01 diciembre 2007

Causa-Efecto

Deben de haber cientos de formas casuales (tal vez también causales, por lo de asociación de ideas que se conducen entre sí produciéndose el efecto de Hume), de conocer a alguien, pero ¿cuántas hay de desconocimiento de alguien cuya existencia presumías nula?
Hace unos meses alguien hizo llegar a mi dirección de correo electrónico: “Encara sóc amb tu” (Aún estoy contigo”). Lo primero que pensé es que se trataba de un error y que la persona que lo enviaba, había escrito mal la dirección de e-mail del destinatario… Luego pensé que tal vez el pasado estaba volviendo al presente para recordarme que la ausencia no condena el olvido, ya que la fracesita en cuestión, podría bien formar parte de la retahíla de muchas otras típicas de alguien que se ocultaba tras un correo falso para que no supiera de quien se trataba y que al mismo tiempo estaba utilizando mi segunda lengua (la de algunos mediterráneos) para que cavilara sobre la posibilidad de que podía ser él…
Causa-efecto.
Es descabellado, pero el funcionamiento de su mente es similar al funcionamiento de la mía cuando mis neuronas no tienen sabañones, y no dejaba de ser una probabilidad… Por último, después de leer varias veces aquellas cuatro palabras, como si repetirlas tantas veces resolviera algo, fui alimentando “malas ideas” con cierta actitud defensiva… “nadie está conmigo a menos que YO considere que así debe ser, ¿he sido CLARA?”, y decidí ser también escueta en el correo que envié: “Jo també sóc amb mi mateixa” (Yo también estoy conmigo misma)… En condiciones normales (y aquellas no lo eran porque estaba algo desconcertada), hubiera sido MÁS educada y le hubiera devuelto el e-mail con holas y adioses, pero no era mi intención ni siquiera parecerlo…
Causa-efecto.

A los pocos días recibí otra frase de la misma persona: “Se le llama… luz? Esperar la luz?” (no, se le llama... y .... y también...), pero esta vez firmaba el correo con nombre masculino. Si antes no iba conmigo, ahora tenía las seguridad de que sí, y durante varias semanas debatimos en correos que no alcanzaban las tres líneas sobre la “ luz” (sobre dónde se encontraba ésta; sobre lo que llenaba y rodeaba con su resplandor...) hasta el agotamiento de sandeces vertidas entre los dos,
para luego pasar a otros grandes temas de filósofos “la espera” "la actracción", "la diversidad"...
Causa-efecto.
No dejan de ser “conversaciones” surrealistas en las que cada vez tengo mayor desconocimiento sobre un desconocido (¿conocido?) que por azar o con intención encontró respuestas (¿qué buscaba?) a sus meditaciones e-mailística, pero lo importante no es el suceso en sí, sino que a raiz del mismo, la reflexión tomó su lugar y tras ella la pregunta metafórica del momento:
¿Y si todos escribiéramos una frase sin sentido aparente a un desconocido…?
“Ahora te toca a ti”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Respondiendo a tu pregunta, descubriríamos hasta que punto el ser humano es capaz de perder el tiempo sólo porque no tiene nada mejor que hacer que escribir tonterías.

Pd: con todos mis repectos.

Anónimo dijo...

Eso de recibir correos de un extraño da un poco de yuyu, la verdad, pero yo creo que intentar entender lo incompresible aparentemente,no es mal ejercicio... Más de una batalla se hubiera evitado con un poco más de EMPATIA...

Saludos.

Daniela Haydee dijo...

Estoy de acuerdo con ambos comentarios... Todo en su justa medida.

Un saludo

Uno dijo...

Creo que las reacciones serían:
- una gran mayoría pasaría del mensaje
- algunos pensarían que es un error e intentarían hacerselo saber al emisor
- otros preguntarían "¿te conozco?"
- habrá quien la dirección al filtro anti correo basusa
- algunos pocos respondarían desafiantes o insultantes
- y casi nadie le seguiría el juego

Hazle llegar a tu anónimo conversador cuatro besos y tres testiculos de mi parte (uno afeitado).

Saludos

P.D. Hay mucha gente que se aburre por el mundo