
Corre la leyenda urbana que versa sobre la interminable lista de objetos que las mujeres llevamos en el bolso, pasto de exhaustivos estudios estadounidenses, promovidos por mentes inquietas dispuestas a invertir tiempo (el que no utilizan para comer hamburguesas) y dinero (ajeno), en confeccionar estadísticas de gran repercusión en la existencia humana, que a su vez sirve para rellenar minutos de radio.
El locutor dice con retintín rentintineado que lo que nunca falta en nuestros bolsos (ese gran misterio por descubrir) es un papel de chicle arrugado… ¡Ja! Te has pasado de listo sabelotodo. ¡Yo n mastico chicle!
Busco las llaves de casa en el bolso, entre algunas cosas imprescindibles para la supervivencia en una isla desierta del pacífico (y el porcentaje de que me pierda en una es tan elevado que puede ocurrir en cualquier momento), cuando en el fondo hallo el envoltorio vacio de un caramelo de mentol que sin duda alguien ha puesto ahí para que yo lo encuentre… Insisto ¡Yo no mastico chicle! Si acaso, en un ataque de tos me vi en la obligación de consumir el contenido del papelito en cuestión y dejarlo ahí en un gesto ecológico para con el resto de mis conciudadanos… Dadas las circunstancias apostillo:
1.- Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
2.-Un simple envoltorio no me hace estadística… ¡Y además no era de chicle!
3.-Si las mujeres llevamos tantas cosas en el bolso es porque “otros” nos piden que se las guardemos.
4.- Mentimos en las encuestas tontas, por tanto muchas estadísticas son erróneas…
Acabando… El bolso es nuestro mundo sintetizado, no la maleta de viaje hacia destino de dos meses, y sobre su contenido, propagadores profesionales se encargan de difundir rumores con la finalidad de confundir a la opinión pública y distraer su atención de lo realmente importante.