25 septiembre 2011

Máquinas expendedoras de riñas




Profundizar en las reuniones exprés que cada mañana tienen lugar a la entrada del "edificio" donde trabajo, entre las empleadas que apuran el cigarro antes de abrir el cortijo correspondiente, estaba en mi mente.



No fumo ni desayuno fuera de casa (teniendo leche en la nevera y galletas en el armario, invertir tiempo y dinero en departir con otros seres adormilados, y sabida mi falta de sociabilidad previa a la ingesta de alimento alguno, seria una insensatez social y económica, que es la que me preocupa), pero participo de algunas de esas conversaciones cronometradas, cuando llego a la puerta con el último minuto adherido a esa parta prominente de los dorsos bajos.



Dejo el tema para otra ocasión, sin tengo menester. Hoy no toca.


Dos afirmaciones han cambiado el rumbo de mis intenciones domingueras.



Un pensador concienzudo, considera a las mujeres "máquinas de reñir", debido a un "defecto genético".



Paso por alto la incongruencia del popurrí de conceptos elegidos por el pensante para parecer divertido y entro en materia: quien mucho es reñido (por la de al lado), escasa inteligencia manifiesta y en su incapacidad de encontrar argumentos sólidos que rebatan sastifactoriamente voluntades firmes, llevados por un infantilismo rimbombante, denosta a quien sí sabe llevarlos puesto.



No haré de la entrada una batalla campal entre unos y unas, aunque me apetezca el tira y afloja implícito en la misma, mi juicio no lo permite: ni nosotras somos complicadas ni a ellos hay quien no les entienda. No comparto estas creencias universales tan extendidas en el mundo moderno.



Lo de los manuales para humanos ha pasado a la historia y de moda. No son necesarios para comprender al contrario, pese a lo recurrente que resulta mencionarlos cuando no se sabe asimilar una situación (en la que participan dos), o hemos perdido el partido por goleada.



Hombres y mujeres no son iguales; (no hay más que ver a quienes afecta antes la fuerza de la gravedad desde la niñez, es obvio que nosotras la carne la tenemos más sujeta al cuerpo y menos cerca del suelo), nuestra tendencia es distinta (cada cabra tira a su monte), pero coincidimos en generalizar comportamientos particulares a los que ni siquiera pasaban por allí... No todos, claro, solo algunos y algunas que superan en número a los que no hacen extensibles al resto de los morales su apreciación hacia alguien.



No somos máquinas de reñir, solo susceptibles de expresar acaloradamente nuestro pensamiento (llamemoslo apasionamiento argumental) y nuestra genética solo es defectuosa si entra en contacto con otra genética de igual imperfección... Qué ancha me he quedado (según RAE, orgullosa, envanecida y ufana).





Nota aclarativa: la imagen elegida es un tópico en el que no creo, aunque a veces se me antoje una realidad.



18 septiembre 2011

Cada loco con su...

Haciendo uso del índice sobre el cuadrante numérico del mando a distancia, Aceves (el astrólogo – vidente – clarividente - visualizador futurista – tarotista – naipista - pokerista…) aparece en pantalla y le dejo quedarse un rato en casa.

Llama una señora a la que el de la cara agria le toma nota del signo del zodiaco y de la edad en una libreta con finalidad nula.
La señora quiere saber “si acabará sus días acompañada”. Sin barajar las cartas, las va poniendo una por una sobre la mesa.

-Sí y no –Respuesta del argentino-. Te explico. Dentro de tres años te casas, pero tu vida termina a los 87 años. Acabarás tus días sola porque te quedarás viuda dos años antes, pero estarás acompañada ese tiempo.
-¿A los 87 años? ¡Qué vida más corta! Pero si mi madre murió a los 90.
-Tu mamá aguantó más que tú. Es el tiempo que tienes en la tierra.
-Tengo 85 años, no me puedo casar y quedar viuda cuando dice porque estaré muerta.
-Quien dice tres años, dice dos. Te casas dentro de dos o tres años. Es lo que dicen las cartas. Las cartas no mienten. Buenas noches, te mando un abrazo.

