29 mayo 2011

Amén




“Secretario es la persona que guarda secretos. Ves, oyes y callas”.
Esto me lo dijo la Madre Superiora y directora del hospital geriátrico donde estaría un mes haciendo prácticas administrativas (… coger el teléfono, atender a los familiares de los “clientes”, realizar gestiones bancarias…), miles de tormentas atrás.

“Lo que veas u oigas no lo comentes con nadie más que conmigo. Los secretarios son discretos y tu función aquí es guardar secretos”.
Se me pasaron por la cabeza varias cosas, entre ellas que el hospital era la tapadera perfecta para acoger a los miembros de una comuna “secreta” con actividades arriesgadas (fuera de la ley) y que me secuestrarían para el resto de los días que pasara con vida… El escenario era inductor directo para hacerse peliculitas mentales (decoración de de postguerra), perfumado de añejo.

Empecé con mal pie, entré en el despacho preguntando por “Sor jefa” y una monjita (con la misma cara de Arévalo) se giró y me miró con desaprobación.
“Madre… hija”
Había degradado de rango a la superiora y no se lo tomé muy bien… o quizás es que se había clavado cien agujas en el trasero por pisar las heces de un camello y a consecuencia de ello la acritud de su rostro arevalesco… El caso es que estando en un lugar donde suponía los buenos sentimientos fluían así como el perdón y la bondad, emparentados todos como hermanos y hermanas, pues al mismo padre tenemos (ya… si acaso seremos hermanastros) me costaba creer que mi falta (de tarjeta roja y expulsión) pudiera resultarle una ofensa.

“Bienvenida a la casa del Señor”
Después definió “secretario” y cuando se convenció que me había quedado claro, me presentó a Keanu Reeves (o a su doble, pero a lo “hispalis brutote total”), médico de planta, más ”salao” que el agua del mar contenida en un vaso, que haría mi estancia allí, visualmente más atractiva. Le salvaba el porte.

La Madre Superiora Jefe era una “ejecutiva agresiva” a lo “Armas de mujer”, vestida con una bata azul hasta las rodillas y toga que suavizaba ligeramente su papel de “mandamásquenadie” dirigiéndose a sus hijos con “Dios te guarde” o “Dios esté contigo”, y que en aquel primer intercambio de impresiones (la Superiora relataba, yo otorgaba) me suscitó dudas acerca del funcionamiento de aquel sitio. En todas las empresas cuecen habas, y ésta era una empresa como cualquier otra donde ocurrían cosas.

Oí la “llamada” en varias ocasiones, cuando alguna de las monjitas (todas agradables menos Sor Gruñona, que ladraba como los perros cuando les intentan quitar un hueso de la boca) me encomendaba alguna misión, pero no para contraer matrimonio y dedicarme a la vida contemplativa.

En eso días confirmé lo que sospechaba, la bondad y comprensión reside en algún lugar de nuestro interior… pongamos que en el corazón, y que pertenecer a un gremio determinado (como el religioso) no humaniza, solo hace que ganes el dinero de otra manera y que finjas que la naturaleza te dio el don de entregarte a los demás, porque forma parte del trabajo.


22 mayo 2011

Recuerdos olvidados



Recordamos lo que queremos (memoria selectiva) o lo que nos ha marcado tanto que no podemos olvidar, pero hay recuerdos que no sabemos que aún deambulan por nuestra mente, hasta que no nos lo recuerdan.

Una tarde de esta semana en la radio pusieron una canción, independientemente de la calidad y de la interpretación de la misma, es un tema que me encantó durante algún tiempo, motivos racionales o irracionales a parte, y al escucharlo otra vez, me acordé de una persona en concreto, sin transcendencia para mí, que nada tenía que ver con esos momentos sonoros provocados a menudo, pero si con parte de la letra de la canción.

Me he acordado también (por asociación), del viaje en autobús a la pista del patinaje del Camp Nou que hicimos en el instituto, en el que mirara donde mirase, ahí estaba él (a quien me ha recordado la canción), anticipándose a mis ojos, uniéndose a ellos para crear un nuevo color juntos, mientras nuestros amigos observaban que aquel día estaba siendo especial, porque algunas personas lo vivían distinto, y no precisamente con los que habitualmente monopolizaban nuestros pensamientos.

Ese día lo iluminó aquel chico, no quien viajaba unos asientos más atrás y habitaba en algún rincón de mí, y cuando el conductor del autobús estuvo a punto de estamparnos contra un árbol (tenía controlada la situación, no nos hubiera pasado nada serio), fue a él a quien miré primero, y con él respiré aliviada, al resultar ilesa.

No fue nada importante ni se perpetuó en el tiempo, pero si es un recuerdo que evocado, me gusta saber que aún conservo, aunque solo sea por ese día “extraño”, que vivimos.


