
Después de una noche de entrega mutua, al cabo de veinte años se encuentran casualmente. Los dos abandonaron el lugar donde se conocieron hacía años, perdiéndose la pista.
Aquella noche fue la única que pasaron juntos.
Los días que la sucedieron en los que coincidieron en espacio – tiempo, solo se saludaron amistosamente sin mencionar lo acontecido.
Ella dejó de ir a comprar a la frutería cuando se mudó a otro barrio; él dejó de vender fruta en la tienda de sus padres en el último año de Derecho.
Muchas veces pensaron en esa noche que no desvelaron a nadie, sintiéndose unidos por el silencio que no romperían nunca.
Una ciudad distinta, una cafetería cualquiera. Una mirada distraída y ellos de nuevo. Él tomándose un café; ella desayunando en una mesa. Se sonríen en un instante, en un instante aquellos días vuelven...
-¿Qué haces, estudias, trabajas…?
Esa fue la señal de que lo que ella sospechaba desde hacía algún tiempo cobraba sentido en las mejillas rojas del chico. Le gustaba y a ella le hubiera gustado que él le gustase, pero solo le parecía simpático y amable. No le atraía en modo alguno, pero le ilusionaba ser objeto de sus pensamientos. Estaba sola, muy sola, para desmerecer a quien bien la mirase.
Una fiesta en la piscina municipal inaugurando temporada; un vestuario y demasiadas cosas que darse. Ella se sentía en deuda con él por el amor que la dispensaba y quiso recompensarle cediéndose a sí misma, conocedora de lo frustrante que era a la edad de ambos no anidar en el corazón de por quién se suspiraba.
Compartieron un refresco, bebieron de sus bocas.
-Esto no cambiará nada. Es lo que deseabas y yo quería grabar en tu memoria. Mañana volveremos a ser quienes nos hemos olvidado que somos.
La hubiera replicado. No era eso lo que anhelaba, no lo único que buscaba, pero aún quedaba noche por delante para convencerla de que se quedara a su lado.
Él se acerca a su mesa.
En los primeros minutos, observándose con curiosidad se resumen sus vidas: él está casado y tiene dos niños; ella se separó y vive con su gato.
-¿Sabes? No nos hubiera ido mal juntos.- Entonces ella ni siquiera se lo hubiera planteado.
-No me querías…
-Te habría querido te lo aseguro, pero…
-No te habrías enamorado de mí y para ti el amor es fundamental para que las relaciones funcionen, aunque sea justamente lo que hace que se terminen por exceso o falta de él. No aspiraba a tanto, me hubiera conformado con estar contigo de la manera que hubieras elegido.
-Mis viejas creencias han variado….Lo fundamental no es el amor es encontrar a alguien que te quiera.
-Te doy esta noche. Te devuelvo el favor. Para mí no significará nada, pero es el recuerdo al que acudirás cuando te sientas sola.
En la puerta de la cafetería se despiden con un abrazo.
Él le ha anotado en una servilleta la dirección del hotel donde se hospeda.
-Si lo necesitas, ven a verme.
Encierra la servilleta en su puño.
Algunas lágrimas aparecen en sus ojos y en su mente, Roy Orbison interpreta aquella canción del día después.