25 mayo 2008

Musa

Aquel verano aún me huele a mar; me sabe a sal; lo oigo gaviota; al tacto es suave; lo veo en una memoria cuyos recuerdos me he negado olvidar, como si de mí dependiera el proceso mental de almacenamiento y destrucción de vivencias.

La conocía desde mucho antes de haberla visto nunca. Ella era a quien esperaba sin saber que esperaba a alguien, por ello, cuando la vi caminando por la arena con los pies descalzos, asistiendo ambos al alumbramiento de un nuevo día, supe que había encontrado lo que ignoraba que necesitaba tanto. Dejé el café que me estaba tomando sobre la mesa de la terraza y bajé a la playa a reunirme con ella.


Se había detenido delante del mar. La ligera brisa de un junio en ciernes acariciaba suavemente sus cabellos rubios. Se volvió en mi dirección al notar la presencia de un extraño. Su tersa piel era dorada y desprendía un suave aroma a jazmín que aún ahora, puedo aspirar.

Me sonrió brevemente.

Bastaron dos segundos para saber que la amaría hasta el infinito.

Le faltó una vida para saber si me amaría.

Inspiración.

18 mayo 2008

Persuasión


Palabras. Son sólo palabras que dejo ir para que te encuentren y si te hallan y el rencor no es tan fuerte como lo son ellas, lograrán hacerse oír y bailaran en tu mente.

Pensarás que alguna vez no fue tan malo, que lo que quedó lo construimos al desistir de oírnos y querrás que lo que hubo vuelva a habitar en tus recuerdos. El corazón se te ablandará descubriendo que no me odias tanto como presumías hacer porque el dolor padecido es insignificante enemigo del amor poderoso. Por él oyes mi voz y eres anfitrión de mis palabras…

Palabras, sólo son palabras necesarias para que sepas todo cuanto quiero decirte, todo lo que en mi se contiene después de guarecerme de tu tempestad. Rayos y granizo cayeron, pues tu ira contra mí era inmensa pero amainaste al verme firme ante ti, como viejo roble que no se deja vencer por fuertes vientos.

Vuelves a oírme, vuelvo a ti humilde para que no desconfíes de quien fui. Veo tu sonrisa asomarse con incertidumbre a tus labios, tal vez te alegres de verme o no pensabas que tenerme enfrente pudieras desearlo tanto.
En tu rostro noto como tu interior va cambiando mientras mis palabras siguen sonando. Me invitas a entrar a nuestro antiguo hogar… Dudo, pero debe hacerlo si quiero recuperar lo que es mío, y tu lo estás siendo ya un poco. Te abandonas a mi conquista, entregándome tu alma; entregando tu cuerpo estimulado por miradas bien orientadas.
Casi eres mío. Estoy en tu casa, estás en mi terreno, sabes lo que quieres, sé lo que quiero. Rendido delante de mí, es el momento de pedirte lo que anhelo; de que mis palabras se detengan en tus oídos… Palabras, son solo palabras….

11 mayo 2008

El cuadro

Me empeño en pintar una ilustración del libro “Introducción a la pintura”, que he comprado por fascículos. Con la primera entrega, me regalaron las tapas duras y el pincel maldito.

Divido el lienzo en cuatro partes imaginarias que a la vez subdivido en cuatro partes más “para fijar el punto de inicio”, de la realidad distorsionada.

Mojo el pincel en agua ablandando las cedras y eliminando
cualquier resto de pintura que haya quedado adherido a ellas. Lo escurro bien contra la pared del recipiente y después introduzco la punta en el cian para restregarlo contra la paleta y evitar excesos de color.

Apenas las cedras toman contacto con el lienzo, deslizo el pincel suavemente trazando una forma ovalada. Esta vez he podido pintar más que las veces anteriores. Me confío mientras continuo tiñendo de color la blancura.

Trato de captar en la ilustración las siluetas, la luz, el grosor de la pincelada, todo cuanto debería haber aprendido a percibir… Sin embargo permanecen en mi ignorancia. Sólo veo un jarrón con flores y dos manzanas encima de una tabla. Las siluetas son obvias; la luz escasa por los casi inexistentes brillos del óleo y el grosor de la pincelada ni lo aprecio, pues pinto sobre pintado.

