Siglo XVI, reinado de Felipe II.
Ana de Mendoza, princesa de Eboli, recordada por llevar un parche en el ojo para oculta un defecto ocular, o como consecuencia de la pérdida del mismo mientras practicaba esgrima con uno de sus pajes -no hay certeza alguna sobre ello-, solicitó los servicios de Teresa de Avila, al serle concedido a su marido Ruy Gómez de Silva, al fiel servicio de Felipe II, el señorío de Pastrana, para que supervisara la edificación de dos conventos de carmelitas.
Teresa de Avila, -Santa Teresa de Jesús, tras su beatificación- dudó en atender el requerimiento de doña Ana de Mendoza, pues de su carácter fuerte y caprichoso era conocedora, pero accedió a participar en el proyecto, augurando lo beneficioso que sería para el futuro estar cerca de un hombre de confianza del rey, Ruy Gómez de Silva.
Los enfrentamientos entre ambas mujeres llegaron.
La princesa de Eboli se empeñó en intervenir en el diseño de los conventos, distribuyendo los espacios y las dimensiones según sus gustos arquitectónicos. Teresa de Avila, que no toleraba imposiciones en las tareas para las que había sido demandada, pues entendida era en estos vericuetos, protestó hasta conseguir el objetivo por el que estaba en aquellas tierras.
Transcurridos cinco años, al enviudar doña Ana, ésta decidió recluirse en el convento de Pastrana imponiendo sus normas de "princesa-monja". La madre superiora puso el grito en el cielo, y el cielo la oyó. Teresa de Jesús se llevó a las carmelitas a Segovia desairando a la princesa, que desde ese instante empezó a divagar sobre como vengarse de la religiosa, pues dada era a las conspiraciones, sobre todo si un hombre, Antonio Pérez, Secretario de Consejo de Estado de Felipe II, compartía su lecho y horas de silencio que había que llenar de palabras.
El "Libro de la vida", primer texto escrito por la hermana Teresa, fue la herramienta de la que se sirvió la princesa-viuda -y del que la monja le había hecho partícipe antes de que sus discrepancias se agravaran- para llevar a cabo su venganza, denunciando el escrito ante la Santa Inquisición, que tras evaluarlo, prohibió su publicación. En él Teresa de Avila hablaba sobre su infancia y sus experiencias espirituales (levitaciones).
El libro se publicaría diez años más tarde. Teresa de Jesus no vivió este momento.
5 comentarios:
Querida Daniela, los cotilleos de otras épocas me interesan tanto como los cotilleos sobre mis conocidos. Me gusta este nuevo enfoque con tintes ancestrales.
Recibe todo mi afecto y un sincero abrazo.
CINTIA:
Te agradezco tus palabras.
La historia está llena de pequeñas historias que conforman grandes momentos. Esos momentos son los que pretendo rescatar.
Un abrazo.
Cabezona la una y caprichosa y rencorosa la otra. Menos mal que no les gustaba el mismo hombre, en tal caso creó que alguna de ella habría tenido una muerte poco natural.
Saludos desde tu tierra
Cabezona la una y caprichosa y rencorosa la otra. Menos mal que no les gustaba el mismo hombre, en tal caso creó que alguna de ella habría tenido una muerte poco natural.
Saludos desde tu tierra
Mujeres de firme convicciones hay en todas parte y en todas la épocas. Cierto que no les gustaba el mismo hombre, pero si buscaban del mismo el beneplácito que les haría proyectarse hacia un mejor futuro.
Saludos desde tu tierra en primavera lluviosa.
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