28 marzo 2010

Indicidencias


Servicio técnico de la empresa con quien tengo contratada la línea ADSL (quebradero de cabeza que no tenía, hasta que decidí renovarme a morir tecnológicamente).

OPERARIO: Buenas tardes, le atiende Perico el de los palotes, ¿en qué puedo ayudarle?
(La tarde no puede ser muy buena siendo sábado y estando delante de un ordenador con un auricular con micrófono atendiendo las llamadas de “poco duchos en aspectos informáticos” como yo)

YO: No tengo conexión a internet… ¿Es posible que tenga que ver con el hecho de que me hayan aumentado la velocidad?
(Con mi consentimiento pero sin mi iniciativa. Me hubiera conformado toda la vida con mi único Mb, pero mi tarifa se había quedado obsoleta, según me explicó la agente que me llamó tan diplomáticamente como pudo, cuando la finalidad es cobrarme cinco euros más por “ampliación de servicio”. Me cogió de buenas, en caso contrario mi negativa hubiera sido tan rotunda como en las últimas ochenta y siete veces y mi advertencia de cambiar de compañía si seguían molestándome con ese tema, creíble fingiendo enojo).

OPERARIO: Dígame su nombre para dirigirme a usted y su número de teléfono para comprobar que no hay ninguna incidencia en la línea.
(Todos los operarios y agentes de las líneas 900-901-902, se aprenden el mismo texto para tratar a sus usuarios).

YO: Hiparquia y mi número es el…
(Cuando enciendes el ordenador y algo no funciona como debería, se recomienda hacer uso del sarcasmo después de la rabieta, e Hiparquia ha sido mí patrón durante mucho tiempo, no por ser considerada la primera mujer filósofa, antes de ella seguro que había muchas pensantes anónimas, sino por conseguir que se lo reconocieran, “los escasos de imaginación”).

OPERARIO: La línea está correcta, Doña Hiparquia (me encanta) posiblemente con el aumento de velocidad se haya desconfigurado el router. Hay algunos sistemas operativos susceptibles de desconfigurarse…
(En este punto sabía dos cosas: la primera que pronto iba a empezar a perderme con tantos tecnicismos y la segunda, que la llamada iba a costarme cara)
OPERARIO: … Probemos una cosa, Doña Hiparquia, apague el ordenador y cuando lo encienda pulse rápidamente F8.
(El contorsionismo sin previo calentamiento puede ser contraproducente. De cuclillas delante del USB… -lo que toda la vida que conocemos hemos llamado torre-, con un dedo sobre el botón ON/OFF, sujetando el inhalámbrico entre la oreja y el hombro y la otra mano escalando por el teclado para alcanzar F8, a punto estoy de descoyuntarme).

YO: No ocurre nada, se enciende con normalidad.
OPERARIO: Vuelva a intentarlo Doña Hiparquia. Tiene que ser un movimiento rápido… (Refunfuño… más rápida… Tengo brazos, no tentáculos… ¡Lo consigo!)
YO: Sigue sin ocurrir nada… (Que no ocurra “nada”, significa que no aparece el menú con las opciones descritas por Perico).
OPERARIO: Pruebe con F5, algunos sistemas funcionan con esta tecla.
YO: (Eureka, ocurre algo distinto, pero no lo que esperamos). Bien, me remite a F8, pulso la tecla y aparece el menú que me describía. Clico sobre la opción B (creo que era conexión segura a redes), como acordamos antes y…
OPERARIO: Escriba Portugal, Italia, Noruega y Grecia… (Parte de Europa en mis dedos en un solo PING) A continuación escriba Cataluña (Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa y … ), Oviedo, Navarra, Fraga… ¿Qué aparece?
(Cinco minutos después seguimos en las mismas).
YO: (exhaustiva descripción) pierde paquetes (no explicaré esto).
OPERARIO: Doña Hiparquia, ¿cuántos puertos tiene su router? (A saber…)
YO: Cuatro (después de contarlos)
OPERARIO: vaya cambiando de puerto y escribiendo la numeración que ha me ha dado antes (esta parte va incluido en los cinco minutos de maniobras de más arriba. Puerto por puerto, y sigue sin funcionar. El paciente técnico, tenía una tranquila tarde hasta que aparecí yo, más que torpe en lindes informáticas, poco interesada y ni la poca experiencia que voy adquiriendo en estos vericuetos, harán que preste más atención a lo que le pase a mi “equipo”, en adelante. Soy una paria de la informática).