En mi condescendencia vuelve a ocurrir. El pincel empieza a ir arriba y abajo solo por la superficie y mi mano lo acompaña. No puedo soltarlo, cada vez que el endiablado actúa por su cuenta, poseído por un ente extraño, nos fundimos en una misma cosa. Consigo apartarlo del lienzo con malas ideas rondándome… ¿A ver qué haces con el amarillo? Lo lavo en varias ocasiones, eligiendo colores primarios, en esencia pura, pero el muy resabido los combina para crear su paisaje particular… Siempre paisajes, lo más complicado; lo que jamás seré capaz de pintar aún practicando cien años, por eso prefiero los bodegones, las imágenes sencillas, definidas, a los arbolitos, montañitas y derivados…

Siento el agotamiento en todo el brazo. Cada vez se mueve más deprisa y tengo los dedos entumidos. La ansiedad por acabar su obra es tan grande, que no me concede un minuto de asueto.

Le intento separar de su amado otra vez, negándose a obedecerme, me ayudo de la otra mano para detenerlo y cuando lo arranco, pinta en el espacio con movimientos descontrolados.

Me enfado, le grito, me desquicio y en un gesto de autodefensa, cojo el recipiente del agua y lo tiro contra el caballete… Los colores se entremezclan al instante dejando el rastro de un arcoíris llorón. Ni paisajes, ni bodegones, ¡Abstracto!.

Se detiene pesaroso. Le acerco al lienzo regocijándome en su dolor, donde con pinceladas desesperadas pretende salvar su arte, del que no queda más que mi maldad emergente. Suelto una carcajada. Descansa sobre la tragedia consternado… Mi risa suena más fuerte. Rio y rio hasta que me deja tuerto, cuan dardo envenenado haciendo diana, acabando así su vida en dos mitades.

He llevado el cuadro a una galería de arte, quedándose la galerista muy impresionada por “la fuerte carga emocional implícita” que ha vislumbrado, “dos mareas que se unen hasta convertirse en una sola”… No entiendo muy bien el significado de sus palabras, pero la intervención del agua es indudable.

Exponen “Lo asombroso”, despertando éste, el interés de entendidos, por ese nuevo talento fugaz, que triturado en algún vertedero de basura debe descansar en paz.

Mientras lo contemplo reflexiono sobre que debo elegir mejor mis aficiones.
Estoy aprendiendo a tocar la guitarra... cuando se deja… Intento hacer sonar acordes, pero es poner mis dedos sobre las cuerdas y sucederse las notas solas…

04 mayo 2008

Al otro lado de ti

Querido mío:

No sé si es la forma más correcta de dirigirme a ti, pero después de cuarenta años separados, te has convertido en mi añorado y cada vez más querido amor.

Solía encabezar mis cartas, recordarás si la memoria aún te alcanza, con un ísimo en el que todo tu ser se sintetizaba ya que adjetivar hubiera sido un error y sólo con superlativos hacía justicia al alto concepto en que te tenía, cobrando sentido todo lo que para mí significabas… Un genio, aunque a menudo decías que mi percepción era desmesurada porque el amor me cegaba. Nunca dudé que fuera así, pero la genialidad te salía a borbotones desde mucho antes de que el amor nos atrapara.

Apenas he sabido de ti en todo este tiempo y a pesar de que fui yo quien puso tierra de por medio, albergué la esperanza de volver para saber que era de ti sin mí, y en el fondo, para congratularme si descubría que eras tan infeliz como yo.

Esta es la carta que me hubiera gustado escribirte entonces si el orgullo o la cobardía me lo hubieran permitido, pero desde que he empezado a dirigirte estas palabras, he comprendido que éste es el momento adecuado para que te llegue, y también para que percibir mi esencia a través de una letra temblorosa, no te resulte doloroso… No ahora que el olvido habrá borrado algunos recuerdos.

Mi rostro es un mapamundi en relieve de mi alma, en perfecta armonía con un cabello decolorado por la vida, pero aún tengo cierta agilidad de movimientos, aunque también dolores que desaparecen con el sueño, y que a veces lo ahuyentan. En una de esas ausencias te escribo. Me he acostumbrado a pensar en ti, a recordarnos antes de que me desencantaras cuando tus ilusiones se independizaron de las mías y nuestras vidas prefirieron separarse. Sé que me culpas por ello, pero si no hubiera visto en tus ojos incertidumbre, nunca hubiera abandonado nuestro pequeño gran mundo. Compartamos esa responsabilidad como único nexo de unión si eres capaz de perdonar la indiferencia a la que te he condenado todos estos años.

Me equivoqué. Este no era mi sitio, lejos de ti. Cuando llegué hallé la paz que necesitaba y mi corazón ya no sufría, ahora lo hace por todo lo que dejé atrás.

En el convento hay demasiado silencio y no estás tú, sin embargo sigues en todas las cosas que hago; en mi mente, como recuerdo de lo que fui y de lo que sentía a tu lado.

No debería albergar estos sentimientos a los que renuncié en el pasado y he ocultado debajo de un hábito, pero dentro de mí, sigues tú… Mi reflejo en el espejo.