29 noviembre 2009

Himnos


Ha llegado el invierno, después de una segunda primavera (insisto, esto no es normal) en la que las flores han florecido como en la primera, y las hojas de los árboles han permanecido en sus ramitas resignadas a que el aire no las acune en su descenso hacia el suelo.

Mirando como el espacio lo ocupan millones de gotitas de agua que caen intermitentemente (por fin ha vuelto a llover), a mi mente acude (no sé porqué) un himno, el del amor.

“El cielo azul sobre nosotros puede hundirse y la tierra puede derrumbarse. Poco me importa si me amas, yo loco por el mundo entero / Mientras el amor inunde mis mañanas, mientras mi cuerpo se estremezca bajo tus manos / Poco me importan los problemas, mi amor, ya que me quieres / Iría hasta el fin del mundo; me haría teñir en rubio, si me lo pidieras… / Renegaría mi patria; renegaría mis amigos, si me lo pidieras… / Podemos reírnos de mí, haría cualquier cosa, si me lo pidieras… / Si un día la vida te arranca de mi, si mueres, si estás lejos de mí, poco me importa, si me quieres, porque yo moriré también / Tendremos para nosotros la eternidad, en el azul de toda la inmensidad. / En el cielo más problemas, mi amor, ¿crees que se ama? / Dios reúne a lo que se aman”

Después de oír varias veces el poema cantado de Holderlin creo que hoy no me importa nada. Porque viendo caer la lluvia, no hay nada más importante que ese momento.


22 noviembre 2009

Dedos


Andar descalzos (en calcetines), perjudica seriamente la integridad física del ser humano.

Me quebro el dedo pequeñito del pie al estamparme contra la jamba de la puerta mientras corría.

No importa porque de un arrebato promovido, me puse a correr como si no pudiera emplear unos segundos en buscar las zapatillas (de estar por casa) y ponérmelas. Las cosas pasan en un momento determinado y si no llegas a tiempo se van y ese instante no volverá.

No sólo llegué tarde, sino que además mi pequeño colisionó gritando con un crujido y el callo se puso rabioso, por no haber calculado bien el ángulo de mi cuerpo a su paso por la puerta.

En apenas unos minutos se infló cuan globo a punto de estallar, y cambió al color de moda este otoño (segunda primavera), en unos cuantos más.

Le niego asistencia médica. Sólo es un dedo, ni siquiera tiene nombre (bueno, sí, falange, artejo, quinto, orquejo...) ni es bonito, además tengo nueve más, entre los que se encuentra su análogo.

Cojeo durante cuatro días. El quebradito (nunca me gustaron las matemáticas) protesta enviándome señales dolorosas y el callo (que paró el golpe) lo secunda, pero me mantengo firme (tozuda), no mediaran señores de blanco. Sólo es un dedo, un dedo deformado.

Anoche, las nuevas proporciones adquiridas por el pequeñín (y resto del pie) me conmovieron. Poco a poco va volviendo a su posición original. Ya no apunta tanto hacia el nordeste. Se está centrando solito, sin mi ayuda.

Lo miré con cierta conmiseración “El nunca te abandonaría” (porque no puede) y la ternura empezó a brotar de las entrañas que tendría si fuera pez.

Sólo es un dedo, pero es mi dedo y voy a cuidar de él como él cuida del callo. Algún día, no muy lejano, se olvidará del callo (cuando me encargue de él personalmente), y yo estaré donde debo estar, aunque a veces no lo recuerde.

15 noviembre 2009

Tesoros desconocidos


Atravieso la avenida (arteria principal del pueblo) al atardecer, con el cielo oscuro sin que la noche haya llegado aún, llena de gente. No importa la hora que sea, ni la temperatura que haga (todavía nos beneficiamos de una segunda primavera improvisada), siempre hay gente, demasiada gente entorpeciendo mi camino. No todos vamos a ritmo de procesión. Hay a quienes nos gusta batir todos los días nuestro propio record de tiempo que tardamos en llegar a casa desde el trabajo. Mi mejor marca son seis minutos y veintiocho segundos, con obstáculos.