La señora solo quería saber si iba a encontrar a alguien porque se sentía sola, sin ni siquiera plantearse el matrimonio, “tener a alguien” con quien compartir sus días y con una bestialidad y crueldad sospechables en el personaje, le desvela el insensato (para quien crea en estas cosas) la fecha de caducidad de la vida de la interlocutora.

Me imagino a la señora celebrando su 87 cumpleaños en un discoteca en la que conoce a un hombre al que le dice: cásate conmigo mañana, que no nos queda mucho tiempo… por cierto, te mueres en cinco o seis días, que lo sepas y yo seré viuda hasta que te siga en uno meses.
Después de ti, no habrá más hombre, por falta de tiempo más que de ganas.

Para tirarle de los pelos que no se ven debajo de la mesa y retorcerle los… Eso.

11 septiembre 2011

Millonarios

Conocida cordial a la que me une además relación laboral, se pasa por el trabajo a saludarme, como hace cada vez que viene al pueblo.

Andaluza de Cádiz y profesora de logopedia en Badajoz, conserva el "ceceo" y el salero de su tierra... Ya sé que no todos los andaluces son garbosos, y hasta alguno serio (al puro estilo catalán) se encuentra, pero "ella" es de las andaluzas llenas de vida que hacen de sus días una fiesta continua. Es un auténtico fandango.

Conociendo desde hace poco años la década de los cuarenta, afirma que "manoz fríaz, amorez de un día", y se aplica el dicho disfrutando de garbeos que empiezan a las doce de la mañana y se alargan hasta el día siguente, entre tapitas, comidas, copitas y risas.

Habla sin respirar, atropelladamente, jugando con uno de sus rizos negros y los ojos abiertos como ventanas a los que se asoman sus pensamientos.

-Daniela, que io también ce hablá bien. Cuando eztoy con miz niñoz me quito el acento para que me entiendan y no ce confundan.

La he oído "hablar bien" y la prefiero manteniendo su identidad propia y sin la existencia de las "S" en su vida, que es donde reside su encanto, que pronunciando palabras "correctamente" y perdiendo su habitual espontaneidad. Es como si fuera una persona inventada.

Departimos sobre los gastos que genera tener vivienda propia y lo cuesta arriba que se hace abordar el final del mes airosamente.
No debería quejarme tanto, porque cuando adquirí mi pisitio asumí lo que supondría económicamente en mi vida, pero después de dos años, dos meses, once días y cinco horas viviendo "al límite" de mis "posibilidades", echo de menos no poder ahorrar como hacía antes. Y si a final de mes queda algo, lo acabo invirtiendo en el pisito de mis ojos.

-¿Zabez lo que nececitamoz, Dani? Un millonario que noz rezuelva la vida y que viaje mucho por zi ez feo, no tenerlo que ver todoz loz díaz.
Nos miramos incrédulas.
-Nooo .-Coincidiemos a la vez.
-Mis gastos los pago yo. Quiero un millonario que me lleve de excursión a su mansión al que no le deba favores, que luego son susceptibles de pedirte lo que se les antoja y por compromiso, cedes a sus caprichos .-Apostillo... No me gusta el exceso de dinero.
-Ci ez guapo que me pida lo que quiera pero zolo una vez, que me canzo cuando repito.

La conversación no acabó ahí. Confeccionamos una lista de lugares supuestamente frecuentados por millonarios, a los que podremos acudir cuando hayamos reunido el dinero suficiente para al menos ver a alguno de cerca. Existir, existen, veranean durante todo el año.

Aclaración: mi interlocutora no habla con la Z, pero el sonido que produce al pronunciar las "S", es muy parecido al de esta letra y como fonéticamente no sé representarlo, he tomdo el camino más cómodo y corto.






04 septiembre 2011

Real

Recupero una entrada de hace tres años, modificada con los nuevos conocimientos adquiridos respecto a la historia y al hilo de la biografía que estoy leyendo sobre un "real", muy "real".





Relatan que Cata se enamoró de Quique, el hermano de su difunto marido, cuando salían en pandilla siendo ambos muy jóvenes, aunque ella un lustro mayor que él. Quique (que por entonces buscaba mujer seria para formar una familia, que además se ocupara de la casa y de tener preparado el plato de comida caliente encima de la mesa, cuando llegara exhausto del arduo trabajo de todos los días), encontró en su cuñada a la candidata perfecta (pues Sarah Palin permanecía suspendida en la nada) para sus fines.