15 mayo 2011

Ondas



Me asaltaron, pero no de la forma en que un ladrón se apropia de las pertenencias de otra persona, o un seductor se queda con el corazón que no se le ha entregado voluntariamente, no, me asaltaron en la calle con un micrófono, volviendo a casa un mediodía del instituto.

Mi relación con la radio empezó siendo muy niña con Elena Francis y después continuó cuando mi antecesor de sangre participaba en los concursos de la radio local de mi pueblo, un día sí y al otro ¿cómo no?, y me ponía al teléfono cuando excedía el cupo de llamadas semanales, para que fuera la portavoz de sus conocimientos... o al menos así lo recuerdo.

Gracias a la radio y a la sabiduría fraternal, comimos muchos domingos en los jardines de un antiguo y enorme caserón hecho restaurante, entre árboles frondosos y aroma a pino, al que la persistencia de nuestros aciertos (como representante vocal ocasional, eran míos a medias...), hacía que nos trataran con cierta familiaridad.
La radio también me regaló un anillo de metal precioso, que perdí a las pocas semanas en el colegio, al quitármelo para lavarme las manos. No volví a saber nunca más nada de él.

La época “responda otra vez” terminó, pero la radio continuó a mi lado.
Antes de abandonar definitivamente la infancia, un programa me enseñó la radio por dentro.
Todas las tardes, después del colegio iba a la emisora local, donde acudían niños de otros colegios con las mismas inquietudes radiofónicas que yo (retrasar la hora de hacer los deberes).
Me pasó desapercibido un locutor de los Principales 40, cuya etapa televisiva le llevó a Marte a explicar marcianas crónicas y a ponerse unas gafas negras conjuntadas con el traje, al estilo del chico Martini, en aquella época... al menos al principio. Ya se sabe que a fuerza de hacerse visible, hasta lo pequeño se hace grande, y ahora lo es y mucho, porque hace lo que quiere.
Ni todos los que perseguimos nuestros sueños, los alcazamos, ni todos somos perseguidores de sueños.

Me puse delante del micrófono con unos cascos demasiado grandes para mi cabeza de bombilla (mi cabeza sigue siendo pequeña, pero ya no parece una bombilla), en los que el productor tuvo a bien ponerme sardanas durante gran parte de mi intervención, y durante diez minutos, en el espacio del mismo programa “Pequeños locutores”, me convertí en una locutora nerviosa, de voz temblorosa (las sardanas influyeron sobremanera), a la que los oyentes hicieron ganadora (hermano, hermano otra vez imitando a Heidi, amigos y vecinos).

Prosiguiendo con el asalto a horas poco adecuadas para hacer concursos en la calle, al reportero le conocía del instituto, de hecho, en mi fuero interno le llama “el chico de la bici”, porque era su medio de transporte habitual, y hacía algunos meses habíamos compartido un baile en un “guateque noventero” que organizó una compañera de clase en el sótano de su casa, y al que me invitó, además de por tener cierta amistad, para “unirme” al chico que me gustaba a través de juegos inofensivos, a los que no sucumbimos ninguno de los dos... aunque sucumbimos con otras personas.
Fue la segunda y última fiesta a la que he asistido. Las fiestas no son mi lugar.
En la primera, celebrada por una cumpleañera, descubrí que algunos niños-hombres se comportan como rumiantes hocicudos, y en la segunda, hasta que punto podía ser así.

El chico de la bici me vio, y me hizo su presa. No había nadie en la calle a esa hora (todos comían en sus casas) y con la mirada me suplicó que no hundiera su siguiente conexión en directo... “por los viejos tiempos” (breves, pero haberlos, los hubieron).
-Te hago una pregunta y respondes cuando te de paso... Es fácil.
En antena: ¿qué película española de época, ha ganado recientemente un Oscar?
Conocía la respuesta, pero me distrajo el chico de la bici vocalizando exageradamente el nombre de la película.
-Belle Époque.

No recogí las dos invitaciones a una consumición gratis en un nuevo Pub que habían abierto en el pueblo, ni siquiera lo hice para volver a ese pasillo estrecho que había en la emisora por el que siempre había alguien con quien chocarse, ni para oler el vinilo de los discos ni las fundas de cartón que los guardaban.

Me gusta oír voces (por la radio, claro, si las oigo sola en casa, no salgo del baño), no tener la imagen de sus propietarios, solo dejarme envolver por sus sonidos. Eso es la radio.



08 mayo 2011

Anillos de oro



Cuando escribo tengo la costumbre de tararear, sin darme cuenta, la melodía de una serie de televisión que emitieron hace varias décadas (más de dos).

“Anillos de oro” era el reflejo de una sociedad que empezaba a adaptarse a lo que entonces se consideró un paso importante (grande y muy necesario) en España y que hoy sin duda lo es: la ley del divorcio.

