Francia, siglo XVII, reinado de
Louis XIV.
Aristócratas y
burgueses fueron acusados de utilizar los servicios de adivinadores, clarividentes,
hechiceros y magos (entre otros profesionales del culto oculto) a los que
compraban venenos, pócimas, bebistrajos, brebajes y afrodisiacos, para acabar
con la vida de sus enemigos o atraer la atención de ajenos por los que estos sentían
una inclinación creciente.
Entre los
nombres que de la boca de “La Voison” (pitonisa con cierta popularidad en el
París de la época) -denunciada a su vez por otra gran pitonisa Magdelaine de la
Grange, que creyó que confesando quienes formaban parte de la red de amigos del más allá se libraría de la
horca- salieron, se encontraba el de la favorita del rey –y madre de siete de sus hijos-
Madame de Montespan, a la que la bruja le atribuyó la práctica de sortilegios y
la adquisición de substancias ilegales
para cautivar a Louis, además de la participación en ceremonias endiabladas y
la tentativa de envenenar a una de sus rivales más fuerte -la última en sumarse a al lista de amantes- en la alcoba del rey, la joven y
bella Madmoiselle de Fontanges.
Louis XIV,
temeroso de los rumores que corrían acerca del complot que había para acabar
con su vida y que según “La Voison” encabezaba Madame de Montespan, empleó a
catavenenos para no correr riesgos. Otras fuentes apuntan como instigadora del
complot a Madmoiselle des Oellets, dama de Madame de Montespan y amante del rey
durante unos meses, que tan breves debieron parecerle a la susodicha que
decidió darle vida divina al monarca por no ser tan esplendido con ella como
con la favorita.
La
intervención de Madame de Montespan en el Asunto de los venenos, no está clara,
ya que nunca se pudieron probar las acusaciones que “La Voison” vertió sobre
ella ni el Rey Astro creyó en las declaraciones de la pitonisa, lo que sin duda
fue decisivo para que Madame de Montespan no fuera arrestada.
La relación
entre Louis XIV y su favorita hasta
entonces no sobrevivió al escándalo. Para limpiar la imagen de la monarquía
era necesario alejar a Madame de Montespan de la corte. La que antaño se
beneficiara del favor del rey, fue recluida en un convento, haciéndose cargo de
la educación y cuidado de los cinco hijos que sobrevivieron de la pareja,
Madame de Maintenon, quien con el tiempo ocuparía el lecho del monarca y su
corazón (se casaron en secreto).