23 noviembre 2008

Lo que sé, sobre lo que desconocía

Relatan que Cata se enamoró de Quique, el hermano de su difunto marido, cuando salían en pandilla siendo ambos muy jóvenes. Quique (que por entonces buscaba mujer seria para formar una familia, que además se ocupara de la casa y de tener preparado el plato de comida caliente encima de la mesa, cuando llegara cansado del arduo trabajo de todos los días), encontró en su cuñada a la candidata perfecta (pues Sarah Palin permanecía suspendida en la nada) para sus fines.

Mujeriego por naturaleza, su condición de hombre casado no era incompatible con el placer que mujeres de moral distraída le proporcionaban, fascinadas por sus músculos de Schwarzenegger.


Cata, que los pelos que tenía no eran de tonta, sospechaba que su marido, aquejado de fuertes jaquecas en los últimos tiempos, alternaba con mujeres de pensamiento libre y cuerpos dispuestos, sufriendo en silencio (como sólo se pueden sufrir las hemorroides cuando no se comparten con un confidente) su amargura.

Teniendo su hija Mari edad suficiente para ir a preescolar, contrataron a una asistenta que ayudara a Cata en las tareas domésticas y así dispusiera de más tiempo para hacer ganchillo.

Ana, Licenciada en Turismo, era joven, muy guapa y dominaba tantas lenguas como países había visitado, lo que hizo que Quique pronto sucumbiera a los encantos de la muchacha, de forma distinta a como lo habría hecho ante cualquier mujer que no fuera ella, por lo que debía emplear otros métodos para conquistarla. Así, empezó a dejarle notas con versos escritos colgados de la pared o en el interior de los armarios, con la precaución de que Cata no las encontrara y se hiciera ilusiones sobre el fuego de la chimenea.

Al principio Ana se mostraba desconfiada y altiva, pero paulatinamente fue predisponiéndose hacia Quique, hasta que transcurridos unos meses, no pudo ocultar más tiempo que estaba enamorada de su jefe, y en un encuentro fortuito en el aseo se lo comunicó.
-He luchado contra un sentimiento que gustosa recrearía en ti, y que en la distancia seguiré padeciendo, pues no soy mujer de segundos platos. Decide si deseas para nosotros el platonismo que conocemos, o la consagración de nuestro amor en actos que ignoramos.


Quique no tomó más de dos instantes en decidir ponerle fin a su casorio con Cata, y esa misma tarde, interpuso la demanda de divorcio en el juzgado número uno de su pueblo.

Obtenida la nulidad eclesiástica (las cosas bien hechas, bien parecen), Quique y Ana se casaron, tuvieron a la bebita Isa, y como todo lo fugaz con cimientos inciertos sobre tierra poco firme, los días felices pasaron. Llegaron las desavenencias; las discusiones; los rumores malintencionados; la falta de confianza y el arrepentimiento de ella por dejarse seducir, hasta el punto de perder la cabeza por un hombre.

Quique se volvió a casar de nuevo con Jenny, (sabido es por muchos que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra), y después de enviudar tras el alumbramiento de su hijo Edu por parte de su tercera esposa, reincidente, contrajo matrimonio con Anita, mujer pudiente que aumentaría sus bienes, pero cuyas marcas de varicela mal tratada, le alejaron de su marido, encontrando éste en los brazos de Cata H. un matrimonio más que le facilitara el camino hacia el record Guiness. Enterado de las infidelidades de su esposa, determinó cortar por lo sano... una vez más.

Haciendo borrón y cuenta nueva, concluyó su peregrinaje hacia el lado femenino con la tercera Cata (P) que en matrimonio se unió, y debido a que su vida se acabó antes de formalizar una tesis sobre “El comportamientos de la mujer en el matrimonio”.

Convencida de que para entender el presente hay que conocer el pasado, veo en sesión intensiva la primera temporada de Los Tudor, y cuando los títulos de créditos aparecen al finalizar el último capítulo, soy experta en chismorreos de palacio, y sé un poquito menos de Historia, y es que ésta varia, dependiendo de quién la cuenta, como la interpretes y como la trasmitas.

“Crees conocer una Historia, pero sólo sabes cómo termina… Para llegar al núcleo de la
Historia, tienes que volver al principio…”
(Guionistas de Los Tudor).

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Válgame Dios! Parecen cotilleos de peluquería ;)

Lo que parece no haber cambiado demasiado, son los comportamientos humanos, que a más de uno Quique he conocido yo.

Un beso.

Uno dijo...

Bonita historia. Mucho mejor que los culebrones de hoy en día. Qué playboy estaba hecho el Quique ese, espero que no fuese el de Verano Azul.

Muy bien contado y narrado.

¿Era muy resistente Quique con la mujeres? Lo digo porque hay una marca de baterias Tudor...

Saludetes

Anónimo dijo...

¡Fabuloso! Con estos enredos, lo de menos es la Historia, es insignificante en comparación con las riñas de alcoba.

¡Muy gracioso, si señor!

Un beso.

Breuil dijo...

Reflexión muy inteligente. Enhorabuena. Es un placer leerla.
Saludos desde el sur del sur.

Anónimo dijo...

Je,je,je... He visto la serie,y si se ajusta a la realidad, por esa época debían tener gastados los ejemplares del Kamasutra.

Me los imaginaba más desganados por no tener que quitarse tanta ropa.

Besos.

Anónimo dijo...

Qué potros más desbocados los Tudors estos.

Rumores sobre amantes de reyes lo han habido siempre, pero las reinas, mucho más discretitas, sus andanzas tendrían también, ya que con sus señores esposos, en esos castillos enormes, tendrían que salir con meses de antelación hacia la alcoba.

Besos, reinona.

Daniela Haydee dijo...

ZIMBAGÜE: Serán cotilleos de barbería, que en las peluquerías se habla de cosas más serias, entre rulo y secador en mano.

Besos.

UNO: Bonita, no sé, pero intensa un poco. Está muy mal pagado ser rey, uno se ve obligado a hacer cosas que no haría si fuera plebeyo, pero todo sea por mantener la reputanción a la altura de la corona.

Saludines.

LA FRUFRÚ: en la alcoba, lo que menos se hacia era reñir, pero estoy de acuerdo contigo, los enrededos hacen más cercanas a las personas.

Besos.

BREUIL: Muchas gracias, una vez más.
Saludos del oeste.

SOFÍA SAAVEDRA: Una forma de no perder calor, es produciéndolo. Las frias piedras de los castillos, invitaban constantemente a que las personas se relacionaran entre sí con frecuencia.

Un beso.

CARLOSIDEAL: más que discretitas,inteligentillas que eran ellas. Amorios los tenían todos, pero si en ellas se les evidenciaba, perdían su papel de consorte y las metían en un convento (en el mejor de los casos).

Un beso, rey,