21 diciembre 2006


¿Y si el hombre de tu vida entra por la puerta, pero tú no le ves porque estás demasiado ocupada mirando el suelo?
Supón que la puerta que atraviesa es la del metro, y que tú conseguiste llegar a un asiento vacío antes que la mujer que cargaba bolsas en ambas manos. No tendrás que quedarte de pie entre manos que cuelgan a los dos lados de cuerpos que desconoces, a la altura de tu trasero, ni te verás obligada a soportar una situación que detestas.

El hombre de tu vida te mira recorriendo con sus ojos las caras de todas las personas que aumentan la temperatura del vagón, pero tú no levantas la cabeza del suelo. Siempre consideraste que el suelo era más enriquecedor que lo que te rodea todas las mañanas a esa hora.

La siguiente parada es la tuya. Permaneces sentada hasta que el metro disminuye la velocidad y entonces es cuando miras al frente para abrirte paso entre apretujones y le ves. Él también te ha mirado advirtiendo que estabas a punto de hacerlo tú. No puedes evitar lamentarte por no haber estado más atenta a las personas que entraban admitiendo que, incluso en el metro pueden ocurrir cosas interesantes. Te replanteas seriamente si es mejor seguir mirando al suelo en lo sucesivo, perdiéndote como consecuencia de ello visiones agradables como la que acabas de tener, o de vez en cuando alzar la cabeza por si acaso alguien como ese extraño y potencial hombre de tu vida entra.

Sales del metro con un séquito de personas haciéndote la corte y piensas: ¿y si se tratara del hombre de mi vida y no le vuelvo a ver más? Por un momento te quedas parada, justo en el instante en que las puertas del metro se cierran. No le has podido ver por última vez, ni siquiera podrás recordar su rostro al cabo de una semana, quizás en menos tiempo lo habrás olvidado ya. Cobras conciencia de lo que has estado a punto de hacer si tu mente hubiera actuado más deprisa: volver a entrar en el vagón e intentar pasar el resto de la vida con él.

Estás sola en el andén. Las personas que bajaron contigo hace minutos que se fueron, pero tu sigues inmóvil, desconociendo que no puedes moverte. Sabes lo que ha pasado, reconoces el sentimiento que has tenido pero decides ignorarlo... Definitivamente no era el hombre de tu vida.

Cuando te giras para seguir tu camino, le ves delante de ti, tan quieto como tú lo habías estado, mirándote con desconcierto. No parece asustado, pero tu tampoco lo estás... ¿Y si no es el hombre de tu vida ni tu la mujer de la suya?
De pie uno enfrente del otro el silencio no es demasiado incómodo. Puedes haberte confundido cuando le descubriste entre la gente... Ahora no te parece tan atractivo, pero a pesar de todo sigues sintiendo algo que prefieres no alimentar con pensamientos precipitados acerca de los dos.
Os seguís mirando. Parece que el tiempo pasa lento, pero no es así, sólo transcurrieron unos segundos desde que te giraste y le viste.
Él se acerca un poco a ti, tú casi estabas deseando que no lo hiciera. Estás contrariada.
Te sonríe levemente, y con la voz que siempre imaginabas que tendría el hombre de tu vida, te pregunta:
-¿Y si...?
Esbozas una sonrisa antes de interrumpirle.
-Sí, ¿y si...?
No podrías asegurar que es el hombre de tu vida, pero tampoco pretendes que tu vida acabe con un hombre, ¿y si no hubieras bajado en la estación? ¿Y si no te hubieras parado en lugar de seguir tu camino? ¿Y si él no estuviera delante de ti? ¿Y si no te hubiera dicho nada?
¿Y SI COGIERAS EL METRO DE VEZ EN CUANDO?

2 comentarios:

Uno dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Uno dijo...

¿Y sí no hubiese escrito un comentrio? ¿Y sí dijese algo diferente en él? ¿Y sí...?
No hay "¿Y sí...?", somos el fruto de nuestro pasado, todos los segundos vividos empujan determinan las acciones del siguiente segundo. Nunca hubo elección. Pero... ¿y sí no fuese así?

Sólo el error y lo inesperado puede alterar nuestro camino.