Acercándome al semáforo del cruce estaba (puede que algún día detalle la estrecha relación que me une a los semáforos, motivo también, por el que acabo mencionándolos sin querer o queriendo evitarlos), donde una congregación elevada de viandantes meditaba concienzudamente sobre si pasar corriendo, ganando cuatro minutos al paseo y un susto al conductor, cuando me cogen de la mano.

Me libero inmediatamente (instinto de supervivencia) del sujeto, sintiendo mi espacio vital invadido por un intruso sin autorización previa, a la vez que le clavo la mirada.
-Te has equivocado de chica.

Me mira desconcertado, sin saber muy bien que decir, pues sus palabras ausentes eran cómplices de mi mirada inquietante. Me divertía la situación (aunque no lo manifestara abiertamente) y la exploté hasta el final con toda mi artillería. Nuestras acciones tienen consecuencias, acatarlas nos dota de coherencia.
-Perdona.

A nuestras espaldas, la destinataria de la mano (que se había detenido con una pareja en un rincón), llama al chico, ignoro si ajena o espectadora del despiste del que con toda probabilidad espera ver envejecer con la dentadura postiza metida en un vaso.

Nos acostumbramos tanto a las cosas, a las personas, que no les prestamos atención y la mayoría de las veces, no nos damos cuenta de que a quien tenemos al lado, y mucho menos valoramos que lo que tenemos permanezca con nosotros.


08 noviembre 2009

Elecciones


Pensaba que iba a ser más sencillo; que tenía las ideas claras o medio aclaradas (sin alcanzar la total seguridad); que sabía lo que quería, diferenciándolo de lo que no quería en absoluto, pero una vez más, daba por sentadas demasiadas realidades ficticias, hasta que llegó él haciendo tambalear todos mis cimientos en un sólo instante.

Cuando el pintor me trajo el muestrario de colores, más de 500 tonalidades (me he entretenido en contarlas una a una para documentar el post que me ocupa, no porque tuviera demasiado tiempo que perder), e infinitas combinaciones entre ellas, que es lo que marca la tendencia en la actualidad para crear ambientes en casas politemáticas.

Una semana completa he consumido en elegir entre blancos; blancos teñidos suaves; blancos teñidos medios; pasteles suaves; pasteles fuertes; grises; colores apagados; colores oscuros; tonos medios; tonos medios vivos; tonos fuertes; tonos fuertes vivos… y por si fuera poco, texturas, mate lleno; mate; semi-mate; semi-satinado; satinado; satinado lleno… y yo, con la única pretensión de pintar ese lugar en el que nos refugiamos al caer la noche, con estancias que son un rincón de nosotros mismos.

Un poco de calidez, otro tanto de armonía y mucho de Mediterráneo, era la idea, antes que se fugara dejándome desamparada, la muy ingrata, con los elegidos.


01 noviembre 2009

Absurdos


No lo pensó. Sólo lo hizo. Mente en blanco. Ausente de la realidad, llamó, ajeno a sus acciones.
Se estremeció. Pensó. Dudó. Tardó dos segundos en decidirlo. Contestó con el alma pendido de un hilo.
-No sé porque he llamado.
-Ni yo porque he contestado.

No pretendía hablar con ella, ni siquiera quería. Había agotado las palabras, pero la llamó y lo que pensara ella, sobre sus razones, no le importaba.
Lo último que le apetecía era oir su voz. Intercambiar frases añejas sin sentido, pero contestó, sin importarle lo que el pensara sobre sus motivos.
-¿Y ahora qué?
-No lo sé.


Le hubiera dicho todo en lo que pensaba, cuando no podía dormir, pero no sabía cómo hacerlo, tampoco le sobraban las ganas para encontrar la forma.
Esperaba su turno de réplica. Todavía quedaban reproches que hacerse, aunque aquel no era el mejor momento. Ningún momento era bueno para alargar la agonía del adiós.
-Cuídate.
-Tu también.

Algún día esperaba que estuviera bien, ahora solo deseaba que su duelo durase tanto como el suyo. El tiempo les apaciguaría.
Se liberó del sentimiento de culpabilidad que tenía por darse cuenta antes que él, de que las cosas no funcionaban. Tarde o temprano, tenía que suceder, pero ella se le adelantó.


Cuando el amor muere, enterrarlo profundamente solo servirá para que brote de la tierra con más fuerza.