24 febrero 2008

Tercera persona del plural


Ellos, tarde o temprano acaban diciendo:
-Eres especial, hay algo en ti que… no sé… no eres como las demás… eres diferente…
Ellas escuchan con expresión comprensiva al mismo tiempo que cavilan: “¿Especial? ¿Qué significa ser especial exactamente y que me hace tan diferente? ¿Acaso has conocido a todas las mujeres del mundo para saber que no son como yo?”
En tales circunstancias ellas intervienen con sonrisa halagadora (pero algo falsa, pues viborillas son) y fingiendo rubor:
-No, no soy especial, soy muy normal.
Entretanto algunos de ellos van pensando: “No, no… Eres maravillosa, extraordinaria, sensacional… Una diosa”
Algunos otros de ellos adoptan gestos seductores en sus rostros con fines muy concretos: “Sí, sí, normal, pero con tanta galantería vas a caer en mis redes”.
Y el resto de ellos saben lo que quieren: “Vayamos a un descampado”.
Entonces es cuando su voz vuelve a retumbar en los oídos de ellas, como el eco en una cueva.
-No cambies nunca… Sigue así siempre…
Mil demonios se apoderan de ellas y sus pensamientos se alborotan sobremanera: “¿Pero cómo quieres que no cambie nunca? Las personas maduran, evolucionan; su inteligencia crece hasta alcanzar la sabiduría”
Ellas, menos una, se pronuncian al respecto:
-Todos cambiamos con el tiempo…
Algunos de ellos meditan con el ceño fruncido: “Sí, pero no cambies demasiado. No te vuelvas una bruja”.
Los ellos convencidos, permanecen fieles a sus ideales: “Vamos a un descampado. AHORA.”
La ella que no se había manifestado, cuya identidad se aleja de ser averiguada por alguien nunca, guarda silencio y observa nauseabunda.
-Nunca pensé que podría conocer a nadie como tú.
Algunas de ellas no pueden simular su alegría y a punto está de hacerse sonoro su pensamiento: “Ay, que majo que es…”
Otras se limitan a miran a su interlocutor con ojos piadosos y actitud condescendiente: “Qué cursileria”
Y la ella independiente refunfuña sin quererlo evitar: “Otras, otras, otras”
Los ellos más románticos se deshacen con su mirada inocente (al menos eso es lo que creen que es): “¡Pero como me gusta!”
Los hay que se congratulan a sí mismos en un brote de narcisismo agudo con indicios de convertirse en crónico: “La tengo en el bote”.
Y el porcentaje resultante no varía: “A la bi, la ba, a la bin, bon, ban, descampado, descampado y nada más”
Ellas deciden (como ocurre siempre):
-Es hora de volver a casa.
La ella solitaria (bueno, quizás existan un par de ellas más), conoce la felicidad en ese instante y sabe que la quiere conservar a su lado: “¡ACABEMOS CON ESTO DE UNA VEZ!”.
Las demás se sienten más víboras que nunca: ”Lo bueno en dosis pequeñas, querido”.
Ellos asienten complacientes algo confusos: “No, aún no, por favor”.
Otros de ellos: “¿¡Ya!?
Y los de siempre boquiabiertos se quedan al instante: “¿Y el descampado qué, eh?
Por caminos distintos, las unas y los unos hacen balance de su cita.
“Ha sido una buena noche”
“Puede que se repita”
“Uff… Menos mal que se acabado ya”

Ellos, con las manos en los bolsillos de la cazadora y la mirada fija en el asfalto, por si la fortuna les toca y encuentran una moneda en el suelo:
“La amo, la amo, la amo”
“¡Ya es mía!”
“Pues vaya chasco”

EllAs y ellOs, dos universos paralelos que se atraen y repelen como dos polos opuestos siendo su única diferencia una vOcAl sin la que ellas serian tan ellas y ellos tan poco ellos.
Pd:... cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... Ya.

17 febrero 2008

El semáforo

Mientras conduzco volviendo del trabajo a casa, le veo caminando por la calle. Le adelanto hasta que un semáforo me detiene. Miro hacia atrás, le busco con insistencia, y pronto aparece en mi campo visual. Le sigo con la mirada convenciéndome con esfuerzo alguno de que me gusta.

La esfera verde se torna roja en pocos segundos.
Arranco el coche, pero no circulo con demasiada velocidad. Voy a su ritmo. Algunos bocinazos me recriminan la lentitud. A la hora de la comida nadie atiende a razones porque están hambrientos, pero es mi oportunidad. El corazón me dice que es él quien acompañará mis noches egocéntricas y mis días sinsabores. Debo hacerle caso e intentar un acercamiento entre ambos.

