26 septiembre 2010


Antes de encontrar a Abraham, pasé por muchas camas, poco habituada a hacerlo, pero la vida te obliga a adaptarte a la situación, y la mía era necesaria cambiarla si quería alcanzar lo que había empezado a anhelar un tiempo atrás.

No todos me gustaban, algunos a simple vista me desagradaban, pero aún así, en mi búsqueda de aquello que no sabía si encontraría, probé con todos los que me sugirieron los expertos. Lo único que tenía que hacer era tumbarme y sentir o en la mayoría de los casos, no sentir nada. Al principio me resultaba incómodo, porque para mí era una experiencia nueva y porque era consciente de que me miraban; algunas personas esperando mi veredicto con mayor o menor entusiasmo, y otras porque pasaban por allí.

Elegí a Abraham sin conocer su nombre y sin saber si era lo que quería o sólo se acercaba a ello, pero cansada de buscar y habiéndome ocasionado una buena impresión inicial, decidí que fuera él quien me acompañara en mis noches.

Era duro (requisito indispensable) y muy suave al tacto, aunque ese detalle era altamente variante y muy excusable a la hora de tomar una decisión. Una vez en casa, lo cubriría con mis ropas; sus ropas.

¡Qué complicado es comprar un colchón! Ni siquiera bueno o de marca, solo un colchón donde dormir. En las tiendas especializadas solo pedía una cosa: que fuera muy duro.

Los profesionales de los sueños profundos me hablaban de colchones de látex (éste material ya casi se usa para todo, aplicado a los colchones los hace muy blanditos. Cuanta más resina de caucho lleve el colchón, mejor será éste); de colchones viscoelásticos (son los que se adaptan al cuerpo, muy mullidos, con el calor se ablandan y con el frío se endurecen. Él material fue creado por la Nasa, no para que los astronautas descansaran, sino para amortiguar el lanzamiento); colchones de muelles (los de toda la vida. Los únicos que conocía hasta que llegó Abraham descubriéndome que hay muchas cosas buenas en la vida que conocer y probar); colchones de poliuletano (la espuma fiel compañera de los muelles. Ha sido desplazada por las espumas más arriba mencionadas, pero su calidad no es peor por ello, sólo menos novedosa); y también me hablaron de otros materiales sobre los que dormir (agua, aire…).

Mi colchón nuevo (modelo Abraham) es viscoelástico, 100% natural, con núcleo de estructura celular abierta y fabricado con soja para conseguir un máximo nivel de transpiración y relajación, con efecto flotante y no sé cuantas cosas más.

Mis sueños (y pesadillas) ya tienen nombre, se llama Abraham y lo elegí yo (después de yacer con otros) para que velara por mí durante las noches.

19 septiembre 2010

Asociación de mecanismos orgánicos rudimentarios

“Si alguna vez amé, si alguna vez después de amar, amé… Fue por tu amor…”
A punto estoy de creer en el amor, olvidándome de las segregaciones corporales, responsables de que nos ocurra lo que nos ocurre, cuando nos gusta alguien y ese suceso va avanzando hasta que reconocemos que lo que nos pasa es el amor por la vida, cuando Serrat le canta a Lucia.

No es la aparición de otra persona, ni su amor confeso, lo que hace que volvamos a amar, después de haber amado (una o las veces que hayan hecho falta para darnos cuenta que a veces no merece la pena y es mejor no haber conocido tanto), somos nosotros y nuestras percepciones (bajo el influjo hormonal) los que engrandecemos a determinadas personas, por la que nuestro organismo se ha activado arrastrando a nuestro pensamiento.

“No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí…”
A punto estoy de creer que el amor fluye por sí solo; que nos encuentra sin que intervengamos en su tránsito por nuestra vida, pero entonces, cuando ese punto se hace tan pequeño que casi desaparece, la razón se impone. No es magia, es un proceso gripal: Amor (Asociación de mecanismos orgánicos rudimentarios).
A veces creo en hadas y duendes, aunque sepa que no existen.




12 septiembre 2010

Acompasados, descompasados

Tolstoi plantea en la sociedad medio - alta rusa de 1877, que si una mujer casada (1) manifiesta una atracción amorosa hacia un tercero, el marido (2) no debe intervenir en ésta atracción que nace muy a su pesar, puesto que estos sentimientos pertenecen a la intimidad de la esposa y solo ésta es dueña de sentir o prohibirse sentir amor por viviente ajeno.

La labor del marido es la de advertir a la esposa que maneje con discreción su enajenación y controle unos sentimientos que pueden reflejarse en su comportamiento en sociedad (3) : “Puedes amar a quien desees aunque no me guste y me duela, pero hazlo con precaución para que nadie más que nosotros sepa lo que te está ocurriendo, hasta que resolvamos el asunto" (4).

Desentendimiento cordial entre una pareja (5) que en su día compartieron sentimientos (6). Trasladado a nuestra época y a nuestra sociedad es como si todos perteneciéramos al mismo lugar y al mismo periodo.

Los patrones se repiten constantemente a lo largo de la historia. La traición (7) no hiere tanto, como coraje produce que el vínculo amoroso se tambalee porque la otra parte haya despertado a lo que a nosotros se nos ha quedado dormido y que no nos haya ocurrido a nosotros en lugar de al de al lado.

La cautela en sociedad (8), es el tiempo que los ultrajados necesitan para buscar un arreglo similar (9) y no quedar como injuriados, o en su defecto el tiempo indispensable para asumir que una etapa vivida se ha consumido.

(1) el cambio de género no altera ni vulnera el orden del producto así como el estado civil.
(2) sujeto relacionado con la primera, de la forma que establecieran ambos en su desvarío ilusorio.
(3) cuanto más dinero se tiene, más apariencias que guardar.
(4) hasta que te aclares.
(5) la unión diplomática carece de importancia, insisto.
(6) difícil es precisar quién en mayor cantidad o con mayor intensidad.
(7) descubrimiento de falta de amor.
(8) enmascaramiento de la realidad a los demás.
(9) romper la relación en igualdad de condiciones.



05 septiembre 2010

Elementos



En mi mente suena desde hace unos días mi último descubrimiento musical.
Seis y media de la mañana.
No puedo dormir.
Demasiado calor a unas horas donde se supone que la temperatura debería haber bajado algo con el rocio, pero los 33 grados se mantienen en el interior de casa bien amparados entre sus paredes.

Es temprano, puedo darme un baño, un baño tranquilo. No llego tarde a ninguna parte. Un baño con el sonido de la radio acompañando el silencio.

Me sumerjo en el agua tibia mientras la música (elegida al azar) va sonando, hasta que una de esas canciones que cuando aún no ha amanecido y el cielo permanece oscuro parece tener más sentido que oyéndola en horas de luz, me abstrae de mis pensamientos... "No puedes decir que NO, no puedes decir JAMÁS, no debes PEDIR PERDÓN...". Demasiado tarde para decir que SÍ, TAL VEZ, y no SENTIRLO.

Fuego, Tierra, Agua y Aire... Cuatro elementos. Cuatro tormentos.
Investigo (googleo) con las pistas que me facilita el locutor y encuentro más de lo que esperaba... Los elementos han llegado a mi vida cuando tenían que hacerlo y en el momento justo, para darle la significancia imprescindible de una entrada escrita por mí.

Un tema más para una banda sonora que empieza a hacerse extensa.