Corrían estas fechas el año pasado, cuando tomé una determinación seria y trascendental para el resto de mi vida -en mí “filosofía” particular, lo que se hace hoy, repercutirá en el mañana-, reanimar el blog que había creado unos meses antes, comprometiéndome conmigo misma -puede parecer un exceso de egocentrismo por mi parte, pero los compromisos con uno mismo no afectan a los demás y son igual de efectivos si no flaquea la voluntad-, a publicar todas las semanas un post.
El día elegido fue el domingo –el séptimo día-, que es cuando el Señor descansó después de un desbordamiento de inspiración, cuyos resultados son las creaciones sobradamente conocidas y los que no las conozcan, que no desesperen, pues todo llega a su debido tiempo.
Caminatas por los cerros de Úbeda aparte, la mía ha sido una ardua empresa, ya que no recuerdo haber llevado hasta el final nada que me haya propuesto nunca más de tres veces, por eso la falta de fe en mi “bombillita encendida sobre la cabeza”, me condujo a hacer cábalas sobre el tiempo que tardaría en desistir y no me di más de cinco meses. Lo perdí absolutamente todo… Pero he ganado tanto…
Ha sido difícil mantener el ritmo, a veces porque las ideas -la mayoría de ellas malas-, no afloraban, y otras por falta de tiempo -es lo que tiene que a una la hagan emplearse semi-a-fondo de lunes a sábado, que la mente se pone quejumbrosa al final de la semana, negándose a seguir en activo-. He recurrido a la ficción en numerosas ocasiones; a vivencias enmascaradas; a poemas concebidos en momentos pocos idóneos; a semáforos raros -y quien me haya seguido un poquito sabrá por qué-; a textos escritos en décadas pasadas -patente ha quedado-; a la actualidad –sin duda, un gran filón- y en una ocasión, Neruda me salvó de saltarme la vez… pero hoy, en el último post del año, puedo decir que LO HE CONSEGUIDO.
Para martirio de algunos de mis sufridores visitantes, voy a seguir en la misma tónica, al menos a intentarlo… Esto de que llegue el domingo tarde y no haber preparado nada, me obligaba a improvisar a marchas forzadas, y admito que tiene su intríngulis, del que he disfrutado (y padecido) en los días que se nos están marchando.
Gracias a los osados que me leen siempre que pueden; a los abonados por no faltar nunca; a los ocasionales; y a los que no saben aún, que un día por error acabaran encontrándose conmigo.
Felices todos los momentos, no sólo los que caigan en festivo.
Pd: esto no es una inocentada.