España, siglo V.
Isabel I de Castilla, "La católica", hija de Juan II de
Castilla y de su segunda esposa, Isabel de Portugal, casa con Fernando II de Aragón,
"el católico", hijo de Juan
II de Aragón y de Juana
Enríquez, rompiendo de esta forma el pacto firmado con su hermano, Enrique IV,
“El impotente”, Rey de Castilla en aquellos tiempos, en el que se comprometía
en el “Tratado de los Toros de Guisado” entre otras cosas, a dejar que éste
eligiera a su futuro marido, a cambio de heredar el título de reina, habiendo
muerto el hermano de ambos, el infante Alfonso de Castilla, primero en la línea de
sucesión, en detrimento de su hija Juana “la Beltraneja”, nacida durante su
matrimonio con Juana
de Portugal, de la que los pocos afines al rey, sospechaban tenía
amoríos con el preferido de de Enrique IV, “El impotente”, Beltrán de la
Cueva.
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los
Reyes Católicos, tuvieron cinco hijos:
Isabel de Aragón, reina de Portugal, que casó
con Alfonso
de Portugal, y al morir éste cayéndose del caballo que montaba y sin demasiadas
ganas, pues la pérdida de su esposo le supuso dolor tan inmenso que abrazar la
religión era lo que deseaba, aconsejada por sus padres, que nietos querían a la
vista, unió su efímera existencia a la de Manuel I de Portugal, primo del padre del primer marido de Isabel. Tuvieron un hijo que murió al poco de nacer.
Juan de Aragón, príncipe de Asturias, contrajo
matrimonio con Margarita
de Austria, hermana de Felipe I "El hermoso". Heredero de la corona de Castilla y Aragón, le relevó en
el derecho sucesorio, la antes mencionada Isabel de Aragón, reina de Portugal, al
sucumbir éste a una viruela sin haber cumplido los veinte años, dejando a viuda embarazada. El bebé no sobrevivió al parto.
María de Aragón, reina de Portugal, al
enviudar su cuñado, Manuel I de Portugal, casó con él. De la unión
entre ambos nacieron ocho hijos. Su hija Isabel de Portugal, casaría con su primo Carlos I de España
y V del Sacro Imperio Romano Germánico, padres de Felipe II de
España, “El prudente”.
Catalina de Aragón, reina de Inglaterra. Su
matrimonio con Enrique
VIII, de la casa de los Tudor, responsable de que dos de sus seis
esposas perdieran la cabeza por su causa, nunca fue dichoso. La aparición de
una ambiciosa Ana Bolena, a la que su marido convirtió en su segunda esposa, le
hizo sufrir lo indecible, pues enamorada estaba del rey inglés. María I de
Inglaterra, fue la única hija habida en el matrimonio. Esta sería
una de las esposas de Felipe II, “El prudente”, nieto de los Reyes Católicos y
primos entre sí.
Juana de Aragón, reina de Castilla y Aragón, “La
loca”. Una mujer enamorada puede hacer locuras. Este fue el caso de Juana,
casada con Felipe
I, “El hermoso”, del que se enamoró hasta perder el sentido. Entre
los continuos deslices de Felipe I, “El hermoso”, lo que exaltaba la ira de
Juana, fueron padres de seis hijos: Leonor de Austria, casada con el marido de dos de
sus tías, Isabel
y
María de Aragón y Portugal, Manuel I de Portugal, y habiendo enviudado de
éste, con Francisco I de Francia; Isabel de Austria; Fernando I, María de Hungría,
Catalina de
Austria y Carlos I y V del Sacro Imperio Romano Germánico.
Felipe II,
“El prudente”, biznieto de los Reyes Católicos, en primeras nupcias se casó con
María
Manuela de Portugal, enlace del que nació Carlos de Austria; su segunda esposa
fue la prima hermana de su padre Carlos I y por lo tanto nieta de sus abuelos, los
Reyes Católicos, María I de Inglaterra, no hubo descendencia; reincidente,
su tercer matrimonio se celebró con Isabel de
Valois, naciendo de esta unión dos niñas; en cuartas nupcias, Ana de Austria,
su sobrina e hija de su hermana María de Austria, le dio cuatro hijos: Fernando,
príncipe de Asturias, Carlos Lorenzo, Diego Félix, María y su sucesor, Felipe III,
“el piadoso”, que casóse con Margarita de Austria, hija del hermano de su
abuelo Carlos I,
Fernando I, Emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico, y nacería el siguiente rey, Carlos IV, “El grande”.
Los enlaces
interesados entre primos y sobrinos para mantener la hegemonía y añadir más posesiones a la Corona, continuaron. Las transacciones matrimoniales garantizaba el reparto de territorios que fueron pasando de manos en manos, cambiando la supremacía de los mismos de Casa Real. Hoy en día aún existen matrimonios reales concertados.