón pero no demasiado latoso. Tú controlalo, que no se pase un pelo :-)
CARLOSIDEAL: todo es compatible, hasta Gilbert con el resto del mundo.
Un nunca sabe, cuales son su raices más primitiva, no descanses hasta encontrar las tuyas, porque puede que un Gilbert esté a la vuelta de la esquina :)
Un beso.
FIEBRE: te agradezco la deferencia. Este espacio de todos, no sería lo mismo sin comentarios como los tuyos, en los que nuevos prismas se abren ante mis ojos, y nuevas percepciones sobre la realidad, aparecen :)
Gilbert, en si, no es nada de nada, por más protagonismo que le quieran dar en wikipedia.
LA FRUFRÚ: es que por ests tierras lo médicos son muy cariñosos... Bueno, tal vez me haya excedido un poco y no fueran esas sus palabras exactas, pero es tradución literal de sus tecnicismos.
Un beso.
ZIMBAGÜE: DiCaprio, Ufff, no. Dicaprio esplendido, vaya como avanzadilla.
Lo del síndrome me ha parecido chistoso hasta a mí, además de insólito.
un beso.
UNO: sí, ser china es la ilusión de mi vida, pero todavía no tengo el color adecuado.
Yo de ti, me andaría con ojo, yo he sido la primera en caer pero mañana puedes ser tú :)
Cuando Gilbert, si es que lo hace, come muchos espárragos, que me han dicho que va muy bien para lo mio.
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