OPERARIO: Doña Hiparquia vamos a enviarte un router nuevo (A estas alturas nos hemos dejado de convencionalismos y nos tuteamos. Los veintitrés minutos que llevamos hablando y la intensidad de los mismos no da para menos) Necesito que me facilites los datos del modelo que tienes (esa es otra... ¿Qué se yo de modelos de aparatejos que ni siquiera miro?. Me meto debajo del escritorio y leo todo cuanto aparece escrito en el router, números y letras)…

YO: Perico, ¿tendrá algún coste adicional el envío del router?
OPERARIO: Ninguno, doña Hiparquia. Lo recibirás la próxima semana.
YO: Gracias.
OPERARIO: ¿Tienes alguna otra duda doña Hiparquia? (¿Bromeará?)
YO: Ninguna, gracias por tu atención. (Alivio al otro lado de hilo telefónico. Lo noto)
OPERARIO: Pasa una buena tarde, doña Hiparquia.
YO: Gracias, Perico, tu también. Buenas tardes.
(…)
Han pasado tres semanas (no una) y vuelvo a tener conexión, aunque la historia continuó durante ese tiempo (de otra forma). He descubierto que sin internet la vida transcurre tranquila y he dedicado una buena porción de mis minutos a hacer otras cosas (que ver tienen con el aire libre). De nuevo con conexión, pienso en lo que echaba de menos estos ratitos delante del monitor... Ya estoy de vuelta.

07 marzo 2010

Internacional


A Lisís (1) no le gustaban los conflictos. Era lo que más detestaba de su época (2) y de su país (3). Le hastiaba que su marido pasara más tiempo matando a otros soldados que como él, dejaban a sus esposas en casa, comandados por “amigos de palabras parcas”, y que entre el amor (en todas y cada una de sus acepciones) y la guerra, eligiera lo segundo.

Demasiado tiempo sola. Demasiados ratos perdidos pensando, sólo pensando en cómo sería vivir en paz; en ver a su marido ocupar todas las noches una alcoba que sin él parecía más grande. El vacio se la comía; los sueños se desvanecían, mientras ella permanecía como la una.

Cruzó las piernas a la desesperada (4).
Difundió sus propósitos a otras mujeres, que al principio se escandalizaron, pues si duro era vivir lejos de sus maridos, más duro sería recibirles a su vuelta cerradas de miras e intransigentes (5) . Sacrificar sus ansias y deseos en favor de la paz. Conseguirla significaría caminar hacia adelante. Desterrar la cruz de su existencia. Satisfacer su vitalidad.

Lisís no cejó hasta convencer a las esposas de los soldados de los bandos en conflictos, de que la forma de lograr que aquello que negarían (y se negarían) fuera dado, era convocando una huelga indefinida. Sin la firma de la paz, paz no habría en el hogar.

Los esposos aguantaron. Eran soldados. Los soldados luchan. Sus mujeres solo estaban enfadadas, pero acabarían cediendo y accediendo a sus voluntades. Los enojos pasan, ellos estaban entrenados para resistir, pero hasta la resistencia tiene un límite y el fondo eran ellas.

Abandonaron la lucha, faltos de lo que necesitaban, de lo que les hacía querer volver a casa, de lo que hacía que marcharan a la guerra para reencontrarse con ellas tras la batalla. La paz fue firmada.

El espíritu de Lisís permaneció en otras mujeres más adelante (5), que propugnaron “libertad, igualdad y fraternidad”. Ser una voz, ser un voto. Poder elegir a los mandatarios, sometiéndose a ellos por decisión propia, y no solo del hombre que duerme al lado.

El mundo despierta tarde, y aun medio dormido asume que tal vez se nos pueda oír, con o sin razón; sin la necesidad de celebrar días internacionales que conmemoren la lucha de mujeres que perecieron bajo la escasa compresión de sordos profundos, y que nos hagan diferentes por tener día propio, cuando lo que defendemos es IGUALDAD PARA TODOS.

La libertad acaba cuando empieza la de el de al lado.

A tener en cuenta:

(1) Lisístrata, famosa obra de teatro en la Grecia Clásica, escrita por Aristófanes.

(2) Antigua Grecia, siglo primero, a.C.
(3) Grecia, donde las guerras eras continuas entre las distintas regiones. Son especialmente conocidas las que tuvieron lugar entre Atenas y Esparta.
(4) En la obra Lisístrata, se denomina a la rebelión de las mujeres, como la huelga de piernas cruzadas.
(5) Las mujeres de los soldados (de los bandos implicados), se negaron a mantener relaciones íntimas con sus maridos, hasta que estos no
desistieran de ellas (de las guerras, no de las mujeres) firmando la paz.
(6) Revolución Francesa: las parisinas dirigieron sus pasos hacia Versalles, pidiendo libertad (tener los mismos derechos que los hombres), igualdad (tener la misma consideración que ellos) y fraternidad (ser tratadas como hermanas, no como hijas) y exigiendo el sufragio femenino.