Giro bruscamente hacia la izquierda y me subo a la acera estampándome contra una horrorosa jardinera que se parte en dos. Casi le atropello, pero con mi gesto logro acaparar su atención.
-¿Estás loca?
-Por completo.

Bajo del coche y me acerco a él, esquivando la tierra vertida de la acera. Hay gente mirándonos, imaginando, tal vez, que es una pelea de enamorados, y la idea de que sea así me encanta.
-Si te cruzaras con la mujer de tu vida ¿dejarías escapar la oportunidad de decirle lo que sientes?

Aún me cree más loca, pero empieza a entender mis acciones.
Guarda silencio mientras me mira de una forma rara, y es que cuando se trata de amor, la irracionalidad se abre paso. Es algo que ha aprendido muy bien, porque no rechaza que le invite a tomar un café, eso sí, me pide que aparque bien el coche antes.

Está receptivo. En dos horas nos explicamos nuestras respectivas vidas. A las dos horas y media decidimos faltar a nuestras funciones laborales para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas y cuando cae la noche, echamos a suertes quien se muda a casa de quien para pasar el resto de los días que nos queden juntos.

Seis meses duró nuestra historia. Me dejó cuando conoció a la mujer de su vida tras confesarle que la amaba, y un lustro más tarde, ésta le abandonó al enamorarse de otro. C’est la vie.

El semáforo se vuelve rojo.
Me despido de él… Sería una locura hacer caso al corazón. La razón impone su sensatez y yo le agradezco que no me haga pasar apuros.
Acelero sin quererle ver por última vez.

A mis espaldas un hombre le cuenta a otro que su novia le ha dejado y más que triste se siente liberado. Puedo entenderlo. Sonrío imaginando como sería su vida. Le hago una señal al camarero para que me traiga la cuenta. En los últimos cinco años acostumbro a comer en un restaurante cercano al trabajo para no perder demasiado tiempo en idas y venidas.

Los hombres que están detrás de mí, se levantan haciendo sonar sus sillas. El camarero llega con la cuenta sobre una bandejita y le pago.
-Te vi –me dice uno de los hombre al pasar por delante de la mesa para salir del local. Le miro algo perpleja.
-¿Cuando? –Inquiero para asegurarme de que mi mente no se está precipitando y mi memoria permanece intacta.
-Aquel día, en el semáforo.
Esbozo una sonrisa evitando la carcajada.
-Si te cruzaras con el hombre de tu vida ¿dejarías escapar la oportunidad de decirle lo que sientes?

La vida a veces te pone delante lo que tanto anhelas, aunque tarde tiempo en hacerlo. Sé que tomé la decisión acertada entonces y sé que ahora no voy a equivocarme, porque lo que estoy teniendo en este momento ya es suficiente para lo que deseo.
¿Razón o corazón?

10 febrero 2008

Atmósfera


La puerta está entre abierta, la cierro tras de mí para que sepa que he llegado. Me encanta la luz de las velas aromáticas situadas en lugares estratégicos, rompiendo con la ocuscuridad de la casa. Me despojo del abrigo y del bolso y los dejo caer sobre una silla. Por el sonido, creo que han caído al suelo. Los recogeré luego, con el resto de las cosas. Recorro la corta distancia existente entre el vestíbulo y la sala de estar, dónde un perchero con una máscara dorada franquea la entrada.

Sonrió. Luz tenue, misterio… Me gustan los juegos… Estoy a punto de empezar la partida. Mi contricantre me espera al otro lado de la habitación. El clima es casi perfecto.
Con la máscara sobre mi rostro, empujo la puerta y le busco con la mirada. Miro a través de los dos orificios de los ojos con insistencia, pero no le hallo. Sé que está cerca, lo noto, lo siento… Pero aún no quiere que le descubra. Hay velas de colores en el suelo, no son muchas, sólo las suficientes para no ver demasiado, y también las hay sobre una mesa con dos platos… Me acerco a ella.

Tengo sed. Estoy inquieta. Quiero que no alargue más el momento del encuentro. Que lea en mi mente que le espero mientras desespero, que las ganas me pueden, pero esto forma parte de la atmósfera que ha creado para mi, de la que me ha hecho cómplice. Vuelvo a mirar en todas direcciones, pero no aparece… No pienso en nada más que en él y no dejo de hacerlo desde que le conocí, pero esta vez no es igual que las otras. Esta vez él sabe lo que discurre por mi imaginación.

Aparece su mano con una copa antes que él. Está a mis espaldas, invitándome a beber. Respiro su perfume, suave, delicado, como sus manos sobre mis hombros cuando me dan la vuelta para que le mire y yo le admiro. Admiro sus faciones, su piel bronceada, sus ojos de cristal marino, su sonrisa. La misma que esboza para mí en este instante.