Mujeriego por naturaleza, su condición de hombre casado no era incompatible con el placer que mujeres de moral distraída le proporcionaban, fascinadas por sus músculos de Schwarzenegger.



Cata, que los pelos que tenía no eran de tonta, sospechaba que su marido, aquejado de fuertes jaquecas en los últimos tiempos, alternaba con mujeres de pensamiento libre y cuerpos dispuestos, sufriendo en silencio (como sólo se pueden sufrir las hemorroides cuando no se comparten con un confidente) su amargura.
Cuando su hija Mari tenía edad suficiente para ir a preescolar, contrataron a una asistenta que ayudara a Cata en las tareas domésticas y así ésta dispusiera de más tiempo para hacer ganchillo.




Ana, Licenciada en Turismo, era joven, casi guapa y dominaba tantas lenguas como países había visitado, lo que hizo que Quique pronto sucumbiera a los encantos de la muchacha de forma distinta a como lo habría hecho ante cualquier mujer que no fuera ella, por lo que debía emplear otros métodos para conquistarla. Así empezó a dejarle notas con versos escritos colgados de la pared o en el interior de los armarios, con la precaución de que Cata no las encontrara y se hiciera ilusiones sobre el fuego de la chimenea.


Al principio Ana se mostraba desconfiada y altiva, pero paulatinamente fue predisponiéndose hacia Quique, hasta que transcurridos unos meses, no pudo ocultar más tiempo que estaba enamorada de su jefe y de su cuenta corriente, y en un encuentro fortuito en el aseo, se lo comunicó:
-He luchado contra un sentimiento que gustosa recrearía en ti, y que en la distancia seguiré padeciendo, pues no soy mujer de segundos platos. Decide si deseas para nosotros el platonismo que conocemos, o la consagración de nuestro amor en actos que ignoramos y nos harían felices.


Quique no tomó más de dos instantes en decidir ponerle fin a su unión con Cata, y esa misma tarde interpuso la demanda de divorcio.


Obtenida la nulidad eclesiástica (las cosas bien hechas, bien parecen), Quique y Ana se casaron, tuvieron a la bebita Isa, y como todo lo fugaz con cimientos inciertos sobre tierra poco firme, los días felices (pasión descontrolada) pasaron, llegando las desavenencias; las discusiones; los rumores malintencionados; la falta de confianza y el arrepentimiento de ella por dejarse seducir, hasta el punto de perder la cabeza por un hombre. Ese fue su error.


Quique se volvió a casar con Juani, (sabido es por muchos que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra y que le produzca placer infinito), enamorado hasta el tuétano de ella. Sin duda la mujer de su vida, a pesar de que ella tuvo que marcharse. Después de enviudar de su esposa más querida, cuando ésta alumbró a Edu, reincidente, contrajo matrimonio con Anita, mujer pudiente que aumentaría sus bienes, pero cuyas marcas de varicela mal tratada, le alejaron de su marido, encontrando éste en los brazos de Cati H. un matrimonio más que le facilitaran el camino hacia el record Guiness.


Consciente de las infidelidades de su esposa, determinó cortar por lo sano, una vez más.


Haciendo borrón y cuenta nueva, concluyó su peregrinaje hacia el lado femenino con la tercera Cata (P) a la que en matrimonio se unió, y debido a que la vida Quique acabó antes de formalizar una tesis sobre “El comportamiento de la mujer en el matrimonio y fuera de él”.






Para quien se haya perdido o no se haya encontrado desde el principio, Quique es el mismísimo Enrique VIII (de la casa Tudor) y ellas sus pacientes esposas.

He omitido la situación política del momento (a matarse estaba Inglaterra con Francia y España); los tejemanejes de cierto curilla con mucho poder; las amantes que tuvo, entre las que se encontraba la hermana de Bolena A.; las traiciones y castigos...

Una historia fascinante, pese a que no me hubiera parecido nada fascinante formar parte de ella.