25 diciembre 2011

Nos vemos


Pues sí, hoy me ha dado por los pensamientos desordenados, y si bien he sentido placer al desobedecerme a mí misma, nada más que por llevarme la contraria en el propósito de mantener el desván limpio (de voluntades volubles y ausencias permanentes), ahora, cada vez que entro, experimento una sensación de dejadez y abandono propias de una casa sin barrer, y me dan ganas de coger la escoba y… salir volando.

Las ganas de proceder y el tiempo del que se dispone muchas veces son incompatibles y esa es justamente la razón de mi distanciamiento con este lugar, en los últimos meses.

Extenuada física y mentalmente y con frecuencia bloqueada por las obligaciones laborales (que se han multiplicado), no tengo nada que contar o no encuentro la forma de hacerlo porque he perdido la capacidad de construir frases con sentido, pero como desde anoche me están invadiendo pensamientos que me necesitan para hacerse visibles, me preocupa menos que no me entienda nadie, amparándome en que es el día de mis disparates y que hoy todo vale.

También he dejado de visitar otras casas con la constancia que solía abundar en mí en otros tiempos (remotos). Lo que escribís me parece tan bueno, que soy incapaz de encontrar la coherencia necesaria para hacer un comentario digno de lo leído, o responderos cuando pasáis por el desván… Que menos que dar las gracias.

Esto me ha valido varios pensamientos concluyendo en que a fin de cuentas cada cual hace su particular interpretación respecto a mis palabras. Para matizar estoy yo, cuando lo estoy.

No es casual que haya decidido escribir esto precisamente en mi último domingo (bloguero) del año. Pensaba permanecer ausente una vez más, hasta que he dejado de darle relevancia a la sensatez para que fluya libremente lo que me ronda.

Todo va a continuar igual por aquí, con días, días y más días, pero al menos, ahora sabéis que hay motivos y que me encuentro en un proceso de “asimilación de cambios”, y en numerosas ocasiones de profundo desencanto.

Hasta próximos encuentros, en estos lares u otros, procuraros mucha felicidad.
Nos vemos.

11 diciembre 2011

Vocablos

Jardín de infancia (segundo, tercero o cuarto desdoblamiento laboral… he perdido la cuenta).
Niña de cuatro años acude a mí con la cara descompuesta y acierta a decirme con tristeza “Daniela, “C” me ha dicho poligota”.

“C” es la mejor amiga de la niña, van al mismo colegio y siempre acuden al particular jardín de infancia juntas, mientras sus madres departen sobre sus cosas en una cafetería o aprovechan el tiempo haciendo algunas compras.

"C” ha cumplido los cuatro años hace unos días, y desde que no es la más pequeña de su clase (en edad) se siente tan mayor como los son sus compañeros y ha dejado de vivir atormentada por los años.
Desvío la mirada hacia “C”, que juega con un poni inflable al que llama Alexander, distraída.

Me agacho para ponerme a la misma altura de la niña compungida: “Políglota, “C” te ha llamado políglota y no es nada malo, al contrario, significa hablar muchas lenguas… idiomas (me corrijo para que me entienda bien y no haga interpretaciones literales de mis palabras, absteniéndome de explicarle el origen del término).

Le pregunto a “C” si ha llamado a “I” políglota y la niña asiente tímidamente con la cabeza, con el temor reflejado en la cara en espera de una reprimenda que no llegó, por haber utilizado (pensando que le estaba diciendo algo mucho más grave a “I”) aquella palabra, que a saber de qué contexto la habría sacado.

Hay palabras malsonantes, feas al oído de significado mucho más ligero que su sonido o su representación fonética y que algunos utilizan como arma arrojadiza.