17 febrero 2008

El semáforo

Mientras conduzco volviendo del trabajo a casa, le veo caminando por la calle. Le adelanto hasta que un semáforo me detiene. Miro hacia atrás, le busco con insistencia, y pronto aparece en mi campo visual. Le sigo con la mirada convenciéndome con esfuerzo alguno de que me gusta.

La esfera verde se torna roja en pocos segundos.
Arranco el coche, pero no circulo con demasiada velocidad. Voy a su ritmo. Algunos bocinazos me recriminan la lentitud. A la hora de la comida nadie atiende a razones porque están hambrientos, pero es mi oportunidad. El corazón me dice que es él quien acompañará mis noches egocéntricas y mis días sinsabores. Debo hacerle caso e intentar un acercamiento entre ambos.

Giro bruscamente hacia la izquierda y me subo a la acera estampándome contra una horrorosa jardinera que se parte en dos. Casi le atropello, pero con mi gesto logro acaparar su atención.
-¿Estás loca?
-Por completo.

Bajo del coche y me acerco a él, esquivando la tierra vertida de la acera. Hay gente mirándonos, imaginando, tal vez, que es una pelea de enamorados, y la idea de que sea así me encanta.
-Si te cruzaras con la mujer de tu vida ¿dejarías escapar la oportunidad de decirle lo que sientes?

Aún me cree más loca, pero empieza a entender mis acciones.
Guarda silencio mientras me mira de una forma rara, y es que cuando se trata de amor, la irracionalidad se abre paso. Es algo que ha aprendido muy bien, porque no rechaza que le invite a tomar un café, eso sí, me pide que aparque bien el coche antes.

Está receptivo. En dos horas nos explicamos nuestras respectivas vidas. A las dos horas y media decidimos faltar a nuestras funciones laborales para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas y cuando cae la noche, echamos a suertes quien se muda a casa de quien para pasar el resto de los días que nos queden juntos.

Seis meses duró nuestra historia. Me dejó cuando conoció a la mujer de su vida tras confesarle que la amaba, y un lustro más tarde, ésta le abandonó al enamorarse de otro. C’est la vie.

El semáforo se vuelve rojo.
Me despido de él… Sería una locura hacer caso al corazón. La razón impone su sensatez y yo le agradezco que no me haga pasar apuros.
Acelero sin quererle ver por última vez.

A mis espaldas un hombre le cuenta a otro que su novia le ha dejado y más que triste se siente liberado. Puedo entenderlo. Sonrío imaginando como sería su vida. Le hago una señal al camarero para que me traiga la cuenta. En los últimos cinco años acostumbro a comer en un restaurante cercano al trabajo para no perder demasiado tiempo en idas y venidas.

Los hombres que están detrás de mí, se levantan haciendo sonar sus sillas. El camarero llega con la cuenta sobre una bandejita y le pago.
-Te vi –me dice uno de los hombre al pasar por delante de la mesa para salir del local. Le miro algo perpleja.
-¿Cuando? –Inquiero para asegurarme de que mi mente no se está precipitando y mi memoria permanece intacta.
-Aquel día, en el semáforo.
Esbozo una sonrisa evitando la carcajada.
-Si te cruzaras con el hombre de tu vida ¿dejarías escapar la oportunidad de decirle lo que sientes?

La vida a veces te pone delante lo que tanto anhelas, aunque tarde tiempo en hacerlo. Sé que tomé la decisión acertada entonces y sé que ahora no voy a equivocarme, porque lo que estoy teniendo en este momento ya es suficiente para lo que deseo.
¿Razón o corazón?

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Con razón, mucho corazón.
Hay que dejarse llevar por lo que uno lleva dentro, aunque a fin de cuentas no resulte,al menos intención había.

Un beso.

Pd: un poco menos filosófica ando.

Anónimo dijo...

Hola Da.

Soy tan cerebral que el corazón lo uso poco y la razón gobierna toda mi mi existencia, lo que no significa que no tenga sentimientos, sólo que no dejo que sean ellos quienes me dirijan.

¡Más semáforos en el mundo!

Un besa corazón.

Anónimo dijo...

Hola Haydeé.

Sigues pensando demasiado, Daniela.
¿Corazón o razón? Que más dá, soy partidaria de que cada uno actue como se lo pida el cuerpo, a veces con razón otras con corazón, con las dos cosas o simplemente sin nada.
La clave está en A-C-T-U-A-R.

Un razonable abrazo.

De antes más dijo...

Me ha gustado tu blog, he entrado por que mi abuela se llama Daniela y me encanta ese nombre.

Me seguiré pasando.

Saludos.

Anónimo dijo...

Por mi trayectoria, debería inclinarme por el corazón, pero sin embargo lo hago por la razón, precisamente por ello.

Lo ideal sería una buena combinación entre ambas cosas, pero al final "lo uno" predomina sobre lo "lo otro", aunque la distancia sea corta.

Un abrazo muy pensado.

Anónimo dijo...

Buena pregunta, Daniela.

Inteligencia(excelente respuesta).


Un beso.

Daniela Haydee dijo...

SOFIA SAAVEDRA: Mucho corazón siempre.

Un beso.

CARLOSIDEAL: ¡Pues claro que tienes sentimientos! Eso sí, de vez en cuando deja que ellos te guien, aunque sólo sea para ver qué pasa.

Un beso.

JADE DE SOLANGE: Ya te echaba de menos, no en balde le he puesto tu nombre a la voz de mi conciencia... :)

Un abrazo razonable, pues.

SEBAS: Gracias por tus palabras y por tu visita. Vuelve cuando quieras.
Pd: a mi también me gusta mucho el nombre de daniela.

Un saludo.

ZIMBAGÜE: Estamos de acuerdo (como casi siempre). Todo en su justa medida.

Un abrazo (sin pensarlo demasiado)

LA FRUFRÚ: Gracias. En la brevedad se haya la sintesis de uno mismo.

Un beso.

Uno dijo...

Mala cosa cuando diferen corazón y razón.

Cuando se obedece al corazón la razón te atormenta llenandote de dudas e implorando inutilmente que se tome otra dirección.

Cuando la razón triunfa se el corazón se llena de tristeza y los días se tiñen de gris.

Mejor no tener que elegir...

Saludos

Daniela Haydee dijo...

UNO: ¡Justo! Mejor no tener que elegir, pero quien no elige no tiene opciones y si no hay opciones uno no decide y si no se decida todo es lineal y si...

Que sí, que mejor no elegir... ¿o no?

Un saludo.

Daniela Haydee dijo...

UNO: ¡Justo! Mejor no tener que elegir, pero quien no elige no tiene opciones y si no hay opciones uno no decide y si no se decida todo es lineal y si...

Que sí, que mejor no elegir... ¿o no?

Un saludo.