12 junio 2011

De película

Como Rose Dewitt Bukater en el bote salvavidas en medio de la catástrofe, me sentí sentada en la silla del dentista, mientras descendía hasta lograr mi horinzontalidad, bajo la mirada de Jack Dawson apoyado en la barandilla, asomado a mi rostro. Detrás de él, las luces del techo como fuegos artificiales rompiendo la noche, y entre los dos la luna, un foco alumbrando mis temores.

En mi mente la banda sonora de esa escena, creando un ambiente confuso... No me encontraba una situación idílica, las circunstancias no se prestaban a ello, pero trabajaba inconscientemente para restarle dramatismo al asunto.

Tumbarte en una silla de nave espacial con una mesita supletoria sosteniendo herramientas puntiagudas la mayoría de las veces, inyecciones metálicas y objetos minimalistas, sigue siendo un suplicio para mí, pese a los avances... no quiero ni pensar treinta años atrás. No hubiera sobrevivido al licor y la extracciones.

Cuando esos aparatejos suenan chirriantes todos ellos, y los ves acercarse irremediablemente a la boca abierta como la puerta de una casa recibiendo visitas esperadas, empiezas a notar como hurgan en el interior de ti, antes de que hayan empezado a hacerlo.

El aspirador colgado de la comisura, a su libre albedrío, moviéndose según la presión precisada a la vez que reseca la garganta y te pones rojo porque sabes que si toses, puedes ocasionar daños colaterales. El dentista empujando los dientes contra el hueso, no importa del tratamiento que se trate, siempre cogen “el gancho” y tiran o empujan, según convenga.

El gusto de los productos utilizados (me dejo de tecnicismos, aunque me digan el nombre de lo que me están aplicando, prefiero ignorarlos a memorizarlos) un cóctel en ocasiones entre amargo y picante que con un par de enjuegues desaparecerían, pero con la boca dormida, no sientes absolutamente nada (solo lo notas), y no sabes si los labios están bien situados en el vaso. Intuyes que no cuando el agua empieza a caer por el babero que llevas al cuello, en lugar de entrar donde debería. Te tragas todo lo que no puedes expulsar y aguantas los retortijones del después aturdida.

El dentista dándote conversación y haciéndote preguntas que espera que respondas y a veces no basta con despeinarse sobre el reposacabezas con “sies” y “noes”, quiere que te explayes, que le expliques el “por qué de las cosas”; que resuelvas sus dudas filosóficas justamente en ese instante en el que solo piensas en estrangularle por lo que te está haciendo, con la boca entumida de tenerla abierta y los labios siliconados por la anestesia.

El viaje espacial termina.
De Rose y Jack, a esas alturas queda muy poco y la ascensión de la silla es la liberación del tormento.
-Te espero lo semana que viene.
“Ya, como si quisiera volverte a ver”.


7 comentarios:

La Frufrú dijo...

Uy nena me pones al galansote hermoso este que tanto me gusta. Cada vez que hay alguna referencia al peli, me acuerdo de las dos horas de cola que hicimos el día del estreno, y eso que a ti el muchacho ni fú ni fá, pero ahí estuviste estoica como los demás.

Con respecto a lo otro suscribo cada una de tus palabras, pues sí, ir al dentista sigue siendo un pesadilla.

Un beso

carlosideal dijo...

Mira que llegas a tener imaginación Danieluski, por lo menos te entretienes un rato inventanto historias.

Agradable no es pero habran cosas peores, eso sí comparto contigo el poco gusto por los ruiditos y los sabores :)

Un beso, Kate de tu Jack.

sofiasaavedra dijo...

Tanto instrumento y mecanismo me pone nerviosa, prefiero a los destista de toda la vida, que no tiene sillones que suben y baja ni te enchufan mil cables.

Los de la vieja escuela son mejores que la nueva generación con toda sus avances.


Un beso.

zimbagüe dijo...

Subirse a la nave espacial de vez en cuando no está mal, aunque se conozcan más estrellas que las que se conoce :)

Un abrazo

Daniela Haydee dijo...

LA FRUFRÚ: A partir de esa noche, fú y fá hasta ahora, fiel seguidora del rubio de mirada angelical... Para mí fue un descubirimiento :P

Un beso.

CARLOSIDEAL: Para mí en ese momento es "lo peor"... ¿será mi vida demasiado rosa o los grises que hay en ella los llevo mejor que ir al dentista?
Voy a meditar sobre ello en la postura del loto :P

Un beso.

SOFÍA SAAVEDRA: Estoy de acuerdo. Esculpen la dentadura como si fuera su última obra :P

Un beso.

ZIMBAGÜË: He llegado a ver hasta platillos volantes y a lo marcianitos saludándome desde la ventana :P

Un abrazo.

Uno dijo...

A los dentistas le encanta hacer todas esas cosas. Tenerte acorralado e inmovilizado, juguetear con dientes y antesala de las entrañas y sobre todo hacerte hablar cuando saben bien que no puedes. Yo creo que eso lo hacen para sentirse superiores y poderosos. Estoy seguro además que los congresos de dentistas son sólo para contarse anecdotas de sus paciente y es muy posible que tengan cámaras y cuelguen lo que nos hacen en internet en páginas privadas para dentistas. Fijo.

Qué te sean leves tus próximas visitas.

Saludos desde tu tierra

Daniela Haydee dijo...

UNO: Ignoro por qué todos se comportan igual, parecen no tener memoria de cuando ellos eran la víctimas... De la experiencia no han aprendido nada o prefieren obviarlo.

Saludos desde tu pueblo a un pueblo que no es el mío.