Anoche ocurrió algo mientras dormía.
Tres señores ataviados con capas entraron en casa silenciosamente, se comieron el pollo que había sobrado de la cena, acompañado con refrescos que había en la nevera y con un sentido del humor muy desarrollado para esas horas de la madrugada, me quitaron las zapatillas para dejarlas en el comedor junto a unos objetos envueltos que no me pretenecen y a los que daré uso con la inteción de que no se estropeen mientras trato de localizar a sus auténticos dueños.
Tres señores ataviados con capas entraron en casa silenciosamente, se comieron el pollo que había sobrado de la cena, acompañado con refrescos que había en la nevera y con un sentido del humor muy desarrollado para esas horas de la madrugada, me quitaron las zapatillas para dejarlas en el comedor junto a unos objetos envueltos que no me pretenecen y a los que daré uso con la inteción de que no se estropeen mientras trato de localizar a sus auténticos dueños.
En realidad no estaba dormida.
Oí ruídos y entreabrí con cuidado la puerta de mi habitación, fue entonces cuando vi pasar las tres capas por el pasillo hasta el comedor. Una vez allí, a uno de los señores le vino olor a comida procedente de la cocina y con una amplia sonrisa hizo que sus compañeros le siguieran. A su favor debo decir que al menos después de terminarse el pollo, fregaron el plato y que tiraron las latas de refrescos a la basura, aunque esto no les exima del resto de sus malas acciones.
Cuando me percaté que iban a entrar en mi habitación me metí en la cama, tapándome hasta las orejas, y sólo después de que cogieran mis zapatillas, volví a asomarme. Vi como de unos sacos extraían los objetos envueltos y los dejaban en el comedor. Sé que en ese momento pude descubrirme para decirles que no quería nada de personas que no conocía y recriminarles que se comieran el pollo, pero en lugar de esto, preferí callar y esperar a que se hicera de día, por si se les ocurría volver otra vez.
Oí ruídos y entreabrí con cuidado la puerta de mi habitación, fue entonces cuando vi pasar las tres capas por el pasillo hasta el comedor. Una vez allí, a uno de los señores le vino olor a comida procedente de la cocina y con una amplia sonrisa hizo que sus compañeros le siguieran. A su favor debo decir que al menos después de terminarse el pollo, fregaron el plato y que tiraron las latas de refrescos a la basura, aunque esto no les exima del resto de sus malas acciones.
Cuando me percaté que iban a entrar en mi habitación me metí en la cama, tapándome hasta las orejas, y sólo después de que cogieran mis zapatillas, volví a asomarme. Vi como de unos sacos extraían los objetos envueltos y los dejaban en el comedor. Sé que en ese momento pude descubrirme para decirles que no quería nada de personas que no conocía y recriminarles que se comieran el pollo, pero en lugar de esto, preferí callar y esperar a que se hicera de día, por si se les ocurría volver otra vez.
Debo confesar que esta mañana al levantarme y ver esas cosas que han dejado, he sentido un atisbo de ilusión. No sé si volverán a casa el año que viene, ni si han entrado en otros hogares... pero por si acaso, la próxima vez no cerraré demasiado la puerta, para que no se trate de un allamiento de morada; les dejaré comida preparada para que no tengan que robarla, así como mis zapatillas en el comedor para que no se les pueda acusar de premeditación y alevosía; y por último les escribiré una carta con las cosas que me gustaría tener al año siguiente...
Quizás me esté precipitando un poco, pero no pierdo nada por intentarlo...
2 comentarios:
Qué susto, no? Al menos se portaron bien y te dejaron cositas para que las desenvolvieras.
A mi me ha ocurrido algo parecido con las zapatillas, pero no he visto a ningún hombre... cuando me levanté por la mañana, no estaban en su sitio... Casi cojo un resfriado andando descalza por toda la casa...
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