Coge mi mano y me conduce a la mesa, dónde cenamos langosta. No tengo hambre, pero sin embargo estoy hambrienta y saboreo cada pedacito de carne blanca que entra en mi boca. No puedo dejar de mirarle. No puede apartar la vista de mí. Este es mi momento. Es el momento que ha escogido para mí, éste y otros que sé que llegaran y que anhelo con exaltación. Jamás conocerá la magnitud del significado que tendrá para mis días, pero este va a ser mi recuerdo, el único que conserve de él cuando me vaya.

No sospecha que no soy la misma que se despertó esta mañana a su lado, sólo trata de hacer feliz a quien cree que conoce muy bien, de impresionarla para que permanezca a su vera, y ella nunca se iría si estuviera en mi pellejo, pero yo sí partiré con mi nuevo cuerpo.

El tiempo transcurre. Cada minuto que se aleja es uno más que no me queda.
Tengo prisa, pero no quiero que se acabe. Al mirarmos comprendo que el resto no es necesario, aunque yo lo desee y él quiera complacerme. Me pierdo mientras me va encontrando y si sigue descubriéndome conocerá mi verdad y mi engaño.

Es un juego, estoy jugando. Apago la llama de las velas una por una, con un soplido ligero.
Ahora sí es posible. Es una noche distinta.
Nunca lo sabrá.
Ya.

Enciendo la luz. Aún no es la hora de levantarme, pero no tengo sueño. Mi marido todavía duerme. Pienso en la noche de ayer y en lo diferente que podría ser todo, pero aunque se lo intentara explicar, nunca lo entendería.
Esta mañana no voy ducharme. Siento sobre mi piel la esencia que quiero que permanezca conmigo un día más… Me visto y desayuno tranquilamente. Tengo tiempo de sobras.

Nos encontramos en el ascensor. Nos saludamos como todas las mañanas que coincidimos en el rellano y me cede el paso cuando las puertas se abren. Está serio, ausente, desconcertado, confundido… Preocupado. Nunca sabrá que fui yo.
Fue un golpe de suerte que apagara el móvil y descolgara el teléfono… Creando ambiente… Ella me llamó cuando no pudo contactar con él y me pidió que fuera a su casa a decirle que no llegaría antes de las doce porque su vuelo se había retrasado dos horas… Benditas compañías aéras… Cuando fui a transmitirle el mensaje de vuelta del trabajo, la puerta estaba entre abierta y el resto, el resto es mío.

El ascensor llega a la planta baja. Nos despedimos. Sonrío. Intenta sonreír pero no puede y mientras observo como se encamina hacia la salida del edificio, pienso en lo afortunada que soy por vivir a su lado, a pesar de que un tabique y miles de sentimientos nos separen.

Dulce y amarga antítesis.

03 febrero 2008

Percepciones

¿Cómo se le dice a alguien que nos confiesa que le gustamos, que no nos interesa del mismo modo?

Normalmente tendemos a ensalzar a esa persona mientras hacemos tiempo para pensar en cómo salir del entuerto a la velocidad de un rayo: “Eres estupendo/a… " "Lo pasamos muy bien juntos…" "Una de las mejores personas que he conocido nunca…”

Luego justificamos nuestra negativa con factores externos haciendo uso de la diplomacia: “Tal vez si las circunstancias fueran otras las cosas serían distintas…”

Nos volvemos medio brujos de golpe con engaños que le regalen los oídos: “Sé que pronto encontrarás a esa persona que te está esperando en algún lugar y que te merece más que yo…”

Y para terminar, el premio de consolación.. Y es que lo importante es participar, no ganar... Ya: “...pero podemos ser amigos…" "Los amores vienen y van, pero los amigos permanecen siempre…”

Pues bien:
1º Si tan maravilloso/a es esta persona, ¿por qué no darle una oportunidad e intentar pasar el resto de nuestra vida con ella? Dos hipótesis: o bien no es tan genial, o bien somos tontos/as por dejar pasar una ocasión como esa.
2º ¿Qué circunstancias deben darse para iniciar una relación sentimental? Cuando se conoce a alguien y se siente que algo ocurre dentro, lo de menos es la situación, y lo de “más”, “eso” que está sucediendo… Un poco más de realismo, claro, que todo depende de nuestra escala de valores.
3º No tienes la menor idea de si encontrará a alguien, y si es así, quizás no se merezca a nadie más que no seas tú, porque tú eres lo que quiere. Mentir está muy feo, deliberadamente mucho peor.
4º Un poco de sensatez, ¿amistad? ¿De verdad quieres ser amigo/a de quién te ha embrollado en una situación incómoda? ¿Crees que querrá ser tu amigo/a, después de rechazarlo/a y fingir que no ha pasado nada?
Con una sola palabra y una sutil mirada bastaría: NO.
Y es que a veces, las cosas pueden ser sencillas, aunque no lo parezcan.