Con siete u ocho años, pensaba que hombres y mujeres estaban en el mundo para casarse y tener hijos (ley de vida); que cuando alguien contraía matrimonio, era imposible que uno de los dos cónyuges se enamorase de otra persona, porque vincularse a alguien con un anillo, suponía la aniquilación de cualquier tipo de sentimiento amoroso hacia un tercero; que separarse (el divorcio era un término empleado en círculos reducidos, preferentemente con poder adquisitivo medio – alto) era una modernidad que pasaría de moda, como ocurre con las tendencias de todas las temporadas; y que dedicarse tiempo a uno mismo era un brote de egoísmo insultante por la exclusión de otras personas en esos ratos de ocio.

A esa edad me hubiera encadenado a la misma persona hasta la eternidad, porque esa era mi función en la vida, además de la de cuidar de los hijos que tuviera y dedicarme enteramente a la familia, sin momentos para mi propio regocijo, porque mi satisfacción debía ser la de hacer bien mi papel de esposa y madre.

Mujer que ha cuidado de sus hijos, renunciado a su profesión, cuando estos ya se valen por si mismos, abre un bufete con el mejor amigo de su marido, en la casa de dos hermanas mayores, devotas de todos los santos habidos y por haber, que no transigen con el divorcio. Entre la mujer casada y el mejor amigo de su marido, nace una complicidad (que a veces se confunde con cierto sentimiento prohíbo entre dos que no están casados), poco habitual en los inicios de los años 80.

Esa serie varió mi corta visión de la vida, y me amplió las miras.
Lo establecido no siempre es lo más conveniente, solo lo que se suele hacer.

Esta es la música que acompaña mis palabras. La que me insta a pensar que las cosas pueden ser distintas y que puedo elegir como quiero que sean.


01 mayo 2011

¿Por qué lo llamaran "amistad", cuando quieren decir "a ver que pasa"?

Novios se van a casar. Novia deja a novio por nuevo incentivo. (1) Novio queda triste y desolado.

Madre de novio se encuentra con amiga de juventud a la que no veía desde hacía años.
Amiga de juventud tiene hija sin compromiso fijo.(2)
Madre de novio propone a madre de chica, descreída del amor eterno, que sus hijos se frecuenten: “Solo como amigos... que se vean, que se llamen, que se hablen...”
Le explica que solo tiene ese hijo, y que todas sus propiedades, que desglosa seguidamente, (3) serán para él.

Madre de chica piensa que no es una idea descabellada (4), aunque desproporcionado le parece a la hija, cuando se lo cuenta.

Madre de novio, busca un placebo para su hijo. Devolverle la ilusión y apaciguar la pena que arrastra desde lo acontecido, o no acontecido, según se mire. Quiere verle feliz y sospecha que otra fémina podría ser determinante para su restablecimiento emocional… Que tal vez su historia podría ser otra y mejor.

Novio, no sabe lo que quiere. Le hace falta algo. Siente un enorme vacío en su interior. Le asusta ilusionarse otra vez, por si las cosas no salen como quisiera, pero no le importaría conocer a alguien y que le conozcan, aunque esta vez vaya precavido.

A madre de la chica le gustaría que su hija sentara la cabeza. Que tuviera alguien que la protegiera y que nunca estuviera sola. Que compartiera lo bueno y lo malo que la vida trae. Cualquier principio es bueno si tiene continuación.

Chica no es nada romántica, pero le parece que las situaciones no se pueden forzar. Que la naturalidad es esencial para el desarrollo de las circunstancias. En un resquicio de su corazón, siente que las cosas pueden ser distintas, si las maneja el azar. No quiere ser pañuelo de nadie.

Estoy de acuerdo con “chica”, las situaciones que se fuerzan resultan violentas, pero si el fin de las “madres” es encontrar la felicidad para sus hijos (la felicidad es un estado de ánimo no perpetuo, se es feliz a ratos, en caso de que esos ratos existan), me decanto por lo causal en detrimento de planes milimétricos.
Por otra parte, si las cosas no llegan por si solas y son provocadas para que sucedan, tal vez es porque ha llegado el momento de que se den y hasta esas inducciones son susceptibles de que ha llegado la hora.



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(1) Se enamora de otro chico y antes de cometer un gran error, libera a su novio de su lazo y se libera así misma. Será duró para él, pero mucho peor sería engañarle y acabar haciendo lo que le ha roto el corazón.



(2) Los compromisos largos son para los que creen que el amor permanece intacto a lo largo de los años y no se deteriora, así lo atropellen cuatrocientas apisonadoras. No renuncia al “amor”, solo le pone fecha de caducidad.


(3) El dinero todo lo puede. Es un aliciente para convencer a los pocos convencidos, pero hay personas a las que las propiedades no les interesan. Ven a la personas, no lo que las adornan.


(4) El amor puede surgir en cualquier momento y de cualquier forma. El medio es secundario, si llega.