La conocía desde mucho antes de haberla visto nunca. Ella era a quien esperaba sin saber que esperaba a alguien, por ello, cuando la vi caminando por la arena con los pies descalzos, asistiendo ambos al alumbramiento de un nuevo día, supe que había encontrado lo que ignoraba que necesitaba tanto. Dejé el café que me estaba tomando sobre la mesa de la terraza y bajé a la playa a reunirme con ella.
Se había detenido delante del mar. La ligera brisa de un junio en ciernes acariciaba suavemente sus cabellos rubios. Se volvió en mi dirección al notar la presencia de un extraño. Su tersa piel era dorada y desprendía un suave aroma a jazmín que aún ahora, puedo aspirar.
Me sonrió brevemente.
Bastaron dos segundos para saber que la amaría hasta el infinito.
Le faltó una vida para saber si me amaría.
Inspiración.