23 octubre 2011

Devaluación

“Avance” equivale a buscar la mínima expresión tecnológica existente, reducirla al máximo, y propagarla hasta que algún otro pensante se le ocurra hacer invisible aquello que nos hace más práctica (cómoda) la vida, para que parezca que todo ocurre por arte de magia (trucos).

Será que el hombre (entiéndase como género humano, no como ser con pellejos colgantes) se observa demasiado así mismo después de un largo baño y quiera imitar la rugosidad de su cuerpo (encogimiento) en la cotidianidad de su día a día.
Cada vez las cosas las hacen más pequeñas (ordenadores, cámaras fotográficas…). Ese hombre subido al avance, está obsesionado con el tamaño y minimiza todo cuando cae en sus manos. Lo mismo ocurre con el lenguaje, con lo que les costaría (supongo que fue un esfuerzo y que no nacieron lumbreras) a nuestros antepasados perfeccionar el sistema comunicativo que otros (venidos al mundo antes que ellos) crearon, llega la era moderna y nos cargamos el vehículo (idioma) de una patada.

Conversación con móvil (ese instrumento cuya función original era mantener en contacto a las personas, ahora hacen fotos; controlan tu casa; activan alarmas; te avisan de si los ladrones te están robando y te enseñan la imágenes; te dicen cuando el papel higiénico se ha acabado para que compres más… en fin un auténtico despropósito) entre chica y éter:

-… que paso de ti, tío, y de tus pollos…
-…
-… que lo dejamos y ya está.
Fin de la conversación.

Hago uso de la empatía: romper una relación es muy duro, sobre todo cuando llevas mucho tiempo (día y medio) junto a esa persona que tantas veces te ha hecho reír y los últimos diez minutos enfadar hasta considerar que es lo más odioso que te ha ocurrido en la vida y que desgracias mayores no imaginas (por corta, no porque no existan).
La rotundidad es esencial para que el contrario capte el mensaje y le quede bien claro que no habrán segundas partes…

Pienso en otras épocas, pienso en Goethe (en sus Afinidades electivas), en Sthendahal (“No soy de la madera de que están tallados los grandes hombres, puesto que temo que ocho años empleados en ganarme el pan puedan quitarme la sublime energía que impulsa a realizar grandes hazañas”. Rojo y negro); en Dickens (“Pero tú me dijiste (…) ¡Dios te bendiga y Dios te perdone” (…) y si entonces pudiste decirme eso, ya no tendrás inconveniente en repetírmelo ahora, ahora que el sufrimientos ha sido más fuerte que todas las demás enseñanzas y me ha hecho comprender lo que era tu corazón. El sufrimiento me ha roto y me ha doblegado, pero espero que me ha hecho mejor. Sé considerado y bueno conmigo como lo fuiste en otro tiempo, y dime que seguimos siendo amigos”. Grandes esperanzas) y hasta en Jane Austen (“Me temo que usted esté deseando desde hace un rato que la deje sola y no puedo alegar como excusa de mi permanencia aquí más que mi interés, verdadero, aunque inútil; ¡Ojalá pudiese decir o hacer algo que sirviese para consolarla en su aflicción! No quiero atormentarla con la expresión de unos deseos ineficaces, que parecerían buscar únicamente su agradecimiento (…)” Orgullo y prejuicio) y echo de menos la elocuencia de quien quiere ser escuchado; la elección de las palabras y el buen uso del idioma… ese que estamos matando, porque resulta más rápido simplificar que ejercitar (la mente).
Así andamos, con agujetas mentales cuando conjugamos dos verbos en una misma frase.

6 comentarios:

carlosideal dijo...

Danieluski, no nos veo en esta era hablando en verso vestido con pantalones rasgados, botas militares y chaquetas caqui.

Cada vez pensamos menos lo que queremos decir, pero cada vez más necesitamos descansar, no va a ser todo esfuerzo :)

Un beso.

Fiebre dijo...

N tengo much + k decir.
Chapó colega.
XD.

Pd Ha estado usted absolutamente maravillosa, hasta el punto que me han dado ganas de releer a Stendhal.
(Orgullo y prejuicio cayó la semana pasada.)

De todos los avances "del demonio" que jamás pensé que probaría, el ebook ha sido mi gran tabla de salvación, dado lo precario de mi economía, para mantener los sueños danzando en mi vida.

sofíasaavedra dijo...

Jane Austen es el extremo del lenguaje. Me llama mucho la atención su manera de complicar lo sencillo. Se habría ahorrado muchos cuantos dolores de cabeza sino hubiera pensado tanto. Eso sí sus prosa es envidiable.

Hay palabras muertas que no conocerán las generaciones que nos siguen.

Un beso.

Uno dijo...

Yo añadiría algo de Ana Karenina para completar el grupito de obras literarias donde hay despedidas.

La chica del movil, así, desde la distancia me parece un poquito vulgar, supongo que la pareja, el de la granja, no le andará lejos socioculturalmente.

Son las nuevas formas de relacionarse y desrelacionarse condicionadas por las nuevas tecnologías. Suerte que no le mandó un sms mutilando el lenguaje.

Saludos desde tu tierra

la frufrú dijo...

Te salva de algunas aberraciones lingüisticas que no tengas móvil.
Si la falta de lenguaje de la que te quejas te parece pegar puntapies al castellano, los mensajes son palizas.

¿ A dónde vamos a llegar?

Un beso.

Daniela Haydee dijo...

A todos mis abonados, gracias por vuestros comentarios.
Estoy algo desbordada (física y mentalmente) y por esta razón os tengo algo descuidados, pero cuando consigua reconciliarme conmigo misma y descansar un poco, vuelvo a poner en orden el desván.

¡Muchas gracias!